XI

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Al llegar a su cuarto, ella tiró la bolsa del vestido a la cama, y luego entró al baño. Se vio en el espejo, su cabello estaba pulcramente peinado y alisado, tenía la cara lavada, y se vio hacer muecas mientras meditaba.

El vestido que traía era completamente cubierto, era azul marino, apretado a su cuerpo. Se lo quitó haciendo volar su cabello, luego regresó a la habitación dubitativa al ver el vestido que le había comprado Luis. Al final tomó la bolsa, y volvió a entrar al baño.

Abrió la bolsa con delicadeza. Sus dedos pálidos quitaron las grapas, y se dejó ver la tela blanca, una tela diferente estaba unida al torso, era de encaje transparente. Ella se mordió los labios dudando nuevamente, pero al recordarlo a él, estuvo segura de quedárselo.

Recordó su rostro coqueto con una sonrisa, y se imaginó sus manos sobre ella recordando el toque de su cintura. Ella estaba en ropa interior, se veía por el espejo del baño, pero al pensar en él, decidió quedarse desnuda.

Sí, ella se iba a tocar pensando en él. Había sido tanto el pensamiento que había terminado fantaseando con él. Recordó su voz, su sonrisa, sus manos; pero ella solo se veía en el espejo sin emplear ninguna acción. Cerró sus ojos transpirando, arqueó su cuello hacia atrás, y en un abrupto pensamiento, intentó apartar sus sentimientos.

Tomó el vestido y se lo echó encima. Ella regresó a su habitación fingiendo que no había pensado aquello, luego, mecánicamente, decidió peinar su cabello para apartar sus pensamientos, pero sabía que terminaría bañándose con agua fría.

Pasaba el peine sin dificultad mientras apretaba sus piernas ante el instinto que sentía, y sin esperarlo, el artífice de aquellos pensamientos se apareció en el umbral de la ventana.

—Te ves hermosa —fue lo único que le dijo cuando Valeria volteó a verlo.

—Bueno, tú no entiendes —logró decir bajo, pero esta vez estaba sonriendo.

—Intento alejarme pero... no puedo.

Valeria atrapó su labio para evitar la emoción que se avecinaba por su cara.

—Ven —dijo ella, y bajaron a la sala tomados de la mano.

—Todavía tienes los tulipanes amarillos que encargué para ti —dijo acercándose a ellos—. Pensé que los tirarías.

—Están muy lindos, no lo haría.

—Bueno, adelantemos esto, dime otra vez que quieres que me vaya porque no me quieres. Ya me cansé de ilusionarme.

Ella estaba apunto de decirle algo, pero la puerta la interrumpió.

—Por favor que no sea Sebastián, por favor que no sea Sebastián —ella rogó murmurando hacia el cielo.

—Vale, soy yo; Sebas.

—¿Enserio? —dijo enojada hacia el techo.

—Maldita sea, ese idiota está aquí —él murmuró viendo la puerta de la entrada.

—Si te ve aquí, me va matar —ella exclamó preocupada, luego encontró una solución—. Sube a mi cuarto y escondete.

—¿Cuánto tiempo estaré ahí?

—No sé, yo te aviso —él obedeció.

—Valery ¿Está ahí?

—Sí, eh... espera —ella esperó un momento antes de abrir.

—Ah que bonito vestido, no se lo había visto —la sonrisa de Valeria estaba en rictus, mostrando su hermosa sonrisa, deseando que Sebastián se fuera.

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora