Primera parte-3

1K 21 0
                                        

3

 Según el letrero que había en el vestíbulo, la fecha de la primera función de Las tribulaciones de Arabella era sólo un día después del primer ensayo. Sin embargo, a la autora y directora no le resultó fácil encontrar tiempo libre para un trabajo intensivo. Como en la tarde anterior, el problema residía en reunir al elenco. Durante la noche, el reprobador padre de Arabella, Jackson, había mojado la cama, como suelen hacer los niños compungidos que están lejos de su casa, y fue obligado por la teoría en uso a bajar sus sábanas y su pijama a la lavandería y a lavarlos él mismo, a mano, bajo la supervisión de Betty, que había recibido instrucciones de comportarse de un modo distante y firme. Al chico no se le impuso esta labor como un castigo, ya que la idea consistía en inculcarle que sus futuros deslices inconscientes acarrearían contratiempos y un trabajo penoso; pero él no pudo por menos de considerarlo una reprensión al encontrarse ante el espacioso fregadero de piedra que se alzaba hasta la misma altura que su pecho, con el jabón trepando hasta sus brazos desnudos y empapándole las mangas remangadas de la camisa, y las sábanas mojadas tan pesadas como un perro muerto, mientras una sensación general de calamidad paralizaba su voluntad. Briony bajaba a intervalos a comprobar sus progresos. Le habían prohibido ayudarle, y Jackson, por supuesto, no había lavado nada en su vida; los dos lavados, incontables escurridos y la sostenida manipulación con las dos manos del rodillo de escurrir, así como los quince temblorosos minutos que pasó después en la mesa de la cocina, tomando pan con mantequilla y un vaso de agua, robaron dos horas del tiempo de ensayo.

 Betty le dijo a Hardman, cuando éste llegó para tomar su pinta matutina de cerveza, que ya tenía bastante con tener que preparar un asado especial para la cena con un clima semejante, y que personalmente consideraba que el castigo era demasiado severo, y que en su lugar ella le habría administrado al chico varios azotes fuertes en las posaderas y habría lavado las sábanas ella misma. Lo cual hubiera convenido a Briony, pues la mañana iba avanzando. Cuando su madre bajó a comprobar en persona que la tarea había sido realizada, fue inevitable que se instaurase un sentimiento de liberación en los participantes, y en la mente de la señora Tallis un cierto grado de culpa reconocida, gracias a la cual, cuando Jackson preguntó con una vocecita si ahora, por favor, le daban permiso para bañarse en la piscina y si su hermano podía acompañarle, su deseo fue de inmediato atendido y las objeciones de Briony generosamente desoídas, como si fuese ella la que impusiera pruebas desagradables al niño indefenso. Así que hubo baño, y a continuación se serviría el almuerzo.

 Los ensayos habían continuado sin Jackson, pero fue una remora no haber podido perfeccionar la importante primera escena, la despedida de Arabella, y Pierrot estaba demasiado nervioso por la suerte de su hermano en los intestinos de la casa para interponerse en el camino de un ruin conde extranjero; lo que le ocurriese a Jackson sería también el destino de Pierrot. Hizo frecuentes visitas al retrete situado al fondo del pasillo.

 Cuando Briony regresó de una de sus incursiones a la lavandería, Pierrot le preguntó:

 —¿Le han dado unos azotes?

 —Todavía no.

 Al igual que su hermano, Pierrot poseía la habilidad de privar a su texto de todo sentido. Entonó una lista de palabras: «Crees-que-puedes-escapar-de-mis-garras.» Completo y correcto.

ExpiaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora