Capítulo 12

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Alison salió de la oficina de abogados cargada de una extenuación considerable. Había estado todo el día revisando casos, investigando y recopilando datos tanto del archivo de Paige como el de Peter McCullers, sin dar con nada que le fuese útil.

Había tenido que soportar un sinnúmero de atrocidades en el correr de su vida, pero que se metieran con sus polluelos... Eso sí que no tenía cabida alguna en la lista de situaciones que estaba dispuesta a dejar pasar.

Las calles de la ciudad estaban vacías y mojadas a esa hora de la noche. Una fina llovizna había caído hasta poco antes de que saliera, por lo que las potentes luces de los focos se reflejaban en charcos de un color negro impenetrable con toda precisión, así como también quedaban imantadas a la acera humedecida.

Se envolvió en su abrigo largo y sacó las llaves de su auto, arrojándose el bolso al hombro con un suspiro y ya saboreando, gustosa, el momento en el que al llegar a casa pudiese acurrucarse contra Emily y tener un rato de paz.

Estaba a punto de abrir la puerta cuando oyó un golpe sordo a su espalda que la hizo detenerse. Miró a su alrededor con desconfianza, tratando de convencerse de que solo se trataba de su mente cansada jugándole una mala pasada. Introdujo la llave en la cerradura y la giró, escuchando un nuevo susurro. Esa vez se giró por completo, escrutando su alrededor con la guardia en alto.

-          ¿Hola?- Dijo, achicando los ojos para ver. Tenía los lentes empañados por la humedad que flotaba en el aire, y junto con el problema de ceguera derivado del ojo que hacía tantos años estuvo a punto de perder, estaba convencida de que no sería capaz de ver nada significativo a menos que estuviese a pocos pasos o fuese muy evidente.- ¿Quién anda ahí?

Esperó unos segundos, hasta que decidió que estaba siendo una paranoica. Quizás la aprensión en su pecho se debía al hecho no menor de que había pasado la tarde entera reviviendo los hechos más fatídicos de su pasado. Tenía que ser eso.

Abrió la puerta, pero antes de que pudiese abordar el coche, sintió un fuerte dolor en la parte de atrás de la cabeza. La boca se le llenó de un gusto a metal que ya conocía, y la calle, los faroles y la llovizna desaparecieron.

Despertó un par de horas más tarde poseída por una señora jaqueca. Estaba deshidratada y el mundo parecía girar en redondo delante de sus ojos. Parpadeó un par de veces, dándose cuenta de tres cosas al mismo tiempo; uno, no traía sus lentes; dos, yacía recostada sobre un suelo húmedo y suave que olía poderosamente a barro y a hojarasca y tres; estaba casi a oscuras, sin ser por una luz blanca que le apuntaba desde un sitio superior a su cabeza, encandilándola.

Intentó moverse, pero pronto se enteró de que tenía los pies y las manos atados, así como también la boca amordazada. Aún sabiendo esto último, trató de gritar con todas sus fuerzas, siendo incapaz de emitir nada mas allá de un ahogado murmullo. Percibía el pegote de la sangre adherido al rostro, la nuca y el cuello y el pálpito de una herida punzante en la parte posterior de la cabeza.

Oyó que alguien se movía y vio que la luz parpadeaba antes de comenzar a sentir los puñados de tierra cayéndole sobre el cuerpo. No tuvo ninguna duda al respecto, ni forma de engañarse para reconfortarse. Había pasado por algo como aquello con anterioridad; durante años pudo rememorar con toda precisión el sabor de la tierra; la sensación de que ésta se le metiese por la nariz, y en los ojos y las orejas; el horrible escenario de ver desaparecer la luz y la superficie y no poder moverse por el miedo y la parálisis que éste le provocaba.

Alguien intentaba enterrarla viva.

Se movió y removió lo más que pudo, pero resultaba inútil luchar maniatada como se encontraba.  Aún así, no estaba dispuesta a rendirse. Pensó en sus hijos, en Em, en sus amigos... No estaba lista para morir esa vez. Tenía muchísimo que perder. Su familia la necesitaba. ¡Con un demonio, no podía dejar que esos desgraciados ganaran!

Trató de flexionar el vientre para sentarse y recogió las piernas hasta poder arrodillarse. La tierra caía con mayor ímpetu, como si no se tratase de una sola pala, sino de varias a la vez.

Al final, sus esfuerzos no valieron de nada. El peso sobre su cuerpo se volvió cada vez menos combatible. No importaba que estuviese casi de pie; aún le faltaba un metro para llegar a la superficie. Pese al ímpetu con el que seguía tratando de librarse, una parte de ella ya se había resignado a la innegable realidad de que moriría allí enterrada. No podía creer que todo lo que había transitado fuese a concluir de esa forma tan cruel. ¿Qué sentido tenían ahora todos los obstáculos que había tenido que traspasar? ¿Era acaso tan inmisericorde el destino como para acabar con ella de esa manera?

Tal parecía, pensó mientras daba su última bocanada, muerta de miedo, que sí lo era.

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-          ¡Muy bien, duendecillo!- Emily atrapó a Georgie por debajo de los brazos en medio de uno de sus enérgicos brincos sobre la cama-. Suficiente actividad por hoy. Es hora de dormir.

-          ¿Mami no vendrá hoy?- Preguntó el niño, retorciéndose mientras su madre intentaba envolverlo en las frazadas.

-            Ha tenido que trabajar hasta tarde. Ya sabes cómo es, pecezuelo.- Emily le dio un beso en la frente y apagó la lámpara para encender la veladora.

-          Éstos días siempre tiene que trabajar hasta tarde- observó el pequeño, apenado.

Emily sonrió con tristeza y le apartó el cabello rubio de la frente.

-          Lo sé. Pero es solo temporal. Ya verás cómo, dentro de poco tiempo, va a poder venir y leerte todos los cuentos que quieras- tomó uno de los libros sobre la mesilla de noche-. De mientras, yo podría contarte alguno...

Georgie contrajo la boca en una mueca infantil.

-          Me gusta cómo los lee Mami. Quiero que ella lo haga.

-          De acuerdo- cedió Emily, alborotándole el cabello-. Lo entiendo. Pero nada de ajetreos, ¿de acuerdo? Debes descansar.

-          Sí, Ma.- Georgie se giró de lado y cerró los ojos-. Que descanses.

-          Tú también.

Emily cerró la puerta a su espalda y comenzó a alejarse en dirección a la habitación de Lily. Estaba a punto de tomar el pestillo de la entrada cuando su celular sonó un par de veces en su bolsillo. Lo tomó deseando que no se tratase de Alison avisándole que planeaba quedarse toda la noche en la oficina. Eso ya había sucedido una vez esa semana, y Emily se encargó expresamente de llamar a su madre para que se quedara con los niños e ir a buscarla en su auto para traerla de vuelta a casa. Alison perdía la noción de todo a su alrededor cuando se ensañaba con algo, incluso de su propia salud y bienestar.

Pero no se trataba de eso, sino de algo mucho más angustioso.

Primero vio la imagen, que tardó pocos segundos en analizar. Se trataba de un montículo de tierra en medio del pasto, y sobre éste, estaba la placa de defunción de Alison DiLaurentis, pero no la vieja que había estado en el cementerio cuando eran jóvenes, sino una actualizada que incluía el apellido "Fields" en ella.

Estuvo a punto de soltar el aparato cuando sus ojos encontraron la letra del mensaje.

"Ahora sí. La bruja arde en el infierno"


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I'm back, bitches ; )

Hola! Lamento de verdad la tardanza y lo corto del cap. Estaba para subirlo desde hacía un tiempo, pero he estado bastante ocupada con el estudio y demás.

Voy a tratar de seguirlo en cuanto pueda, así como voy a intentar no colgarme tanto esta vez...

Espero lo disfruten!

Saludos.

Emison- ¿Podrás con la oscuridad?- Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora