Valeria no durmió bien esa noche.
—Me..., me tengo que ir —Luis por fin habló, ya los dos encontrándose afuera de sus respectivas habitaciones, sí; qué lindura todo aquello, dormían cerca.
—Entiendo —le respondió ella, atrapando con timidez su labio inferior.
Luis se marchó con el pantalón empapado, dando apenas cinco pasos para llegar a la habitación que compartía con Gabriel. Valeria intentó meterse a la suya, pero pegó contra la puerta que todavía se encontraba cerrada, haciendo que Luis se riera antes de introducirse a su recámara.
—¡Qué tonta! —se recriminó pegando la cabeza intencionalmente.
Esa noche ella no pudo dormir bien.
¿Cómo podía hacerlo? No podía dejar de pensar que esa medianoche Luis se preocupó por ella, le dijo que le había encantado besarla, y jugaron mojandose.
¿Cómo podía dormir? A penas hace tres días lo había conocido y estaba segura que le lloraría tres vidas.
En esta vida, en la siguiente, y en la siguiente.
Tal vez desde la pasada le estaba llorando.
Eso tendría más sentido, pues tan solo verle y su corazón se enloquecía. Tendría sentido que causara eso en ella desde una vida pasada y no en apenas tres días.
¿Estaba loca en afirmar aquello? Tal vez, pero ella era feliz con esa locura.
Sin embargo, la situación en la que estaba era abrumadora. Ella estaba con Sebastián, él llorará al saberlo, y el perdón no se involucra en la convalecencia. Por el otro lado, también estaba la novia de Luis, y ese pensamiento golpeaba su consciencia, porque la locura que estaba pasando con ese hombre ajeno, no tenía el perdón de nadie.
Pero ella lo sentía tan suyo, que decidió hacerse la ciega.
☁︎☁︎☁︎
Día cuatro
Las puertas del mismo elevador se abrieron otra vez.
Valeria se unió a lado de Luis en el espacio cerrado, y no hubo ruido, apesar de todo lo que había pasado la noche anterior, ellos apenas hablaron.
—¿Qué tal dormiste? —Valeria preguntó.
—Bien, ¿tú qué tal dormiste?
—Igual —mintió respondiendo enseguida.
—Me alegro.
Las puertas se habían abierto luego de un incesante ambiente lleno de silencio, pero con dos cuerpos que mantenían a la censura los gritos del corazón por querer salir.
—Bueno... nos vemos, yo iré por aquí —dijo Luis viendo como Valeria se dirigía hacia el otro lado.
Un obstáculo le había detenido el camino: los brazos de su novia.
—Hey... —mantuvo la palabra en el aire; no se atrevía, después de aquello ya no—. Hey —terminó por repetir.
—¿Qué tal dormiste? —le había preguntado lo mismo, pero él lo había sentido tan diferente. Asiduo a la cordialidad, le respondió de igual manera, y ella, tomandole el brazo y colocandolo en su hombro como una prenda de vestir, no le dijo nada más.
Valeria solo le intercambió una mirada por encima del hombro, para luego seguir caminando como si no fuese de su incumbencia. Que rara había sido aquella locura recíproca, mientras Valeria se había detenido a verlo, él la había volteado a ver.
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Arrebol del Atardecer #1
PoetryEn el cielo se oirá su nombre entre las brisas tardías porque el arrebol será su aclamador. Él es testigo de toda la pena y dolor. Que el viento recuerde aquellos días, donde ella ofreció todo su amor. En aquel atardecer rojo, por culpa del sol. ...