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El lunes en la cafetería a la hora del almuerzo, la preocupación invade sus rostros.

—No responde —dice Joel bajando el celular.

—Estuve con él hace unos días —cuenta Johann— y no mencionó nada.

—Pues lo tiene apagado, no sé —continúa el rizado— no es la primera vez que desaparece un fin de semana.

—Pero avisa —habla Christopher, y no puede evitar sentir que algo está mal.

El castaño voltea a la puerta al ver que algunas chicas empiezan a murmurar y siente la sangre subir a sus mejillas al ver a Richard.

No quiere creer que vino a verlo, pero es probable porque pasaron el fin de semana juntos, viendo películas y cocinando, con largas charlas solo interrumpidas por el trabajo del policía.

—Es el alcohólico —avisa en un susurro.

—¿Tu vecino?

—Verga, sí.

—Me sorprende que aún no le hayas entregado el culo, es guapísimo.

—Lo sé —dice formando una sonrisa hacia él que camina hasta la mesa.

—Hola, bonito —saluda al llegar y se agacha para dejar un beso en su mejilla.

—Hola —responde sonrojado.

—Hola chicos —dice en general— ¿Puedo sentarme?

—Claro.

—Vaya, esto será difícil, es la peor parte siempre —mira sus dedos y lleva la mano derecha para sostener la de Chris— anoche, mencionaste que tú y tus amigos estaban preocupados por su amigo, yo trabajo en la parte de homicidios, básicamente como detective policial, y esta mañana un compañero me mostró el caso que le asignaron para ver si yo podía ayudar con eso, es que encontraron el cuerpo de Zabdiel anoche, lo asesinaron en su casa.

[...]

Cuando ya oscurece, Christopher mira por la ventana de su apartamento hacia la calle, con los ojos algo hinchados, Johann está dormido en el sillón, y Joel habla por textos con Erick, explicándole que no puede ir con él esa noche.

—¿Qué sucedió? —pregunta al ver que Richard trae los vasos de limonada para todos.

—El arma homicida fue un martillo —explica tratando de ser suave— en realidad no he visto mucho, pero voy a ayudar, y sé que vamos a saber qué pasó.

No está en sus planes decirle que destrozaron por completo la cabeza de Zabdiel.

Él ya ha visto el cuerpo, y sabe que no hay pistas, más que la cinta rosa que dejó en el baño, no es suficiente, pero empiezan a creer que fue una mujer.

—No tienes que preocuparte —susurra acercándose a él— yo voy a cuidarte, Chris.

[...]

Erick se mira al espejo con desesperación, Joel no va venir, y lo necesita.

Ya nada parece tener sentido si él no está, ni siquiera quiere a Emy.

No tiene gracia estar con ella.

El dolor de cabeza aumenta y recuerda la mirada de Zabdiel antes de morir, provocándose una sonrisa.

La sensación de tener el control es lo mejor que existe, saber que no pueden detenerla porque es fuerte.

No disfrutó tanto desde el día en que le prendió fuego a su madre.

—¿Y Joel? —se pregunta pero niega de inmediato.

Es algo diferente, no lo disfruta de la misma manera, porque Joel no tiene por qué compararse con nada más.

—Además me quiere a mí —dice señalando su reflejo— y no te necesité para eso.

Frota su cabello un poco y abre el cajón para sacar su labial.

Lo pone en sus labios y se mira con los ojos brillantes por el miedo.

—Tenemos que hablar —le pide a su reflejo con una sonrisa nerviosa— por favor.

La mujer perfecta || Joerick-Oreo || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora