•CAFÉ•

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Mi nombre no significó nada para ti la primera vez que nos vimos, así como ahora, era una extraña con la que te tropezaste y le tiraste el café en la camisa.

En mis recuerdos está el momento en que te propiné un golpe directo al ojo. No sé cuántas veces te he pedido perdón por eso, sin embargo, cada que lo recordamos nos reímos de aquel momento.

Dos días después, salí con Erica a tomar un café y para mi sorpresa, el mesero que nos atendió era el mismo chico que golpeé y el mismo que se tropezó conmigo en la calle.

Bajaste la cara inmediatamente en cuanto me viste, yo me sentí realmente mal al ver tu moratón, además en esas cuarenta y ocho horas había considerado buscar al extraño al cual golpee para pedirle disculpas.

Sentí tanta vergüenza que no dejé que me trajeras el café, dejé lo que costaba y me fui. Junto al dinero que estaba en la mesa dejé una nota.

No sabía que la habías conservado hasta que, mientras buscaba unas baterías para el mando de la televisión, me encontré con una nota ya algo vieja con mi letra en ella.

No tengo ni la menor idea de por qué la guardaste, aunque meses después recibí una invitación a un restaurante bastante bonito al cual llegue tarde, y terminé corriendo intentando alcanzar al chico de traje.

Discúlpame por llegar tarde. Tú te esforzaste mucho por disculparte por lo del café y yo solo te propiné un golpe.

No pudimos volver al restaurante así que conversando por las calles terminamos en el restaurante para el que trabajabas, y aunque era mucho más sencillo y barato del que tú habías escogido, nos resultó mucho mejor de lo que hubiera resultado el otro.

Si algún día quieres leerla está en la que era nuestra habitación, guardada en el segundo cajón en la mesita de noche del lado izquierdo de la cama. Sea cual sea la razón por la que guardaste esa nota, quizás te ayude, pero solo sí despiertas.

Lo que no sabía y me enteré aquel día fue que, ibas corriendo cuando te tropezaste conmigo, corrías porque no podías llegar tarde a tu clase, si llegabas tarde te echaban. Para suerte tuya llegaste y tu maestro no, sin embargo para mala suerte llegaste seguramente con un ojo morado.

También me contaste que habías tenido problemas con tu novia en aquel momento, me dijiste que ella estaba harta de compartirte con alguien más. Para ese momento ustedes habían terminado y tú, al contrario que otra persona, estabas bastante feliz porque te habías liberado de un peso.

Con quién ella decía que te compartía era a tu niño de tres años.

Me explicaste que habías sido padre muy joven, pero que a pesar de ello buscaste la manera de salir adelante; trabajabas a medio tiempo de asistente de chef, estudiadas en línea y cuidabas a tu hijo. El día que me volteaste el café, estabas en un curso para ascender en el restaurante.

Me dejaste en claro que tu hijo era una prioridad, y créeme que te hubiera dejado botado allí mientras llamaba a servicios infantiles, si decías que no.

En el momento en que te pregunte por tu hijo, no paraste de hablar, me dijiste muchas cosas que le gustaban, su nombre, su color favorito, que le encantaba venir contigo al restaurante y cuando te diste cuenta, comenzaste a disculparte desesperadamente, tiraste la bebida sobre la mesa y mi vestido, rompimos un plato, tiramos la pasta sobre la mesa y tuvimos que limpiar todo. Salimos riendo luego de que el conserje nos terminara echando y dándote un escarmiento de ante mano.

Me acompañaste hasta donde pudiste, porque ya no podías dejar más a tu hijo con la niñera que, seguramente, esperaba muy impaciente su llegada. No hubo problema llegué bien a casa y antes de despedirnos, me di cuenta de que entre tantas cosas ni siquiera te pregunté tu nombre. Aquel suceso lo tomaste con gracia y yo necesitaba que me tragara viva la Tierra.

Me ofrecí de niñera antes de despedirme, me sonreíste y recuerdo como la primera vez que pronunciaste mi nombre. Fue momentáneo, inefable y efímero. Fue un momento que registré y me aseguré de que se quedara en mi memoria a largo plazo.

La impresión que me llevé de ti ese día creo que fue mucho mejor que la que me llevé al tropezarme.

La cosa es que cuando nos tropezamos, chocamos o se nos atraviesa otro coche en la calle, quizás ellos a nosotros, algunas veces no prestan atención a las señales; pero en otras, como lo es tu caso hay algo mucho más en el fondo por lo que llevan prisa, porque algo los motiva para ir corriendo sin importarle el mundo a su alrededor. Eso nunca lo había pensado antes de conocerte y chocar contigo.

Gracias por eso.

Gracias, porque hay muchísimas cosas que pasaba desapercibidas pero me enseñaste a verlas.

Mi intención no era extenderme así como la tuya no era derramar mi café. Los dos conseguimos algo bueno al final. Tú obtuviste a una amiga, alguien en quién confiar, y yo, un recuerdo agridulce, más dulce que agrio, que pensé que no recordaría en mucho tiempo, detalles que pensé que había olvidado y que, ahora, me parece una excelente perdida de tiempo, así como lo llamaste tú en su momento.

Fue una pérdida de tiempo.

Al llegar tarde perdí tiempo de hablar contigo, de conocerte más.

Pero, creo que también me hizo conocer algo que mucha gente no veía seguido, algo que quizás finges para que Ian se sintiera tranquilo y en casa.

Pude verte sonreír con sinceridad y creo que ese es uno de los mejores recuerdos...

Posdata: Algo que no te dije de ese día fue que era mi primer día de pasantía, lastimosamente me echaron por no estar a la hora y por la mancha en blusa.

EL DÍA EN QUE TE OLVIDES DE MÍ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora