chapter: eleven

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Zayn






El hospital me mantuvo otro día, sólo para realizar pruebas. Me sacaron sangre tantas veces que tuve un sueño sobre vampiros con ropa quirúrgica. Así que me quedé otra noche en este lugar. Mientras intentaba dormir, seguían entrando para tomar mi temperatura cada hora. Y ahora tengo una tos seca, que me impide dormir, incluso cuando las enfermeras no me están pinchando. Al menos convencí a Liam para que fuera a casa, a nuestra cama por la noche. Va a perderse el juego de Tampa esta noche por nada, porque todavía estoy encerrado aquí. Quiero salir de esta cama y ponerme mi ropa.

—¡Hola guapo!

Son cerca de las diez de la mañana cuando aparece para verme, luciendo fresco y bien descansado como una margarita. Mientras que yo, soy un hombre asqueroso, con una barba de varios días y las axilas apestosas, al menos uno de nosotros está cómodo.

—Te traje un croissant de chocolate y un capuchino doble —dice, besando mi sien antes de dejarse caer en la silla—. Y tengo buenas noticias. Supuestamente serás dado de alta en un par de horas.

—Excelente —digo, tratando de creerle—. Gracias. —Tomo la taza de café que me ofrece y me la bebo, pero mi estómago se contrae un segundo después. Mierda. La pongo sobre la mesa. Si ni siquiera puedo retener el café, también podrías simplemente llevarme a la parte de atrás y dispararme.

Su sonrisa se desvanece. —¿Qué pasa? ¿Qué puedo hacer por ti?

Ya estoy cansado de ser el único por el que las demás personas hagan algo. —Sólo quiero una ducha, e ir a casa.

La enfermera Bertha chasquea la lengua desde la puerta. —Tiene que desaparecer esa fiebre si quieres permiso para usar la ducha. Soy una mujer grande, pero no lo suficiente como para atraparte si caes.

—¿Todavía tienes fiebre? —grita Liam, presionando una mano sobre mi frente.

Es un esfuerzo no apartarlo de mí.

—Es baja —me quejo—. No es gran cosa.

—Puedo traer un cuenco y un paño y refrescarte —ofrece Bertha. Tamborilea una uña de color rojo brillante contra su sonrisa—. O, podría tomar un descanso de treinta minutos primero. Luego vendré y te ayudaré a limpiarte.

—Pero voy a casa más tarde, ¿verdad? —declaro. Porque es lo único que realmente importa. En casa puedo hacer lo que se me dé la puta gana.

—Por supuesto, corazón. El médico hará sus rondas al mediodía y te dará el alta. Pero te veré en treinta minutos. —Se va y gruño, lo que provoca que empiece a toser. Yupi.

Liam sale corriendo hasta el otro lado del cuarto y cierra la puerta. —Está bien, ¡arriba! —dice, quitándose la chaqueta—. Hora de la ducha.

—¿Qué? —Toso de nuevo, porque es difícil detenerse, a pesar que mi estómago ya está resentido por el esfuerzo.

—Jesús, Malik. —Liam me da una sonrisa arrogante por encima del hombro, la misma que me ha estado dando desde que teníamos catorce años—. Las reglas son para romperse. No hay ninguna cerradura en la puerta, pero lo que sea. —Cuando se da la vuelta, veo que se está desabotonando la camisa.

—¿Qué estás haciendo?

—No quiero mojar mi camisa —dice mientras sus tatuajes se extienden a la vista.

Lanza la camisa sobre la silla y luego baja la cremallera de sus vaqueros. Sin embargo, todavía estoy dudando, con las manos sobre la sábana que cubre mis piernas. Tengo las palabras en la punta de la lengua: Vamos a meternos en muchos problemas por esto.

╚ ≪ • 𝓾 𝓼  ❈ 𝐙 𝐈 𝐀 𝐌 • ≫ ╝ #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora