— Y... yo diría que también añadas harina —concluyó.
— Listo, ya lo anoté —respondió el rizado dejando el lápiz a un lado y metiendo el papel en su bolsillo.
— ¿Quedaba bicarbonato? —preguntó Roger.
— ¿Y para qué quieres bicarbonato? —se extrañó Brian.
— Pues para cocinar, claramente, lo puedo utilizar en varias com-
Se interrumpió al sentir que chocaba con algo, o pasaba sobre algo.
Asustado, detuvo el auto y se bajó a ver lo que era, junto con Brian.
— Solo era un perro... —suspiró sin evitar sentirse aliviado, puesto que creyó que era una persona y e tal caso iría a prisión.
— ¿¡Solo un perro!? —exclamó Brian con indignación—. Los perros también son seres vivos, Roger.
— Sí, y me siento fatal por eso —dijo con sinceridad—. Pero si era una persona iría a prisión, ¿comprendes?
— Qué frío —comentó el rizado cruzándose de brazos.
— Hay que llevarlo al veterinario —propuso Roger intentando levantar al canino que yacía en el suelo, probablemente muerto—. ¿Viste de dónde salió? Yo honestamente no lo ví...
— ¿Quién es el idiota que tenía que estar pendiente del camino y por hablar de su estúpido bicarbonato no lo hizo? —preguntó a su vez Brian a modo de respuesta.
— Bri... perdóname... sé que adoras los animales y...
— Vete al diablo, Roger —respondió seco tomando al perro por su cuenta y colocándolo delicadamente en el asiento trasero del auto—. Y trata de no atropellar a nadie más en el camino.
Roger suspiró apenado y molesto al mismo tiempo, y subió al auto, encendiéndolo y partiendo una vez que Brian hubiese subido.
En silencio, llevaron al perro a la veterinaria, lo atendieron, pero lamentablemente no se pudo hacer nada.
— Serán... quinientos euros.
— ¿¡Qué!? —exclamó Roger—. ¡Pero el perro siquiera es mío!
— Sí, pero alguien debe pagar su tratamiento —argumentó el veterinario.
— Te pasa por atropellar perros, Taylor —comentó Brian aún molesto. Roger lo miró de la misma forma.
— ¿No hay modo de hacer una rebaja o algo? —preguntó ignorando el comentario de su esposo.
— No, lo siento mucho, pero los insumos y tratamientos utilizados son de alto costo y se deben reponer de una u otra forma —dijo el veterinario. Roger suspiró y asintió.
— ¿Permite tarjeta de crédito?
(...)
— No puedo creer que atropellaras un perro —comentó Brian una vez venían de vuelta.
— Fue un accidente —se defendió el rubio—. Lo siento.
Brian no respondió.
— ¿Sabes? Yo conduciré —dijo.
— ¿Ah? ¿Por qué? —preguntó Roger sin quitar la vista del volante.
— Porque no quiero que sigas matando seres vivos —respondió y colocó sin más el freno de mano, haciéndolos parar súbitamente.
— ¿¡Qué diablos te pasa!? ¡Nos pudieron haber chocado! —exclamó Roger.
— Me importa un rábano, bájate —respondió el contrario.
— No.
— ¿Perdón?
— No pienso bajarme, no me puedes mandar —respondió el rubio—. Si no quieres "que siga matando perros" ve y camina a casa solo.
— Me iré caminando, pero no a casa —respondió Brian y comenzó a irse.
Roger suspiró y por unos momentos apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, luego siguió manejando hasta la casa.
Cuando llegó, Brian estaba allí.
Se sorprendió y comenzaron a hablar de lo sucedido. Ambos se disculparon y se arreglaron.
Comenzando nuevamente el círculo vicioso.
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I want to fix it [Maylor]
Fanfiction¿Puede un matrimonio roto volver a pegar sus piezas? [iniciado el 4 de agosto de 2019] [Emily Adler 2019] [Capítulos cortos]