Veintiuno

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-¡Yo no soy una persona!-le gritó Ai- No soy humana, no soy máquina ¡Soy nada! ¿Qué no lo entiendes? Todo lo que existe tiene un propósito ¡Yo no tengo ninguno! Que de la probeta en que me diseñaron resultara con conciencia ¡Fue el error! ¡Suéltame! ¡¡Suéltame!!

Ai era alegre,divertida y dulce. La que tenia en frente estaba llena de rabia,dolor y tristeza. Sus ojos grices que antes eran traviesas cortinas de humo, se habían vuelto un muro de concreto. Le dolía tanto verla así ¿Cómo ayudarla? ¿Cómo sacarla de ese pozo donde estaba inmersa? La soltó y ella se dejó caer sobre sus rodillas.

-Por favor...déjame sola-le pidió Ai.

Shin le hizo una señal a su asistente para que saliera. La verdad no quería dejarla sola, pero se retiró también cerrando tras él la puerta.

Nada le importaba a Ai en ese momento. Ni siquiera Shin. Simplemente todo carecía de valor porque ella misma no tenía valor alguno desde su perspectiva. Miró a su alrededor. Estaba en una habitación sencilla, pero bastante acogedora. Se levantó y se fue a la cama, allí encontró el relicario. Lo sostuvo en su mano un momento para con furia arrojarlo contra la pared. Más tarde cuando Shin le llevó algo de comer lo encontró en el piso. Pensó en devolverselo, mas si estaba ahí tirado era obvio que Ai no quería tenerlo.

-Volveré a verte más tarde,Ai-le dijo Shin y se guardo el relicario en el listón que llevaba en la cintura.

Ai había estado oculta bajo las mantas y se asomó a ver la bandeja sobre la mesa de noche por curiosidad. Descubrió algo inesperado;un caramelo. Lo miró y volvió a cubrirse la cabeza.
Shin fue a la Tierra para avisar que Ai estaba a salvó y no la siguieran buscando. Llegó a Corporación Cápsula y se encontró con Bulma y su hijo Trunks a quien les explicó los acontecimientos pertinentes. Así descubrío que la mujer estaba en conocimiento de la naturaleza de Ai y que no había querido decirle  algo al respecto para no causarle alguna conmoción.

Mientras el Supremo Kaiosama hablaba con su madre,Trunks observó la cadena que le colgaba del listón y le preguntó que llevaba allí. Shin le enseñó el relicario y el niño le preguntó si podía verlo de cerca,pues algo le llamó la atención.

-Ten,pero por favor no lo rompas-le dijo.

Trunks lo miró detenidamente. El niño era muy bueno armando rompecabezas y con entusiasmo dijo que ese objeto era uno de esos. Se ganó la atención de su madre y Shin que se asomaron a ver cómo él lo manipulaba.

-Los engranes son las piezas y debes acomodarlos para que activar algún tipo de mecánismo interno-les explico Trunks.

-¿Me lo devuelves? Es que este relicario le pertenece a Ai y se lo dejó alguien muy querido para ella.

Algo decepcionado,el niño se lo regresó y así Shin volvió a su planeta,mas no le llevó el objeto a Ai en ese momento,no era el indicado.

Ese día Ai no probó bocado alguno,ni tampoco al día siguiente,ni al que siguió a ese. Apenas si tomaba unos sorbos de agua. Cada comida era llevada por Shin y en cada una de ellas él le dejaba un caramelo que al ir a retirar la bandeja encontraba en el mismo sitio,pero no dejó de insistir. No dejaría de llevarle comida ni de abrir las cortinas,ni de saludarla o contarle alguna cosa así ella se limitará sólo a ver a una zona fija en la pared.

No,no era fácil ver a Ai de esa forma. Ella era luz y calor;como una mañana de mediados de primavera. Era música y cosas que llamaban al jubiló. Esa que estaba tendida en la cama era como una escultura de piedra gris bajo un cielo nublado; no era Ai. No era su Ai,la que le contagio alegría y le hizo sentirse más alto sólo porque podía verlo a él tal y como era. Esa persona ausente no era la muchacha que tocaba la guitarra y que a ratos tarareaba
canciones pegajosas. Shin podría haberle dicho palabras preciosas, pero ella estaba sorda de dolor, ciega e insensible. Tenía, antes que cualquier cosa, ganarse su atención otra vez.

Ai miraba sin ver. Miraba a Shin entrar y salir tres veces al día con alimentos que ella no tocaba ¿Por qué lo hacía? ¿Acaso no entendía que ella no quería vivir? ¿No comprendía que el sabor del pan era un puñado de arena en la boca y que el mundo para ella no tenía atractivo? ¿Por qué Shin siendo un dios perdía el tiempo tratando de que comiera?
¿Por qué desde el principio se fijó en ella? Ai lo confundió con un niño, después creyó que era un muchacho; uno un poco melancólico que pensó que ella podía animar. Pero él siempre fue un dios ¿Por qué se tomó la molestia de ir a su concierto o de tomarse una soda con ella siendo quien era? ¿Por qué de los miles de miles de chicas la invitó a salir a ella? Shin era un dios, no tenía necesidad de escoger a un ser defectuoso como ella. Seguramente él siempre supo lo que era, aún así le dedicó tiempo y hasta la basó. Apenas si se daba cuenta de que fue besada por un díos,porque la verdad es que Si sólo veía a Shin. El Supremo Kaiosama parecía ser otro individuo. Uno que se asomaba a veces en los oscuros ojos de aquel muchacho que, después de Gaudí, era la persona que mejor la había tratado.

Shin fue a buscarla. La rescató y la llevó allí para cuidarla. Se tomaba la molestia de ser él quien le llevaba la comida,hasta le dejaba un caramelo. No podía ser lástima lo que sentia por ella, mas Ai no se sentía digna de un dios. Todo en su vida fue una farsa, recuerdos irreales que carecían de significado ¿Los que forjó con Shin tenían alguno?
Gran parte del tiempo Ai la pasaba durmiendo. Cuando abría los ojos se quedaba absorta en pensamientos que eran vagos y difusos. Aquella mañana miraba las cortinas cerrada cuando alguien entró en la habitación. Supuso que era Shin y se cubrió la cabeza, pero resultó ser un hombre grande el que despejó la ventana después de dejar la bandeja en la mesa de noche. Aquello le llamó la atención y descubriendose el rostro,a media voz casi sin fuerza le preguntó:

-¿Dónde está Shin?

Kibito volteó a verla y se encontró con la muchacha sentada en la cama. Estaba lánguida y se veía bastante decaída.

-¿Dónde está Shin?-reitero Ai-¿Por qué no vino?

Detrás de la puerta,el Supremo Kaiosama del universo siete,al oír aquella pregunta se sonrió.

Corazón de escarcha.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora