Andy se quedó en el departamento de Carla por tres días, fue un gran fin de semana para los dos, porque fue como una vuelta al pasado pero en un nuevo y maravilloso escenario del presente. Él estaba verdaderamente orgulloso de su amiga y de todo lo que había logrado y, efectivamente, nunca dudó de que lo iba a lograr. El lunes por la mañana se despidieron en Retiro y se dieron un último abrazo.
-Hasta enero -le dijo, con los ojos llenos de lágrimas- voy a ser el de traje al final del pasillo de la iglesia.
Ambos rieron y se despidieron, hasta enero.
Mientras el micro que llevaba a Andy devuelta al pueblo se alejaba de la estación de transporte, Carla comenzó a pensar en eso: el matrimonio. Recordó cuando en su primera cita con Leo quiso comentarle sobre que ella no pensaba casarse por iglesia, pero no se animó a decirle en voz alta, porque no deseaba asustarlo. Él era un creyente en el matrimonio, pero ahora lo veía raro, después de jugar a dos puntas tomando a las mujeres de tontas para engañarlas. La pelirroja se acomodó los anteojos de sol delante de sus ojos y tomó un colectivo hasta su trabajo, para iniciar con un nuevo día en la gran ciudad. Intentó ahuyentar los pensamientos que la atormentaban: matrimonio, vida en pareja, familia feliz. En el fondo era algo que deseaba pero sabía que no era fácil, pues su propia familia de sangre le había demostrado que hacía falta mucho más que amor para que las cosas pudieran funcionar.
Papá. Mamá.
Amor... definitivamente hacía falta mucho más que eso.
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Enamorarse: a veces sale mal
De TodoUna noche, Carla se sienta frente a su computadora y narra las historias de amor que pasó durante su adolescencia, con más errores que aciertos. Junto a sus anécdotas, se suman las historias de sus amigos y familiares.