Interludio IV: el cuadrado amoroso

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Mi grupo de amigas, inicialmente, comenzó con seis integrantes: Camila S, Miranda N, Lina G, Ainara D y Melina B. Miranda N siempre fue la rompecorazones del grupo, aunque ella no lo quisiera admitir. Siempre fue fresca, coqueta, todo el tiempo. Era a la que todos los chicos encantaba con apenas dedicar una brillante sonrisa blanca y parpadear con sus perfectas y artificialmente rizadas pestañas negras. Su pelo lacio y negro era como el de las películas que caía perfecto e impoluto sobre sus caderas. Las chicas la envidiaban y secretamente querían ser ella, incluyéndome a mí también. Sin embargo, bajo aquella aparente perfección que reflejaba, habían capas. Tenía un lado oscuro o, mejor dicho, más de uno.

Hasta el día de hoy no estoy segura si esa inseguridad y timidez que tenía la fingía (y si lo hacía, el Oscar a la mejor actriz va para... ) o era verdaderamente así, pero lo que no podía disimular eran los problemas que tenía en casa y consigo misma. Pero ella los escondía bajo aquella sonrisa de estrella de Hollywood que abarcaba los pasillos. También, comenzó a aplazar cualquier problema personal con dramas adolescentes.

Era de público conocimiento que Melina B, en ese entonces la belleza rubia de la clase que daba apariencia de una tonta básica cuando era un alma pura, original y bohemia dentro de sí que no podía salir a la luz (al menos en ese tiempo) estaba saliendo con el galán del momento: Fran T. Hacía casi un año se habían dado un beso y la escuela se revolucionó ya que fueron la primera pareja intra-clases (ella de tercero, él de segundo) que se estrenaba ese año. Ella estaba encantada, aunque tímida por compartir el romance y a él todo le daba igual. La pregunta formal no estaba presente, aunque la ansiábamos.

Era mediados de junio y se acercaba a pasos agigantados el cumpleaños de 15 de una de nosotras: Ainara. Mi primera amiga del secundario. Nos había invitado, nos puso en la mesa principal y tuvo el detallazo de dedicarnos preciosas palabras en las velas. Sin embargo, nadie se acuerda de esas cosas bonitas... todos se acuerdan del drama.

...

Aquella noche, Lina y Miranda fueron a prepararse a mi casa a hacer el tan (tedioso) tradicional ritual de la fiesta de quince: plancharse el pelo, delinearse la línea de agua interna del ojo con un lápiz negro robado del neceser de mamá y, si te sentías osada, optabas por un labial rojo de marca patito que no duraba cinco minutos y tampoco te acordabas de retocar. Quitando el hecho de que casi me amañataron para intentar delinearme los ojos, apenas si me sentía cómoda con rímel marrón seco que encontré tirado por ahí. Me clavé unos tacos con los que apenas caminaba y un vestido violeta que me hacía parecer de nueve años en lugar de mis mal llevados 14. Llegamos al salón y ahí estaban Melina, Camila y, oh sorpresa, Fran T. Todos muy campantes fuimos a nuestras mesas, cuchicheamos sobre quién estaba y quién no, suspiramos con el romántico vals entre Ainara y su novio y después empezó la fiesta del drama.

El panorama: 2 a.m, medio curso ya en su primera borrachera porque el catering incluía un variado repertorio de bebidas alcohólicas. Melina y yo fuimos a buscar algo de mi cartera y vimos a Lina, petrificada, mirando fijamente a una de las cortinas del decorado. Mirando atentamente, di cuenta que habían dos personas detrás de ella y que se escapan unas manos en la cintura tapada por largos cabellos negros. Antes de que pudiera detenerla, Melina arrancó con una fuerza que desconocía la cortina de raso de la pared y ahí estaban: Miranda y Fran T, acaramelados e infraganti.

Ahí fue cuando di cuenta de otro detalle importante: en cuanto me volví a Lina para decirle que teníamos que sacar a nuestra amiga rubia de allí, salió disparada al baño, seguida por Mely. A Lina también le gustaba Fran y lo había escondido todo ese tiempo.

Miranda, sorprendida, tomó de la mano a Fran y lo llevó a un lugar "más privado". Lo que sucedió entre ellos, por desgracia (o suerte) lo desconozco, porque fui tras mis dos heridas y traicionadas amigas. Lo único que hice fue dedicarle una mirada de desesperación: "tenemos que resolver esto", quise decirle, pero ella se marchó. Ainara estaba disfrutando de su fiesta de quince y no se merecía eso y Camila estaba en algún lugar, ebria, terminando su millonésima cerveza, por lo que tuve que encargarme de todo. Estuve alrededor de media hora golpeando la puerta del baño hasta que las chicas me abrieron y despotricaron contra T entre lágrimas, voces ahogadas y rímel de mala calidad corrido. Un rato después salieron a bailar como si nada las canciones de despecho populares del momento.

Como esa noche (y ese fin de semana) no pude encontrar a Miranda (no respondió mensajes de texto, llamadas y múltiples pedidos a su casa para que se pusiera en contacto conmigo) la última esperanza era arreglar estas cosas en la escuela.

El lunes todos entraron como si nada, como si la fiesta nunca hubiera pasado. Era sólo otro día de clases. Miranda, para variar, llegó tarde y cuando entró al aula sentí que el aire se podía cortar con un cuchillo.

Hasta el día de hoy no recuerdo cómo las asperezas quedaron atrás entre las tres amigas enfrentadas por un chico, porque dejé que eso lo hicieran por su cuenta. Eventualmente, las miradas celosas, los reproches y las indirectas en Twitter y Facebook quedaron en el pasado, así como Fran T, aunque intentó un par de veces volver con Melina y, aunque sí quiso, se dio cuenta que no funcionaba y decidió dejarlo. Los dramas no tuvieron fin, sino que tuvieron lugar posterior y simultáneamente.

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now