Capítulo V

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Carla recordó toda esa noche a quienes fueron sus amigas en aquellos años de adolescencia, confusión y dramas. No había pensado en ellas desde que había cambiado de aires para iniciar una nueva vida en la ciudad, escapando de todas las calles de su pueblo, todas y cada una con olor a ayer y recuerdos que, a veces, ella prefería no ver.

Ella no supo de qué forma definir su amistad con ellas, porque siempre fue el eslabón perdido que, de alguna forma, encontró el modo de encajar en un grupo de personas que eran tan diferentes pero se complementaba tan bien hasta que, de pronto, dejó de ser así. En cierto punto, Carla sentía que estaba viendo a sus amigas como una obligación, un compromiso. Sentía que ya no era la misma: en ese momento castaña natural, inocente, callada y para nada intrépida como lo era ahora. Siempre que sucedía alguna locura en su vida (el asunto de Leo o cualquiera de sus amores fracasados posteriores al secundario) pensaba que aquel grupo de amigas: Lina, Ainara, Camina, Miranda, Mely y Alejandra, jamás podrían creerle. Es más, seguro que se burlarían de ella.

Como si fuera un reflejo mecánico, Carla fue a una caja llena de recuerdos: cartas de clases, dibujos de sus amigas, regalitos, envoltorios de golosinas que ya habían perdido su significado. Entre tantos recuerdos, sintió que deseaba hablar con ellas. Al menos con una: Mely. Ella era con quien más se entendía y a la que más le dolió dejar atrás después de, sin querer, dejó de ser parte del grupo cuando no respondió más los mensajes que la habían hartado hacía meses.

Buscó en Instagram y sí, todavía la cuenta de aquella chica llena de perforaciones y tatuajes seguía activa. Seguía igual, sólo su cabello estaba más corto y seguía igual de original y vivaz que siempre. Envió un corto mensaje por el celular a través de la aplicación y lo dejó a un lado, sin ninguna expectativa.

...

Pasaron los días y Carla se olvidó completamente del mensaje que envió a su amiga de la adolescencia. Siguió escribiendo, siguió trabajando pero, sobretodo, siguió recordando: su vida, sus aventuras, sus desamores. Continuó sin encontrar la respuesta que había iniciado su viaje por las memorias de su vida y la de sus seres queridos, pero eso no le evitó seguir con su vida en el presente.

Ella no se quejaba, pues tenía todo lo que siempre había querido: la independencia que siempre anheló desde que estaba tras las rejas blancas del perfecto jardín de la casa de sus padres. Siempre lo describió como "una bella jaula" de la que no le costó desprenderse, aunque desde luego habían cosas que todavía extrañaba, nada valía tanto como su libertad de hacer lo que quisiera, bajo sus propias reglas.

Pero el pasado volvió a su presente para darle una cálida visita, cuando Andy le envió un mensaje para avisarle que iría hasta la gran ciudad a hacerle una visita y organizaron planes. La intriga del encuentro yacía en las últimas líneas que leyó Carla de parte de su amigo: "Noticias importantes. Grandes. Enormes. Gigantes. Preparate para emocionarte".

Al terminar de leer el mensaje, Carla se rió muchísimo, pues la última vez que Andy le envió un mensaje así, la historia no había terminado de una manera agradable. 

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now