XV

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—Creo que ya es mejor que regreses con Sebastián, seguro ya se cansó de probarse tanta ropa —dijo mientras acariciaba su mano  con su pulgar.

—Pensé que no te importaba —Valeria le sonrió levantando una ceja.

—Obvio que no me importa, me importa más la empleada a la que le pagué. Seguro ya ha de estar harta de estarlo distrayendo con ropa, ya pasó mucho tiempo.

—Tienes razón, es mejor que ya regrese.

Regresaron a la tienda. Él se despidió de ella y se marchó sin decir nada más.

—¿Valeria? —una encargada de la tienda se acercó a ella en ese momento.

—Sí —respondió extrañada volteando a verla, ella suspiró aliviada al verla.

—Qué bueno, ya me cansé de esperar —dijo un poco harta, ahí supo que ella era la cómplice de Luis.

Caminaron hasta los vestidores, ahí vio a Sebastián con otro encargado de la tienda.

—Mi amor, el traje está cute pero con esos zapatos no papasito —dijo el empleado que lo ayudaba, se había llevado la mano al rostro decepcionado.

La empleada tosió llamando su atención. —Paúl —los dos voltearon a verla. Sebastián, al ver a Valeria, sonrió con la boca cerrada; Paúl también había sonreído, pero él se encontraba aliviado al verla, estaba rescatado del martirio en el que estaba.

Paúl volteó a ver a Sebastián. —Ese traje con los zapatos del traje anterior, eso es perfecto para ti —dijo yéndose feliz, caminó cerca de ellas y antes de irse susurró: —Por fin, ya me estaba hartando —luego de eso desapareció.

—¿Encontró el vestido perfecto?

—Eh... —maldita sea, no—. Es que todos están hermosos, nunca me decidí.

—Cómo yo ya tengo lo mío, creo que lo mejor es comenzar a ayudarla —le sonrió achinando sus ojos.

Sebastián volvió a entrar al vestidor para cambiarse y luego le ayudó a elegir un vestido.

—Es precioso —dijo Valeria viéndose en el espejo luego de salir del probador— creo que ya me gusta el rojo.

Vio a Sebastián atrás de ella por el espejo y le sonrió. Él colocó sus manos en los hombros de ella y luego besó uno de ellos.

—A mi me gusta como se te ve el rojo.

Por un momento se imaginó a Luis en lugar de Sebastián. Inmediatamente salió de esa ensoñación, vio a su novio nuevamente, él la abrazaba con cariño por detrás mientras sonreía.

Valeria suspiró, pero no supo a que vino tal suspiro.

—Te ves muy hermosa —le dijo balanceándose lentamente mientras la abrazaba—. Me gusta venir a comprar vestidos con usted, porque me gusta verla hermosa con cada uno, porque la belleza está en usted, no en esas prendas.

Sus manos fueron a su cadera mientras se acercaba más a su cuerpo y le besó el cuello. Ella volteó y él aprovechó para juntar sus labios con los de ella.

Y aquí era la diferencia de los labios de Luis y los de él. Los de Luis eran hermosos al tacto, eran cálidos y atrevidos; le hacían perder la cordura y le inspiraban para decir cursilerías que no salían de sus labios por los trémulos movimientos en todo su cuerpo. Los de Sebastián no; ellos eran ágiles, reflejándose las experiencias que tuvo que haber pasado para llegar a tomarlo de esa manera. Eran sútiles cuando él quería, pero habían fuego en ellos, fuego que no era correspondido como debía ser. Era un fuego que tomaba una dirección que los de Valeria no iban a tomar, solo se mantendrían tal y como él los quería, pero sin ser mutuo, había ese error en la ecuación, sus labios podían sentirse vinculados con los suyos, pero su corazón nunca llegaría a estarlo.

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora