Interludio VI: La Proposición Del Chico Problema

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Para poner un contexto temporal, confesé las cosas a Cristian en julio de 2012, justo al inicio de las vacaciones de invierno, pasaron dos semanas donde pude ocultarme de todas las miradas, apenas me vi con nadie, me fui de vacaciones y volví a principios de agosto para iniciar una nueva etapa en la escuela.

Ahí es cuando Ismael Gimenez, mejor conocido por ser igual de problemático que su hermano mayor, Agustín, comenzó a acercarse a nuestro rincón de la escuela en los recreos, con una desafiante sonrisa, barba puberta y extraña simpatía. De verdad me distraía de la tristeza y evitaba que viera a Cristian de reojo. Se convirtió, con el tiempo, en una agradable compañía. Nos volvimos bastante cercanos pero eran conversaciones básicas, además de que con todo lo sucedido, dejé de confiar en mucha gente y me volví cada vez más reservada.

Ahí fue cuando, oh sorpresa, la amistad se hizo de interés público para la comunidad escolar (de verdad, ¿qué tan ociosos son los estudiantes de secundaria?) y mis propias amigas comenzaron a canalizar sus sospechas con insinuaciones, miradas tontas y codazos ridículos en los recreos, cada vez que venía con su grupo de amigos. De verdad, con una mano en el corazón, nunca fui consciente de que a él le pasaban cosas conmigo y ahí pude darme cuenta de lo ciega que soy para identificar sentimientos ajenos. Siempre espero nada más ser una presencia medianamente agradable para los otros y lo que piensen ya de mí no lo considero asunto mío.

Parecía que las cosas no habían ido para mejor en el tema de confesiones amorosas porque esta, también, fue muy accidentada.

Situación: tarde de competencias en el colegio, risas y recorrer la escuela vacía mientras el resto estaba en el playón o por las calles tomando una coca-cola bien fría con los primeros vientos cálidos de la primavera. No me tocaba competir, a Ismael tampoco. Fui al aula para buscar algo dentro de la mochila, pero me quedé casualmente hablando con él y sus amigos, cerca de los baños con sus amigos al lado. Uno de ellos, cuyo nombre ya no recuerdo, dijo:

-Ah, ¿se arreglaron?

-¿Arreglarnos? ¿Por qué? -pregunté, tras reírme de un chiste malísimo que tiró Iván.

-Y... después de que él dijera que le gustás... -comentó, señalándonos a mi amigo y a mí.

De repente, todos nos quedamos callados. Dejé de reír. En parte porque pensaba que estaba tomándome el pelo y el tema emocional había pasado a ser algo bastante sensible para mí por todo lo que anteriormente viví. Miré a Ismael para decirle "¿escuchaste la pavada que acaba de decir?" pero no me estaba mirando a mí, sino al suelo, con expresión avergonzada. Ninguno de los chicos me miró y recorrí la vista por sus rostros, buscando una explicación. Finalmente, Iván pidió a sus amigos que fueran al playón sin levantar mucho las sospechas y se sentó a mí lado en un pasillo, cerca del baño de las mujeres.

-¿Qué está pasando? -pregunté- hizo un chiste, no te lo tomes a pecho.

-Es que no hizo un chiste, es la verdad -me contestó. Nuevamente, me quedé callada, intentando procesar la información y entender sus palabras.

-Ay no, ay no, no, no, no -repetí, muchas veces, demasiado dramáticamente- ¿vos no estabas en algo con tu compañera de clases... cómo se llamaba... ? ¡Melanie! ¡Ella! Me dijiste que te pasaban cosas con ella.

-Sí, pero no funcionó y cuando empezamos a hablar cada vez más, me empezaron a pasar cosas con vos -explicó, aún mirando al suelo.

Negué con la cabeza, como si una parte de mí quisiera que esto no fuera cierto. No quería aceptar que esto estaba pasando y, tristemente, no podía ver que estas cosas fueran a pasarme. No las creía posibles.

Digo, era una tímida adolescente sin autoestima, al lado de mis amigas parecía uno de los duendes de la película "Peques", nunca le había gustado a ningún chico y menos que menos había sido besada. No encontraba explicación lógica a que alguien tuviera sentimientos por mí.

Le pedí a Iván un tiempo para pensar. En parte, pensé: "Wow". En segundo lugar pensé "¿me gusta Ismael Gimenez?" y una última parte de mí se planteó que, esta, podría ser la única oportunidad (dramática) que podría tener de gustarle a alguien en la vida, quizás de tener una relación que no sea de amiguitos.

Cuando llegué a casa, él me envió un mensaje donde me explicaba que efectivamente le pasaban cosas conmigo, que quería intentar tener algo y que no iba a lastimarme de la forma que Cristian lo hizo. Me di cuenta que, si iba a tener un primer beso, un primer noviazgo y todas las primeras veces, no quería que Ismael fuera la persona que estuviera en mis recuerdos en esos momentos. Simplemente no podía concebirlo y, mucho menos, obligarme a sentir cosas que no era capaz. Cuando mis amigas se enteraron del asunto, consideraron que tenía que "sacar al clavo con otro clavo". Ahí dudé, pero volví a llegar a esa conclusión. Iba a ser miserable con un primer novio al que no quería.

Días después, junté el valor y rechacé de la forma más amable que pude a Giménez, pero eso no lo detuvo. La locura más grande que hizo fue cuando, meses después del inevitable rechazo, me citó en una plaza para simplemente conversar. Fui para tener una charla que, esperaba, le hiciera comprender que no quería más nada con él. Sin embargo, me descolocó cuando se hincó en una rodilla y me pidió casamiento. En ese momento tenía 16 años y eso fue lo que dije:

-Tengo 16 años... y ni siquiera te quiero de esa forma, perdón -me despedí con un frío "chau" y tomé el colectivo a casa mientras tecleaba frenética el número de Andy para contarle lo que pasó. Yo sabía que él no le iba a ver el lado romántico o cómico.

Ismael pensó que era cuestión de tiempo para que cambiase de parecer pero no fue así y eventualmente se le terminó la paciencia. No pude volver a ser su amiga, en parte porque no me sentía cómoda y además él era demasiado agresivo en todos los sentidos y yo siempre preferí a gente tranquila. Nunca pude recuperar esa amistad y siempre lo voy a lamentar, pero así fue como las cosas sucedieron. Cuando quise cambiarlo, ya era demasiado tarde. Fue una pena, porque nunca llegué a conocerlo bien. En ese momento me pareció muy cruel la forma de rechazarlo, pero con la cabeza fría y muchos años después, me di cuenta que esa actitud era producto del hartazgo de la insistencia que él ponía frente a mí. Un poco llegué a entender a Cristian y a sus actitudes, aunque no del todo.

Enamorarse: a veces sale malWhere stories live. Discover now