Capítulo 3

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— ¿Dónde diablos estará...?

Se encontraba sentado en el parque mirando la hora. Se suponía que se juntarían allí después del trabajo, mas Brian no aparecía.

Por ningún lado.

— ¿Le habrá pasado algo? —se preguntó con nerviosismo dándose pequeños golpes en las piernas con las palmas de las manos.

Comenzaba a asustarse, así que decidió volver a su casa para intentar llamar a Brian desde allí.

Caminó asustado hasta que finalmente llegó.

— Hola, bebé ¿por qué tardaste?

Oír su voz allí lo desconcertó, se suponía que iban a juntarse en el parque a pasear como cuando estaban empezando a ser novios.

— Oh, lo olvidé —dijo sin más—. Para otro día será, ¿hacemos algo para cenar?

Su actitud lo molestó aún más, reprochándole el haberlo hecho esperar, los sustos pasados y su indiferencia ante el tema, Brian simplemente replicaba que no siguiera exagerando y que aquel error podía pasarle a cualquiera.

Aquella noche, Brian durmió en el sofá.

A la mañana siguiente, Roger despertó y al encontrarse solo en la cama recordó la discusión anterior y suspiró con pesar.

¿Cuándo Brian se había vuelto de esa forma?

Ya casi no se parecía al dulce y atento novio que había sido antes. Ya siquiera le importaba que él se enojase.

Simplemente le era indiferente a aquello.

Decidió bajar las escaleras a prepararse el desayuno sin muchas ganas de hacerlo, de todas formas, el hambre le ganaba y terminó levantándose de todas formas.

Colocó agua a hervir y comenzó a esparcir mantequilla en el pan que acababa de tostar, cuando sintió que lo rodeaban por la cintura.

Dio un respingo y suspiró.

— Lo siento —fue lo único que pronunció Brian mientras lo abrazaba con más fuerza.

Al inicio no respondió, no estaba seguro de qué decir, siempre que cedía muy rápido Brian aprovechaba de una u otra forma y seguía igual.

Estaba aburrido de aquel tedioso círculo vicioso y solamente quería que todo fuese como era antes, cuando eran novios y se sentían tan vivos y tan felices con un simple beso.

— Rog... por favor —besó suavemente su cuello—. Perdóname por favor... —a continuación besó su mejilla.

Roger no hacía nada, solo se quedaba allí estático mientras se encontraba aún con la tostada y el cuchillo con mantequilla en la mano.

— Mi amor...

— No me digas así ahora —murmuró con la voz quebrada, aburrido de las discusiones diarias con su marido.

Brian seguía pidiéndole perdón y besando su mejilla. Roger no hacía nada, ni dejarse llevar, ni empujarlo. Nada.

— Sé que estás dolido... —siguió dándolo vuelta delicadamente para acariciar su mejilla con una mano.

Roger apoyó ambas manos en la mesa de la cocina y desvió la mirada, incómodo.

— Roggie... háblame... —pidió—. Mírame...

Roger suspiró, tomó su rebanada de pan y se fue de la cocina, dejando a Brian solo.

(...)

Sintió como tocaban la puerta cerrada de la habitación, sabiendo de quién se trataba.

Abrió, no podía ignorarlo por siempre.

Brian tenía un ramo flores en la mano y una mirada triste.

— Perdóname —dijo.

Roger tomó las flores y las lanzó lejos, odiaba cuando Brian intentaba comprarlo.

Y cerró la puerta.

(...)

Salió al baño, tenía los ojos hinchados y las pestañas húmedas, pero siguió hacia el lugar ya indicado inexpresivo.

Al salir, se disponía a volver a lo que parecía el refugio de un ermitaño, mas la voz a sus espaldas lo hizo detenerse.

— Roger Meddows Taylor, desde el día en el que te vi supe que pasaría algo entre los dos, aunque claro, teníamos como cuatro años —de oyeron pequeñas risas—. Todo en ti me cautivó profundamente, todos tus gestos, tus emociones, y esperaba algún día volverme parte de tus recuerdos más felices. Afortunadamente, creo haberlo logrado, al menos parcialmente, o al menos eso me gustaría creer, porque Roggie, bebé, eres lo más importante que tengo y que jamás tendré, y jamás dejaré de amarte, pase lo que pase.

Conocía a la perfección aquel discurso, era el voto matrimonial de Brian.

Se dio la vuelta mientras las lágrimas volvían a inundar sus ojos. Allí estaba Brian, mirándolo nervioso y triste.

Y lo abrazó, prácticamente corrió hacia él y lo abrazó con fuerza a tiempo que se besaban apasionadamente y llenos de alivio y amor.

— Perdóname... —murmuró Brian.

— Está bien, amor... solo... no lo repitas.

I want to fix it [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora