Capítulo 9

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Lo primero que pensó Mimi cuando el sueño se iba desvaneciendo y volvía poco a poco a estar consciente, fue que la almohada estaba un poco dura. "No tanto por esta parte" pensó apoyando su mejilla en una parte más blandita. Fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior aterrizaron en su mente dándole un golpe de realidad. Abrió los ojos como platos y casi le da un infarto al ver que esa parte blandita de la almohada tenía un nombre: el pecho izquierdo de Ana. Con mucho cuidado levantó un poco la cabeza encontrando su propio brazo rodeando la cintura de la canaria y su pierna izquierda sobre las piernas de Ana. "Genial" pensó.

Volvió a apoyar suavemente su cabeza sobre el pecho de la otra chica mientras pensaba cómo podía apartarse sin despertarla. Decidió empezar a retirar la pierna con mucho cuidado, casi aguantando la respiración de lo concentrada que estaba, cuando de repente sonó la alarma del móvil de Ana. La morena abrió los ojos y se encontró a Mimi apoyada en su pecho, abrazada a ella sin dejar ni un centímetro de distancia y con una pierna levemente levantada.

- ¿Qué haces? - dijo con voz de dormida.

- Lo siento - respondió Mimi apartándose bruscamente ahora que su amiga estaba despierta - te dije que soy muy cariñosa mientras duermo.

Ana sonrió negando con la cabeza.

- Lo sé, me di cuenta cuando me desperté en medio de la noche y vi que no me podía mover - dijo riéndose y se estiró para apagar la alarma del móvil. Luego volvió a tumbarse y miró a su amiga - Buenos días.

Mimi ya sabía que ver a Ana en la cama junto a ella mirándola con una sonrisa y el sueño aún reflejado en su rostro, sería la mejor vista que alguien podía tener nada más levantarse. Por eso no quería comprobarlo, no quería dormir toda la noche abrazada a ella y despertarse con esa imagen a su lado. No quería saber lo bonito que era dormir y despertarse así porque sabía que no volvería a pasar. Por eso puso esa maldita regla que acababan de saltarse.

Pero la vida continuaba, así que se puso de pie y ambas comenzaron a prepararse para abandonar la habitación. Volvían a Madrid, a la realidad. Nada más salir de la habitación se encontraron a Antonio, que las saludó feliz.

- ¿Tienen preparadas las maletas? Porque en cuanto desayunemos, nos vamos.

- Sí, papá - dijo Ana mientras que Mimi afirmaba con la cabeza.

Una vez que habían tomado el desayuno, recogido sus maletas y entregado las llaves en recepción, abandonaron el hotel, y se encontraron al hombre de Universal esperándolos en la puerta junto al coche. En una hora y media, estarían de vuelta en casa.

Ana miraba el paisaje por la ventana mientras pensaba en el tiempo que habían pasado en Ávila. Tres días, solo tres días que habían bastado para que ella disfrutara de su padre, se acercara un poco más a Mimi, y volviera con cientos de fotos y miles de dudas. Lo mismo le pasaba a la andaluza, que además, volvía con un "suegro".

A Ana se le habían pasado esos tres días volando pero en parte tenía ganas de llegar a Madrid, a su rutina, a la normalidad. Necesitaba volver a tener su espacio y aclarar algunas cosas. Al llegar a la capital, fueron directamente al aeropuerto para llevar a Antonio, que cogía un avión una hora más tarde. Él siempre quería estar en los aeropuertos con antelación por si ocurría cualquier imprevisto. Las dos chicas lo acompañaron hasta la zona del control y se detuvieron para despedirse.

- Adiós, papá - dijo Ana dándole un abrazo con fuerza - gracias por venir a verme, te echaba muchísimo de menos.

- Y yo a ti, mi niña.

- Tienes que venir pronto, eh - dijo rompiendo el abrazo y mirándolo a los ojos.

- Claro, en cuanto pueda te hago otra visita.

Exigencias de contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora