VII

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Valeria al sentirse incómoda, conciente apesar de los tragos encima, se terminó marchando casi al retiro de los demás.

De nueva cuenta la inseguridad había regresado a ella, cada hipótesis le había golpeado violentamente la cabeza, y sobre todo, su corazón endeble se había roto mientras ese rompecabezas comenzaba a formarse.

"La mujer del enemigo muestra interés en mi, es el momento perfecto para aprovecharme de su idiotez, así le daría un golpe bajo y ganaría mi guerra contra él."

Todo aquello había sido demasiado obvio, pero algo en ella la había cegado, eran sus besos, su toque, su sonrisa. Pero él se la pasaba despotricando, había sido muy raro verlo de aquella manera la noche anterior, pero ahora lo entendía; él no tuvo misericordia de ella, no le daría la oportunidad de amarlo, y ella era muy abrumadora, pero todo aquello no importaba, ella ya entendía que él solo se estaba burlando de ella, solo se estaba burlando de su amor.

Había terminado de resignarse hacia su romanticismo pobre, en eso consiste cuando solo uno está enamorado: un amor pobre, sin estructura, sin fundamento, sin razón de existir. Le había llorado, estaría de luto unos minutos; y luego continuaría su vida como si nada ocurriese. Una desgracia más en su vida, ya hasta había perdido la cuenta, que más daba.

Curada de su amor, durmió apenas un par de horas, limpió el alcohol de su organismo, pero no del todo.

La puerta sonó.

Restregandose la cara adormilada, atendió a la puerta.

—Vete de aquí —le masculló, en su voz todavía se notaba la embriaguez, pero ya comenzaba la dura etapa de la resaca. Él, parado al otro lado de la puerta, y con mirada apenada, decidió no obedecer.

Vaya imbécil. 

—¿Me podría dejar dormir, señor? Que falta de educación despertar a una persona a estas horas de la madrugada.

—Quiero hablar...

—¿Y ese milagro? —le dijo fingiendo sorpresa, con una voz fingida de felicidad y gozo, hasta una risa intentó salir de ella, pero se escuchó más como un resoplido— Había escuchado decir que era muy tonta, y debido a eso no creo poder entenderlo, pues no estoy en su misma condición.

—Perdón por llamarte tonta, no lo eres, el idiota y tonto soy yo. Pero necesito hablar contigo, y no me iré hasta que me escuches.

Valeria abrió la boca para decir algo, pero solo llegó a resoplar antes de intentar cerrar la puerta. Luis empezó a luchar para que no lo lograra, pero ella colocó todo su peso.

—Valeria, por favor, escuchame.

—Tus brazos de colita de perro no te van a ayudar.

—¡Valeria! ¿era necesario decir eso?

—¡Ya vete!

—Escúchame.

—¿Qué tengo que escucharte? No somos amigos, no tenemos nada de que hablar.

Suspiró intentando extenderse, pero no lo lograba al estar en aquella posición.

—¿Por qué me hablas así de molesta? ¿Es por lo que pasó allá?

—Es por tu estúpido plan del que me acabo de dar cuenta —dijo sin más tapujos.

—¿Qué? —al verse confundido, dejó de poner presión, pero Valeria ya había abierto la puerta para reclamarle.

—¡Deja de fingir!

Luis la vio demasiado confundido, pero al indigar un poco en su mirada, y sin entender del todo lo que había dicho, había entendido que ella había reflexionado de más, llegando a una conclusión errónea. Él se llevó los dedos al puente de la naríz.

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora