; ; W o n d e r l a n d
Oye Briggitte, ¿puedes oírme?
Oye Briggitte, deja de jugar
Oye Briggitte, ¿en dónde se esconden esos cabellos azafranados?
Oye, cabeza de zanahoria, te esperaré en nuestro lugar secreto.
...
---- ¡Bien Le courage! Iré a buscar a otro guerrero, ¡no me tardo! Cuida mientras no estoy.
Exclamó ella dando una palmada, alejándose a paso tranquilo.
---- ¿Qué? ¿Ya te vas? Pero, pero ¡puedo ayudar! Sólo deja que me prepare.
Sugirió levantando sus manos al hablar, como señal para que aguardara por él. Habían pasado días desde su llegada a aquel planeta, días en los que Briggitte no hizo más que descansar gracias al esfuerzo que hizo en conseguir su principal deseo. Ahora, sólo faltaban los demás encargados de custodiar el lugar más sensible de todo el planeta, hogar de sus tesoros más sagrados e importantes.
---- No, no, ya te lo dije, necesito que estés aquí. ¡Vamos! Cuando vuelva te cocinaré esa sopa de champiñones que te prometí.
---- ¿No era un tenedor?
Formuló en un tono de voz bastante bajo.
---- ¡Adiós!
Sin más, la aventurera se adentró en el portal luego de articular esas palabras. Seguido de eso, saltando cada plataforma de tierra buscaba con la mirada algún planeta que llamara su atención, entre risillas, mientras sus cabellos azafranados se agitaban, levantando su fleco. Así siguió hasta aterrizar en ese pasillo que parecía interminable por lo extenso que era. Deslizando su mirar por cualquier lado, encontrando distintos planetas que parecían llamarla a gritos, pero, debía centrarse, primero: hallar algo de armería por si algo llegaba a pasar, luego, iría en búsqueda de aquel guerrero.
De repente fue disminuyendo la velocidad de su caminar, encontrándose con el planeta que recordaba a la perfección, planeta que seguía en ese pasillo falsamente interminable por no haber corrido peligro hace años. Así que, sin más, asomando las yemas de sus dedos por esa barrera acuosa, decidió penetrarla con su cuerpo entero, cayendo en varias volteretas, amortiguando tal caída en la suavidad de ese colchón. Al caer recorrió con su mirar todo su entorno, dando inicio a un caminar tranquilo hasta qué, dada la emoción cambió repentinamente, empezando a correr bastante rápido. Así siguió hasta que se topó con la aldea, era impresionante lo tanto que había cambiado, arrastrando los pies para frenar de golpe.
---- ¡¿Qué?! ¿Será que me equivoqué?
---- Bueno, este no es el único planeta gris con manchas moradas... ¡Claro que no! Obviamente que cambiaría, ¿Qué no recuerdas que han pasado cuatro décadas?
Decía su sombrero parlante.
---- ¡¿Y ahora qué hago?!
Dijo en un tono de voz infantil, llevando sus manos a su cabeza entrelazando sus dedos con los mechones de su cabello.
Al final la joven caminó por nuevas calles, buscando aquella herrería de estructura basada en sus memorias, percatándose inevitablemente de los cambios. Sabía que sólo el hombre que le dio algo de comer la recordaría por haber salvado a su familia de un hechizo cuyo efecto trataba de acabar lentamente con sus vidas, pudriendo sus entrañas con el pasar del cruel tiempo y aunque, a sabiendas de que esa raza no podría tener una vida tan corta como la de un humano, supuso que fácilmente el hombre que buscaba pudo haber llegado a los 300 años, algo muy común cuando de esa raza se está hablando.
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Viaje de memorias.
PertualanganEn un lugar donde todos aquellos que pasaron por males causados por ajenos a su situación, por las desgracias a las que fueron destinados, aquellos que no fueron aceptados por la raza humana vivían en paz bajo la protección y el cuidado de una hechi...