11: Regalos

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Después del desayuno, la señora Voulce  me comunicó que ella no podrá acompañarme en los exámenes, pero que irá Leston conmigo para estar al tanto de los resultados.

Y ahí estábamos, en el auto, camino al hospital donde tendría que hacerme exámenes. Ninguno hablaba, era todo muy incómodo, porque quería que habláramos de algo, quiero que me diga lo que pensó para que me hiciera aquella "sorpresa" de cumpleaños. Quería saber lo que pensaba.

Estuve mirando por la ventana, viendo como la gente salía de centros comerciales, de tiendas pequeñas, de sus casas y como se veían tristes, o incluso hartas de sus vidas. 

La rutina puede aburrir a cualquiera en algún momento, o incluso el cambio no era lo esperado.

Miré por el rabillo del ojo y pude observar como Leston jugaba con sus manos mientras las miraba algo enfadado, o concentrado. Se me hace difícil descifrar todo lo que piensa o siente con solo verle su cara que siempre está enojado o neutro, algo que me inquieta.

Cuando por fin llegamos al centro médico, me apresuré bastante. 

Estuve pasando de sala en sala viendo como me hacían exámenes, hablábamos de mi estado de salud los últimos días y al parecer todo estaba normal. Hasta que llegué a mi médico hormonal, el que me dijo que yo era alfa cuando era un niño y cada cinco meses me llama para revisión de hormonas para ver si sigo fértil, por mis inhibidores que tomaba para ir a la escuela  y universidad.

—Doctor—llamé su atención mientras él escribía algunas recetas en su computador.

Fijó su vista en mí, dejando de lado la computadora.

—¿Usted cree en los destinados?—pregunté algo cohibido.

—¿Tú no?—respondió con una pregunta, sonriendo.

Reí bajo para luego suspirar y mirar por la ventana y tratar de pensar en que nadie me ha negado aquella historia.

—Sé que suena tonto—continuó diciendo—, pero es lo que uno siente, y si millones de parejas sintieron lo mismo al encontrarse con sus parejas actuales, que hasta ha sido la única en sus vidas, no puedo negarlo al cien por ciento.

Lo quedé mirando por unos segundos, viendo como sonreía.

—¿Usted tiene a su pareja destinada?

—La tuve—sonrió—, cuando quedó embarazada enfermó y murió en el parto, por suerte no la marqué, ya que éramos muy jóvenes y teníamos miedo de la unión.

—¿Qué hubiera pasado si la marcaba?—pregunté extrañado.

—Me hubiera deteriorado y mi muerte hubiera sido inminente, por la pérdida.

Me produjo una sensación muy extraña en el estómago.

¿Morir por la pérdida de alguien?¿sólo por el hecho de que está marcado uno de ellos?

Me produjo miedo la situación, porque a veces el marcar a alguien, es espontáneo.

¿Qué pasa si marco a Leston y no termina siendo mi verdadero destinado?

—Y si, por casualidades, ¿marco a alguien que no es mi destinado?

Él suspiró mirando con pena.

—Tú olor y el del marcado se cubrirá, por lo que ambos no encontrarán a su destinado, nunca, o al menos no podrían estar juntos.

Asentí, queriendo estancar la conversación aquí, en este punto.

Me sentía mareado, algo confuso.

¿Cómo estoy seguro de que Leston es mi destinado?

Tampoco es como si pudiera pensar con claridad, ya que el olor de Leston siempre está sobre mí, siempre tengo un poco de su esencia en mi nariz, como si de cocaína se tratase. Ya que, aunque no me gustase admitirlo, sentía la necesidad de oler su aroma con más intensidad, de estar en su cuello y solo respirar su olor a caramelo que me vuelve loco. Tan loco que me vuelve alguien incapaz de pensar las cosas con claridad. Actuando como si nada me importara.

Dulce dominante |Omegaverse| {Gay} #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora