Capítulo 21

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Dicho esto salió cerrando con rabia el portón. Caminó rápido por las calles de Madrid, calles oscuras y difuminadas por las lágrimas que se concentraban en sus ojos. Sin saber cómo, sus pies acabaron guiándola aquella noche por un camino que había recorrido muchísimas veces, la guiaron hasta una casa que conocía bien. Y casi sin darse cuenta se encontró a sí misma llamando al timbre del piso de mimi.

- Hola Banana, qué raro que vengas a estas horas - dijo Mimi cerrando la puerta una vez que Ana había pasado.

Fue entonces, al darse la vuelta, cuando la rubia se detuvo a mirarla y se dio cuenta de que su amiga estaba llorando.

- Ana ¿qué te pasa? - preguntó con la preocupación reflejándose en su mirada. La canaria no pudo contenerlo más y sollozó mientras Mimi la envolvía con sus brazos - shhh tranquila, no pasa nada. No tienes que contarlo ahora.

Estuvieron un rato ahí de pie, abrazándose junto a la puerta del piso de Mimi hasta que esta notó que Ana parecía un poco más relajada. Dejó un beso en la cabeza de la canaria y se separó un poco para mirarla a los ojos.

- Ven - dijo Mimi llevándola de la mano a su habitación.

Puso en pausa el capítulo de "Cómo defender a un asesino" que estaba puesto en la televisión que tenía frente a su cama, e invitó a Ana a que se sentara.

- Voy a por un vasito de agua, ¿vale? - dijo con dulzura mientras la morena, que seguía con la mirada baja y llorando con el corazón encogido, se secaba las lágrimas.

Pocos minutos después, Mimi volvió ofreciéndole el vaso y un paquete de pañuelos que Ana aceptó con algo parecido a una sonrisa. La andaluza se sentó en la cama apoyando su espalda contra el cabecero y esperó en silencio a que Ana bebiera y se tranquilizara un poco. Lo último que esperaba esa noche era encontrarse con un drama así, y aunque quería saber el motivo, no quería presionar a Ana para que se lo contara. Cuando parecía más calmada, la morena se giró y miró a Mimi todavía con lágrimas en los ojos.

- Lo he dejado - fueron las únicas palabras capaces de atravesar el nudo que tenía en la garganta. Si Mimi se sorprendió, no lo mostró. Hizo todo el esfuerzo del mundo porque no se notara que le alegraba aquella noticia porque, a fin de cuentas, sabía que a Ana le dolía.

- Ven aquí - dijo Mimi invitándola con un gesto de su mano a que se acercara. La canaria pareció dudarlo un segundo, pero finalmente se quitó los zapatos y se subió a la cama para acurrucarse junto a Mimi y apoyar la cabeza en su pecho.

Durante unos minutos se quedaron así, en silencio, mientras Mimi miraba de reojo cómo las lágrimas seguían saliendo de los ojos de la canaria y se sorbía la nariz de vez en cuando. Comenzó a acariciarle el pelo con suavidad para relajarla y al final consiguió que Ana volviera a hablar.

- He sido una gilipollas, Mimi. Todo este tiempo...no me di cuenta de lo que estaba haciendo para perjudicar el pr, para seguir en el foco - soltó con un suspiro.

- Ana, no hace falta hablarlo si no te apetece eh. Si prefieres descansar o ver la tele, o lo que sea...

La canaria levantó la mirada dedicándole una pequeña sonrisa y volvió a apoyarse sobre su pecho, esta vez pasando su brazo por la cintura de Mimi para abrazarse a ella.

- Mimi, muchas gracias... - murmuró.

- Nada de gracias, Ana. Para eso estamos.

- Si, Mimi, que has tenido que aguantar mucho por mí y eso no lo hace cualquiera. Joder, no sabía que me iba a poner así - dijo volviendo a limpiarse las lágrimas y soltando una pequeña risa - si en el fondo sabía que tarde o temprano esto acabaría pasando.

Exigencias de contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora