Interludio V: Final Inesperado

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Como dije antes, Miranda encantaba a todos y enamoró a varios, entre ellos a mi amigo Andy. Él y yo fuimos como uña y carne en los últimos años antes de terminar la escuela, pero antes de todo lo que pasamos juntos me había confesado que tenía (muchos) sentimientos por mi amiga. Ella había atravesado la coraza de héroe vaquero que mostraba a primera vista. Un día de otoño me contó su firme decisión que, en el cumpleaños de Ainara, le diría las cosas de frente.

Obviamente, a mis inocente 14 años, celebré esta noticia con bombos y platillos. Estaba segura de que a Miranda le convenía estar con un chico tan bueno, gentil y excelente persona como lo era Andy. Es decir, tenía todas las de ganar y sólo hacía falta una palabra para cerrar el trato.

El día de la fiesta, antes del dramón que sucedería horas después, Andy se pasó por la mesa principal, donde estábamos cenando, para saludarnos. Lo miré a los ojos, sonreí y pregunté en voz baja si estaba nervioso por lo que iba a hacer. Me dijo que estaba ansioso.

Una vez escuché a alguien decir que si estás decidido a decirle a otra persona que te gusta, es porque preveés que te va a ser recíproco. Dejé de creer en esta teoría gracias a esta historia. Andy siempre fue un tipo confiado y de mucha seguridad, nunca le costó decir las cosas en la cara. Por eso, a las 00 de esa noche del primero de julio (su cumpleaños, paradójicamente) quería auto-regalarse la confesión de amor a Miranda.

-Me gustás como algo más que una amiga-, dijo él.

-No me pasa lo mismo.-replicó ella. Silencio. Andy no sabía dónde meterse y como no sabía qué hacer con sus manos, las metió en sus bolsillos. Silencio. Andrés tomó aire, carraspeó para intentar quitarle hierro al asunto y se animó a hablar.

-¿Podemos quedar como amigos? -preguntó, evidentemente desilusionado pero con ganas de pilotearla.

-No -sentenció Miranda, tajante. Sin decir otra palabra más.

El resto de la noche mi amigo se quedó afuera del salón, en silencio y entre las primeras heladas del invierno que derivaron en una gripe tremenda. No le daba la cara para entrar porque su amor no correspondido estaba dentro del salón acaparando la atención de los presentes. Cuestión que Miranda rompió más corazones en una noche y, en mi opinión, fue consciente de ello. No me malinterpreten, éramos jóvenes y al gestionar esta clase de emociones nuevas que no entendemos muy bien, es entendible que cometamos mala praxis emocional. Pero ella fue consciente. Sabía que Mely estaba con Fran T y no le importó, aún si él aceptó estar con ella y estando consciente de que estaba siendo infiel. Sabía también que Lina gustaba de él (esa misma noche, me dijo aferrándose a mi vestido que Miranda guardó el secreto para no complicar las cosas con Mely) y, finalmente, Miranda me confesó que ya sabía de los sentimientos de Andrés y que consideraba "esa" la forma adecuada de no motivarlos.

A pesar de ese rotundo "no" y de la decepción de Andy, todo lo que sentía no desapareció de la noche a la mañana. Tardó más de un año. Y mi amiga (con lástima digo esto) se aprovechaba de él: le pedía tareas, compañía cuando alguno de sus pretendientes estaba en otra cosa, las respuestas de los exámenes y ella le recompensaba con amagues de besos, tomadas de mano y sonrisas que resultaron ser sólo un juego para ella y una dolorosa desilusión para él.

Lo que causó una verdadera fricción fue, irónicamente, en la fiesta de los quince de Lina. Para ese entonces, mis tres amigas habían dejado a Fran T atrás y todas siguieron adelante. Teníamos en mente pasar una noche agradable entre amigos, bailando. Sin embargo, terminé consolando a mi amigo luego que ella le diera, en medio de un pogo, un inocente pico (que para Andrés lo fue todo) y a los dos segundos, presenció un intenso momento íntimo entre Miranda y uno de sus viejos amores que frecuentaba muy seguido.

Fue dramático. Andy llamó al celular de su padre y pidió que lo vinieran a buscar, después quiso irse rápido y consideró marcharse caminando en plena madrugada (lo convencí de quedarse, por suerte). Todos sabían por lo que estaba pasando Andrés y esa fue la prueba final de que Miranda estaba jugando con él y no de la forma más amable, sino que ya era horrendo verlo sufrir.

Le dije que hiciera fuerza, que se diera cuenta que esto no le hacía bien, que no era el amigo que yo conocía. No sé si mis palabras surtieron efecto, pero cuando volvimos el lunes a clases, mantuvo distancia de Miranda. Dejó de buscarla, de intentar de acercarse, de querer hacerla cambiar de opinión.

Ella se dio cuenta e intentó que volviera con sus tácticas de siempre, pero no lo logró. Andy no volvió a dirigirle la palabra a menos que fuera estrictamente necesario y cuando ella se dio cuenta de que no iba a hacerle caso, ella miró para otra dirección y, por lo tanto, otro chico.

Es posible que piensen que estoy pintando a mi ahora ex-amiga como la mala de la película. Con la cabeza fría, técnicamente lo fue. Jugó con sentimientos ajenos y años después nos dimos cuenta de todas las mentiras que nos dijo a todos, pero eso no viene al caso. No juzgo que ella haya o no haya querido estar con todos los chicos que quisiera, eso estaba en ella y forma parte de su intimidad. Lo que sí juzgo es que haya involucrado los sentimientos de gente que quería y los tomó como una actividad lúdica, como marionetas.

Desde lo de Andy, confirmé que algo estaba pasándole a Miranda: emocional y psicológicamente hablando, efectivamente sucedía algo. Y mi equivocación fue no buscar la ayuda de algún adulto para que pudiéramos solucionarlo a tiempo. Pude haber frenado un montón de cosas pero también pudimos todos los que "fuimos amigos". Y si lo digo entre comillas es porque, aún años después, no estoy segura si ella nos consideró así. Esa sigue siendo un cuestionamiento que, siete años después, sigue resonando en mi cabeza acerca de aquella chica de la sonrisa tan encantadora, pero que deseaba ser tan invisible. 

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now