Capítulo 10

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La cantidad de personas que caminaban por las calles de Windsor era menor a lo que se podía apreciar en horas más tempranas

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La cantidad de personas que caminaban por las calles de Windsor era menor a lo que se podía apreciar en horas más tempranas. A excepción de turistas de buena clase económica, solo estaban los guardias de seguridad, los taxis que transitaban y grupos de jóvenes adultos caminando hacia los bares que se encontraban a una cuadra del Windsor Castle Hotel.

Grace manejó despacio, vio la entrada del hotel y avanzó para girar en la curva de la esquina, pues recordó que había una playa de estacionamiento cerca y por algunos locales, se mantenía abierta hasta altas horas. Al entrar y estacionarse, bajó el tapasol del auto y abrió el espejo. Se miró por unos segundos y respiró hondo. Chequeó su reloj que marcaban las ocho de la noche y bajó del vehículo.

Una vez recibido el ticket, la empleada del parqueo le dijo que si llegaba a la hora solo pagaría nueve libras y de ahí se duplicaría cada sesenta minutos. Pero a Grace no le importaba cuántas horas o solo minutos iba a pagar, solo quería solucionar el problema que tenía con Clapton.
Salió de la playa de estacionamiento y camino doblando la esquina, para seguir en línea recta de la misma vereda que estaba unida al hotel. Pasó el estacionamiento exclusivo de clientes y vio la puerta que se abría, para dejar una joven pareja salir agarrada de las manos. El hombre se detuvo para dejarla pasar y Grace agradeció el gesto. Una vez dentro, la grandeza de la decoración le llamó la atención, pues nunca había estado en un lugar tan refinado.
La primera vez que se encontró en el hotel, subió por las escaleras de emergencia y solo pudo ver las paredes blancas y escalones de cemento. Notó uno que otro turista que acababa de llegar, ya que se encontraban a un lado del mostrador recibiendo sus tarjetas. También se dio cuenta de la cafetería interna que tenía pocos clientes, pero se concentró en la recepcionista que golpeaba sus dedos de manera rápida contra el teclado de las entonces viejas computadoras. Grace de manera nerviosa, miró una vez más las arañas colgantes que iluminaban la recepción de paredes color blanco con bordados dorados y caminó hacia la recepcionista.

—Buenas noches —dijo Grace en voz baja. La recepcionista, concentrada en su computadora no respondió, ni alzó la vista—. Buenas noches —repitió más alto.

—Oh, buenas noches —le sonrió.

—Necesito saber el número de la habitación de un amigo, la verdad no lo recuerdo. Me urge hablar con él.

—Claro, dígame el apellido de la persona.

Grace se sentía un poco más nerviosa. Si este fuera una persona común y corriente, no tendría tantos problemas en decir cómo se apellidaba, pero se trataba de una estrella mundial, y en su natal Inglaterra, era el doble, o el triple de famoso de lo que era en otros países.

—Cla... Clapton.

La rubia recepcionista dejó de ver a la pantalla y vio a Grace, que estaba acomodándose los lentes.

—¿Clapton?

Grace asintió.

—Clapton ¿qué? —la mujer quería asegurarse que no fuera Eric Clapton de quien Grace hablaba. No soportaría los acosos de una fan loca, pero nadie la puede culpar, pues no sabía de la relación entre el músico y la joven.

My Father's Eyes «Eric Clapton»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora