Interludio III: Heavy Metal y Dramas

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2012 fue recordado como el año del fin del mundo que no fue. En cierto sentido, yo también lo identifiqué de ese modo. Casi se me vino el mundo encima y no podía hacer nada para detenerlo.

Decidí salir de mi primer secundario para entrar a otro: el mismo secundario que Cristian y, sinceramente lo digo, no me había dado cuenta de eso hasta que entré el primer día de clase y lo vi con su grupo y yo estaba con el mío.

Para mi sorpresa, pude hacerme de un grupo de amigas que comenzaron a escuchar la historia de Cristian con ojos de perritos inocentes y creían, idílicamente, que secretamente estaba enamorado de mí. Me empujaron a la idea de decirle las cosas de frente, pero eso no vino sin un poco (bastante) de drama en el medio.

Fui bastante ilusa al creer que las cosas iban a ser igual que en la primaria. Seguí siendo yo, pero Cristian no era quien yo conocí. No sé qué lo hizo cambiar de forma tan abrupta en esos dos años que estuvimos alejados y, hasta que no vi con mis propios ojos cómo me ignoraba y me maltrataba, no quise ser consciente de ello.

En esos tiempos, la palabra correcta para definirme era "influenciable" y, tontamente, dejé que mis amigas me convencieran que la relación de amistad debía "pasar al siguiente nivel". Ellas me hicieron creer que él me quería como algo más, pero en el fondo no estaba tan convencida y, lección importante de la vida, el instinto propio importa mucho más que el ajeno. Se puede pedir consejo a las personas que más confiamos porque necesitamos ayuda y, si nos quieren, sus consejos van a ser sinceros y van a tener tu mejor interés en cuenta... no el interés de un drama adolescente. Ellas hicieron mal en decirme "Callate, le gustás y punto. Le vas a decir y te vas a poner de novia".

En ese momento las chicas me recomendaron que averiguara cuáles eran sus gustos para poder encontrar temas de conversación y hacer todo más casual. Sin embargo, mal interpreté eso como: "convertite en alguien que tenga sus mismos gustos". Me convertí al dubstep, a los animé underground y más tarde al heavy metal más oscuro que puedan pensar.

Dejé todos mis gustos irse por un lado y los tiré a la basura. Me convertí en alguien que pensé le gustaría, pero terminó siendo completamente lo opuesto. Para cuando me di cuenta que esa clase de cosas no me iba a servir, estaba completamente perdida. Pero eso es un tema a abordar más adelante.

Quería hacer lo posible para, inconscientemente, intentar convencerme de que podía lograr reciprocidad y, en cierto modo, me sentía obligada a alcanzarla. Esto se daba gracias a las propias historias de mis amigas de ese momento, todas salían tal y como planeaban, no sin antes sufrir las horas obligatorias de dramas adolescentes.

Una de las lecciones más importantes que aprendí en el colegio no fueron valores, principios éticos y morales... ni siquiera religiosos. Fue "no confíes en las personas que tengan la mejor sonrisa". Lo aprendí (muy) a la mala. Camila S. fue la persona equivocada en quien confiar y, además, ella no me deseaba cerca de su grupo en el momento.

Testaruda, de mal comportamiento, egoísta y siempre queriendo que las cosas terminaran a su favor, fue quien convenció al grupo que mis sentimientos debían hacerse públicos, mientras que sus asuntos eran secreto de Estado. Ella me hizo creer que no tenía el rango para poder cuestionarla e hice lo que cualquier desesperada por rango social haría: callarse la boca. Y sí, como piensan, me arrepiento muchísimo de eso.

Éramos una escuela de turnos únicos, por lo que no pasábamos de los 1.000 estudiantes en todo el edificio. Por lo tanto, la noticia de "Carla Giovani - Cristian B" se vendió como pan caliente. La hija pródiga que escapaba de una escuela por bullying, se había enamorado del emo calladito de la clase. Nada volvió a ser lo mismo.

La peor parte es que la gente se lo tomaba a pecho, de repente era asunto de todo el mundo y el chiste del día, por lo menos en su curso y el mío. En un momento, me di cuenta de las consecuencias que afectaban a la otra parte involucrada: él. Digo, yo me metí en esto por gustarme él y hacía lo posible para desestimar las cosas, pero era muy tarde. La noticia se hizo enorme, como una bola de nieve cayendo en bajada por una montaña y ya no la podía detener.

Por suerte, no se supo exactamente el día en que le dije las cosas a Cristian y me duele recordarlo, pues lo rememoro de una forma muy oscura. Aprendí que estas cosas se deberían hablar con calma. No estoy segura de sí lo aprendí a buena hora (pues no volví a cometer esa clase de errores, después van a ver cómo) pero el hecho de que hubiera más de terceros en la situación rompió una amistad que entonces tenía nueve años. 

Se lo dije en un ataque de rabia por un mensaje en redes sociales. Perdí la cordura e hice sin pensarlo. No recuerdo con claridad qué palabras usé pero si recuerdo el arrepentimiento instantáneo que tuve minutos después de apretar el botón de "enviar".

Ya no podía ir a su casa, ya no podía siquiera mirarlo a los ojos. Recuerdo que una sóla vez lo hice y el dolor, la vergüenza y sobretodo la incomprensión de la situación (sumado a la indiferencia de Cristian, su falta de empatía a que estuviera sufriendo, entre otros factores) no ayudaron a quitar hierro al asunto. No podía hablar y él se esforzaba en ser amable, pero no podía aceptarlo. Sabía que estaba siendo cortés por lástima. En el fondo, sabía que existía cierto aprecio por su parte, pero no fue suficiente. Es triste, siempre quise más de él y siempre esperé más. De a poco, con el paso de los años, dejé de esperar y me di cuenta de eso cuando sus malas actitudes dejaron de sorprenderme y pasaron a darme igual. Me dejó de importar, pero me estoy adelantando a la historia.

¿Me resulta difícil hablar de esto? Si.

¿Es doloroso recordarlo? Si.

¿Se supera? ... Sí. 

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now