L e_C o u r a g e .

12 2 0
                                    

; ; M a r v e l o u s 


Hace mucho tiempo, aquel híbrido fue elegido para ser la mano derecha de un rey que supuestamente protegía a todos sus seguidores a capa y espada. Aquel hombre que lo refugió en su palacio, aprovechándose de su soledad e inocencia, obligándolo a cumplir sus órdenes con la promesa de compensarlo con algo de comida o quizás breves minutos de descanso.

Él solía perder su mirada en los hermosos ventanales del castillo cuando tenía que limpiarlos por obligación. A veces deseaba desaparecer, aquel hombre que le arrebató los sueños, el ogro de su cuento de hadas, sembró la tristeza en su corazón y el profundo deseo de ser libre forjado en su ya fatigada mente. En sus ojos se encontraba reflejada la nostalgia del ayer, aquellos momentos por los que daría hasta el alma para permanecer hechizado en un viaje de memorias dignas de recordar por la eternidad. Sus noches melancólicas pasaban tortuosamente lento, en las que la luna era la única testigo de sus inmensas ganas de terminar con todo, de sus ganas de ser feliz, pero que la cobardía como cristales incrustados en su pecho le impedía, la inseguridad y el pesar en su alma lo hacían ser como era, como un esclavo que no servía ni serviría de nada, como un muñeco vacío que viviría para complacer a otro que lo envenenaba con rencor el cual poco a poco iba abandonando la parte más recóndita de su corazón, creando un tornado de sentimientos que atacaban al espécimen como si se tratara de la lluvia más impetuosa.

Ese híbrido recordaba vagamente a su madre, una mujer de semblante ligeramente deprimido, con la mirada casi siempre gacha, con aquellas orbes carentes de vida y felicidad. Su cuerpo era precioso, digno de una reina pero siempre oculto como obligación y tradición de su ausente familia. Solía ocultarlo con prendas holgadas de colores sólidos que sólo rebelaban su cuello, rostro y apenas la punta de sus pies, atado firmemente con una cuerda en la cadera. Por otra parte, su padre era de una complexión robusta, de vestimenta algo llamativa pues le gustaba vestir con trajes tradicionales irlandeses femeninos. Aquel hombre, a diferencia de su mujer era alguien realmente sensible pero no por eso dejaría de ser varonil. Enfocado más bien en su cuidado personal, estando demasiado ocupado en suavizar su piel además de embellecer su imagen hasta en los días libres. Su principal defecto: era muy superficial, sobretodo en objetos de valor comercial.

La personalidad de su madre era totalmente diferente, alguien exigente, dura en el sentido de educar llegando a ser irracional en algunas cosas, de mente cerrada y anticuada, sin embargo, dentro de todo era una buena madre, educando a su hijo con ayuda de su padre, enseñándole los modales básicos que a todos nos han inculcado cuando niños, pero en sus intentos por meterle ideas erróneas a la cabeza, él se mantuvo firme optando por ignorarlas aprendiendo por sí mismo que las madres no siempre tienen la razón. Tanto su madre como su padre no eran tan cariñosos que digamos, los juguetes que recibía terminaban intactos en un rincón de su cuarto, jamás se animó a jugar con los demás niños ya que no le agradaba el comportamiento bruto de cada quien, no obstante disfrutaba de la agradable compañía de las niñas, escuchando sus historias y riendo con ellas, pero tan rápido como alguna amiga llegó a su vida, terminaron alejándose de él. Siempre estuvo consciente de las críticas hacia su grandísimo gusto por las flores, pasándosela en su rincón para disfrutar de su aroma, colores y compañía, teniendo así un amplio conocimiento sobre estas. Le gustaba quedarse escuchando a escondidas las historias que solían contar las madres ajenas a él. Aquellas señoras que adoraría tener como mamá, haciéndole mimos en la cabeza a su hijo o hija relatándole cuentos fantásticos en los que reflejaban la vida de diferentes personajes, diferentes vidas que podían variar: desde la princesa profundamente enamorada de un príncipe como la de un fuerte aventurero en busca de la paz ajena, algunas llamaban su atención por el arte de poder transmitir tantísimos sentimientos a la vez como felicidad, esperanza, tristeza, amargura, ira, adrenalina, nervios, melancolía, etc. Sentimientos que le recordaban que estaba vivo y que a pesar de todo podía tener el privilegio de ser llenado por cualquiera de éstos.

Viaje de memorias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora