Capítulo 9

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Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue empujar todo lo que había en la mesa más continua al suelo.

Luego, llorando, subió las escaleras y se lanzó a la cama para abrazarse de la almohada que en un pasado su esposo ocupó por un tiempo relativamente corto. Aún podía sentir su olor, pese al tiempo pasado desde la última vez que había dormido allí, exactamente dos meses y medio.

En su mente recreó una y otra vez los momentos que vivieron. Extrañaba ver los ojos de Roger brillar con alegría. Claro, cuando se atrevió a ir a la casa de Syd también brillaban, pero era un brillo completamente distinto, era un brillo que mostraba las lágrimas que se acumulaban dolorosamente en aquellos dos zafiros que tanto amaba.

¿Por qué había descuidado tanto todo? Ni siquiera recordaba. Ni siquiera había una razón. Simplemente el trabajo comenzaba a estresarlo más de lo que le hubiese gustado y a veces quería estar solo. Aquello era normal, ¿no?

Comenzó a intentar recordar cuando los problemas empezaron, la primera gran pelea, hacía ya ocho meses atrás. La primera vez que durmió en el sofá y que Roger no le habló por un día completo. Suspiró.

Ya llegué —dejó las llaves sobre el mesón de la entrada, no tardó en ver a su marido entrar a saludarlo.

— Hola, mi amor —lo abrazó por el cuello y lo besó castamente en los labios para luego sonreírle—. Te extrañé.

— Solo me fui por unas horas —sonrió sin realizar movimiento alguno para corresponder al abrazo que Roger intentaba formar, le dolía el cuerpo por estar tan curvado en la oficina.

— Pero aún así se me hicieron eternas —colocó la cabeza en su pecho y esperó pacientemente a que Brian lo abrazara devuelta. Aquello no sucedió—. ¿Qué pasa, Bri Bri? ¿Todo bien?

— Sí, Rog, solo estoy cansado —dijo soltándose de su agarre y moviendo el cuello en círculos para intentar librarse del dolor de espalda, prosiguió a sentarse en la sala de estar básicamente dejándose caer en el sofá.

Roger no tardó en ponerse tras él y volver a abrazarlo para luego besar su mejilla. Pese a que ya había pasado un año, no dejaba de sentirse como un recién casado y estaba más feliz que nunca, haciéndose grandes esperanzas de lo que podría pasar en aquel futuro compartido.

— Hm... tranquilo, puedo hacerte un café si quieres —propuso.

— No, gracias.

— Eh... bueno... ¿y si subimos? Quizás podamos acostarnos temprano y puedo abrazarte y...

— ¡No! ¡Ya déjame tranquilo! —masculló con molestia.

Y ahí había comenzado la discusión. Roger había respondido con un "entonces si quieres estar tranquilo puedes dormir en el sillón" y había subido las escaleras molesto. No se habían hecho las pases hasta el día siguiente en la noche, cuando tras hablar decidieron realizar la propuesta que Roger había dado antes, dormir en los brazos del otro.

Ahora comprendo... —susurró—. Fui un imbécil contigo, ¿no es así?

Se sentía fatal, pero sabía que quizás su situación no cambiaría así como así. Las cosas estaban terriblemente mal.

— Mereces lo mejor —dijo—. Y claramente yo no lo soy.

(...)

— Rog, por favor cálmate...

— ¡Y-Ya no puedo más! ¿¡Q-Q-Qué mas quiere de mí!? ¡L-Le di todo de mi y aún así...! —seguía llorando y llorando, con el rostro rojo y empapado de lágrimas y sintiendo el sabor salado de estas cuando caían sobre su boca.

— Es un imbécil —puntualizó Syd—. No te merece... es un miserable...

— Es el amor de mi vida —admitió Roger y volvió a colocar el rostro en sus rodillas que seguían flexionadas. Siquiera se había movido de la puerta y ya estaba oscuro.

— ¡Es un maldito! —exclamó Syd—. Escucha, no tienes que dejarte entristecer por él. Tú vales más que eso...

— Jamás pensé que esto iba a suceder, Syd —siguió llorando—. Cuando nos casamos... pensé que todo sería como un cuento... terminó siendo una tragedia.

— Vamos, Rog... tampoco fue tan así... ¿no?

— No... —admitió—. Pero de todas formas... —suspiró y se pasó las manos por los ojos—. Diablos, sigo amándolo aunque me haya tratado así. ¿Soy muy tonto por eso?

— Por supuesto que no, Rog... —dijo Syd—. El amor es extraño. Nos lastima y aún así se queda con nosotros en nuestro corazón.

— Aún recuerdo cuando comenzamos a salir —sonrió tristemente—. Como si hubiese pasado ayer. Fue tan mágico. Simplemente de la nada me besó y supe que por primera vez en mi vida todo estaría bien. Dios... tenía diecisiete años... he pasado casi toda mi vida con él.

— Lo sé... —suspiró Syd—. Pero te prometo que saldrás adelante. Es más, hoy mismo saldremos y de seguro conocerás a alguien, ¿te parece?

— No... no quiero, pero gracias... —suspiró—. Quiero quedarme aquí.

— Rog, llevas los últimos dos meses u medio aquí. Te hará bien salir un rato.

— Aún no estoy listo —musitó levemente. Syd asintió comprensivo y le dio un abrazo.

— Vas a estar bien —aseguró—. Y si no, yo mismo me encargaré de cortarle el amigo a Brian.

Roger rió levemente.

— Gracias, Syd, eres el mejor.

Decidió que era hora de irse a dormir, así que subió las escaleras con lentitud hasta el cuarto de huéspedes, donde él llevaba viviendo el último tiempo. Se durmió con rapidez debido al sueño que le provocaba el ardor de las lágrimas anteriores y no supo que en aquel momento Syd hablaba con John, Freddie y Samantha para preguntarles qué hacer.

— B-Brian.

— Hola...

— Si viniste por el di-

Brian lo acababa de interrumpir besándolo en los labios, tomándolo por la cintura y acercándolo a él. Y correspondió. No lo evitó, correspondió, se dejó llevar e incluso abrazó al mayor por el cuello.

— Ya volví del trabajo, mi vida —le dijo Brian con una sonrisa—. ¿Qué quieres hacer?

— No lo sé —sonrió—. Creo que con quedarnos aquí los dos será suficiente.

— Hm... me parece perfecto —abrazó su cintura desde atrás y besó su cuello castamente—. Roggie, ¿me amas?

— Más que a nadie —respondió sinceramente—. ¿Y tú? ¿Me amas?

— Te adoro. Y lo haré hasta que la última Estrella caiga del cielo.

Despertó. Tenía que dejar de soñar con él.

Eran las cuatro de la madrugada. Syd de seguro estaría dormido. Se restregó un ojo y se percató que de pronto ya no tenía sueño.

Había mezclado la última visita de Brian con aquel tiempo de recién casados que tanto añoraba. Malditos sueños, te hacen ver una realidad incorrecta que por un segundo terminas creyendo.

Se sintió como un imbécil, sin lograr dejar de amarlo. Sin embargo ¿qué podía hacer? Solo le quedaba olvidar.

Aunque sabía que aquello sería difícil.

I want to fix it [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora