09

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—No eres gracioso, Johann —oye a través del teléfono.

—¿Quién habla? —pregunta tragando saliva y cuelgan.

Es la tercera vez que recibe una llamada así.

—¿Quién era? —dice Zabdiel desde el sillón.

—No lo sé, colgó y no es la primera vez, es tétrico, amigo.

—También recibo llamadas así —cuenta acomodándose en el sillón y ambos se miran sin saber que más decir.


[...]

Joel espera a Erick en la cama usando su computadora para terminar un trabajo de la oficina.

Los últimos días los pasó metido en su casa, y ya no tiene la intención de volver a su departamento.

El ojiverde llega minutos después y lo mira desde el marco de la puerta con una sonrisa.

A veces solo se va indicando que tiene una llamada de su mamá.

—¿Todo bien?

—Sí, ella solo quería saludar —responde recostándose a su lado y le da un beso en la mejilla.

—¿Erick?

—Dime.

—Te quiero.

Él solo lo observa incómodo y pega su rostro en su pecho, soltando un suspiro.

—Veo que aún tienes mucho que hacer, ¿te parece si voy por la cena?

—Claro —asiente decepcionado— debo presentarle esto al gerente mañana.

Erick se levanta y camina a la puerta, antes de salir ve los cambios de ropa de Joel en la silla y escoge la que está sucia para dejarla en el cuarto de lavado, no lo han hablado, pero él ya da por hecho que no se volverá a ir.

Desde que llegó, puede dormir, mejor que con cualquier pastilla que antes tomaba.

Joel le hace bien.

—No tardaré —avisa desde la puerta y oye un "te quiero, abrígate" desde la cama.

Sonríe en silencio y toma su chaqueta, porque irá a la pizzería.


[...]

Zabdiel se levanta para abrir la puerta, girando los ojos.

—Sí olvidaste algo, voy a matarte, Johann, te dije que ya iba a meterme a la cama y me hiciste salir de nuevo con el frío que hace, pedazo de bestia.

Su rostro se descompone al notar que no es Johann, solo es Erick con una sonrisa, mirándolo fijamente.

—Oh, lo siento tanto, Erick, es que Johann acaba de irse, es un poco tarde, ¿pasa algo malo?

—No, ¿puedo pasar un momento?

—Claro, entra.

Erick observa el lugar, es un departamento bonito, pero no tanto como el suyo desde que Joel está ahí; por un momento muy fugaz siente paz al recordar su sonrisa.

—¿Erick? —llama su atención confundido.

—Yo solo estaba pasando y quise saludar, además me quedé sin batería y pensé que podrías prestarme tu teléfono un segundo.

—Oh, claro —dice girando hacia la mesa.

Él prefiere no preguntar, Erick lo perturba como a cualquiera que lo conoce.

El ojiverde saca el martillo que lleva en el bolsillo interno de su ropa, y lo manda al piso con un solo golpe.

Con la poca consciencia que le queda puede verlo, Erick está sonriendo, listo para dar el siguiente golpe.

—Es cansado —dice con un puchero minutos después al ver el cuerpo inerte con la cabeza destrozada.

Está orgulloso, pero le faltan dos.

Resopla y camina fuera del lugar luego de usar su baño para limpiarse, fue una noche productiva pero aún necesita ir por la comida.

Al llegar a casa, resopla por lo dificultoso que es abrir la puerta con una pizza en sus manos.

—Traje dos de cuatro sabores, así tenemos ocho.

Joel voltea y lo ve con ternura, está entrecerrando los ojos y esa es su debilidad.

Camina hasta él y le quita las cajas de las manos, las pone en la mesa y lo besa.

—Esa obsesión tuya por la pizza no es sana.

La mujer perfecta || Joerick-Oreo || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora