XX

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—¿Vendrás a vivir conmigo?

No sabía que responderle, pues no era tan simple.

—No lo sé, Luis...

—¿No quieres estar conmigo?

—¿Quieres que te sea sincera? No me siento segura.

Luis suspiró comprendiendo. —Soy un idiota, perdón —inmediatamente intentó irse, pero Valeria lo detuvo con la voz.

—No te vayas... Luis.

—¿Sabes? Es ese el problema —volteó a verla—. Me encantas tanto Valeria, que siempre que me dices que no quieres que me vaya, no puedo evitar sentir un cosquilleo al saber que no quieres que lo haga. Nunca había sentido esto con nadie, yo nunca sentí mi cara arder de emoción cuando tus labios me tocan, tampoco cuando tu voz dice mi nombre o cuando juegas con mi cabello. El solo verte, me hace sentir completo. Perdóname si soy un imbécil, es solo que nunca había tenido esto con nadie, supongo que no quiero perderlo... yo... no quiero perderte. Estoy enamorado de ti.

Se le había olvidado como respirar. Su cara ardía, su corazón latía con frenesí, y en su rostro estaba los cimientos del pasmo: había caído en los encantos de él, otra vez.

—Es que... —suspiró recuperándose, aguardó algunos segundos— también estoy enamorada de ti.

—¿Puedo ser más afortunado? No, Valeria, no puedo.

—Pero no es tan fácil Luis, no puedo irme a una casa a vivir contigo así nada más.

—¿Por qué?

—¿Qué les diré a mis papás?

Al pensar en ellos, había recordado que esa mañana su madre la estaba espiando por la puerta. Valeria revisó la puerta con ese pensamiento, pero ninguno de los dos estaba cerca.

Suspiró aliviada. Inmediatamente sintió a Luis cerca, él se había acercado demasiado a ella.

—Prometo que todo saldrá bien si aceptas —le susurró.

—¿Qué le diré a mis papás? —susurró también.

Lo vio y como si su mirada la controlara, Valeria estuvo dispuesta a recibir órdenes.

—Diles que te tienes que ir.

—El problema no es ese, ya te lo dije, ellos van a querer acompañarme para despedirse.

—Diles que no hace falta...

Se vio atrapada entre Luis y la puerta. Él se había acercado tanto, que podía sentir su respiración.

—Por favor...

Sumisa, así era ella.

—Lo haré.

Él sonrió triunfante antes de acariciar su nariz haciendo un beso esquimal.

☁︎☁︎☁︎

—¿Valeria? —escuchó que tocaban la puerta.

—¿Sí? —frotó sus ojos aún estando dormilada, se había quedado dormida al lado de Luis hasta que la noche había caído.

—¿Quieres comer?

—Eh... —antes de responder, vio a Luis todavía dormido—. No, estoy bien.

—¿Segura? ¿Puedo pasar? —su madre intentó abrir, pero la puerta estaba cerrada con seguro.

—No, estoy bien, después bajo.

—Está bien —después le escuchó alejarse.

—Luis... —le susurró bajo para despertarlo, él lo hizo lentamente—. Luis, te tienes que ir, tengo que bajar.

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora