Liam
*
Vancouver es una ciudad hermosa, pero no puedo esperar para irme de aquí. Acabamos de terminar el viaje por carretera más largo en nuestra agenda, y no puedo esperar para volver a casa. De pie en una lujosa habitación de hotel con vista al mar, sacudo el papel de seda de una camisa que acabo de comprar en la tienda de la esquina. Desde que he estado viviendo lejos por tanto tiempo, no tengo ropa limpia. Pero esta es una gran camisa, y me vi en ella al pasar por la tienda de regreso de la firma de autógrafos en un almuerzo de caridad.
La desabotono y me la pongo. En el espejo del hotel, compruebo el ajuste, y se ve bien. Genial, incluso. El algodón es un tejido fino, y hay un color verde en el patrón plano de fábrica. Es muy británico, y el color vivo me recuerda que no siempre será febrero.
Ahora que mi código de vestimenta incluye un traje y corbata tres o cuatro veces a la semana, he tenido que prestar más atención a mi armario. En la universidad llevaba un traje quizás tres veces al año. Pero no es difícil porque me gusta la ropa. Y el espejo de hotel dice que le gusto, también.
Soy un hijo de puta atractivo. Si al menos la única persona que me importa estuviera allí para apreciarlo.
La otra noche arrasamos Vancouver, y no es por presumir decir que yo fui la razón. Dos goles y una asistencia, mi mejor actuación. Estoy teniendo el tipo de temporada de novato que llega a titulares. Aunque en este mismo momento daría todo por una noche frente al televisor con Zayn y una mamada. Con ritmo. Azotado. Hecho polvo. Afortunadamente, todo lo que queda de este viaje es un vuelo más en el avión del equipo.
Agarro mi teléfono de la mesa y lo desbloqueo. Con la cámara frontal, tomo una foto de mis abdominales, la camisa se abrió para revelar mi six-pack, mi mano sobre mi entrepierna. Me toma un tiempo darme cuenta de que Zayn tiene una cosa con mis manos. Juro que le gustan más que mi pene.
Envío la foto. Sin ningún comentario.
Miro la habitación del hotel por última vez, pero ya he empacado todo. He aprendido en una prisa a no dejar atrás cargadores y cepillos de dientes. Estamos de viaje tan a menudo que empacar se ha convertido en mi nueva habilidad.
Mi teléfono vibra con un texto:
Grrrr. Solo llega a casa, ¿puedes? No necesito más fotos. Mi pobre y solitario pene la está pasando mal.
Eso me recuerda a los viejos chistes de vodevil*. Así que respondo.
¿Qué tan mal esta?
Tan mal como para martillear clavos en nuestra desnuda pared, responde.
Es cierto que no hemos exactamente decorado nuestro apartamento. Los dos trabajamos mucho y no ha habido tiempo. Pero, como siempre, el sexo es una mayor prioridad que decorar nuestro hogar.
Muéstrame, le ruego. Hay una razón por la cual mantengo mi teléfono bloqueado. A Zayn y a mí nos gusta consentirnos con algo de fotos privadas.
Él no contesta, sin embargo. Tal vez no está en casa. Es tarde en Vancouver, lo que significa que es más tarde en Toronto… Joder. Estoy harto de hacer matemáticas todo el tiempo. Solo quiero ir a casa.
Agarro mi maleta y bajo. Algunos de los chicos ya están esperando en el vestíbulo, al igual como yo con ganas de llegar a casa. Me acerco a donde están esperando.
—Jesús —dice Matt Eriksson mientras me acerco—. Será mejor que mi esposa este en casa y desnuda cuando llegue allí. Y los chicos estén dormidos. Con, unos, malditos tapones en sus pequeñas orejas.
ESTÁS LEYENDO
╚ ≪ • 𝓾 𝓼 ❈ 𝐙 𝐈 𝐀 𝐌 • ≫ ╝ #2
Fanfiction↬segunda parte [2/2] ↬adaptación; créditos a quién corresponda.