Cap 3. FRENTE AL DESTINO

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La desigualdad social no era un secreto en Assam y en toda la India.

Eiinar se llenaba la boca comentando acerca del matrimonio de su hija, pero nadie sospechaba que el costo de la boda corría por cuenta de la familia Darshan, sin embargo, el orgullo de los Farash los obligaba a cooperar en medida de sus posibilidades.

Lágrimas eran derramadas en la familia Jingal, la prima mayor de Luz Maharaní había escapado con un hombre de una casta inferior, el tío de Luz cegado por la ira y acompañado de otros hombres de la comunidad habían seguido a la pareja para darles muerte, los cuerpos inertes yacían en alguno de los ríos de la zona. Ahora todo el peso de la familia Jingal recaía en Luz, su matrimonio traería de nuevo honor al apellido.

Se oía a la gente hablar que los hombres Jingal eran gente que se hacía el respetar, más allá de ver este acontecimiento como una barbaridad era puesto como ejemplo de orgullo y grandeza.

En la pequeña casa de Luz la hora de la comida había llegado y la familia se mantenía en silencio.

— Criar a una hija es como regar el jardín del vecino —dijo el padre de Luz sentándose en el suelo de su modesta casa.

— Ten come un poco ¿Quieres agua? —preguntó la señora Jingal sirviendo la comida en pequeños tazones.

— ¿Dónde está tu hija? —preguntó el hombre.

— Doblando la ropa, ahora la llamo —Respondió su esposa dejando una jarra de agua frente a su marido— ¡Luz ya vamos a comer, ahorita terminas!

— ¡Si madre, ya voy! —Se escuchó la respuesta desde el cuarto cruzando el patio.

— Estoy agradecido que ese muchacho Diego es de nuestra misma casta, por lo menos nos dará nietos fuertes y bendecidos —mencionó el hombre tomando un sorbo de agua.

— Es un muchacho trabajador nuestra hija tendrá una buena vida a su lado, tendrán su propio puesto en el mercado de Shiban y las telas no nos faltarán —sonrió la madre de la joven.

— Ya tengo el dinero de la dote y compré los borregos que nuestra hija se llevará a su nuevo hogar. —agregó el padre.

— ¿Los borregos de quién? —Preguntó confundida la chica interrumpiendo a su padre.

— ¡Calla y siéntate a comer! Esto es una plática de adultos —regañó su madre.

— No la regañes mujer ya es hora que aprenda cómo llevar una conversación adulta —sentenció el padre.

— Gracias padre, se lo agradezco —comentó la chica.

—Mira pasado mañana inicia el ritual del compromiso, ya todo está preparado, después de que te cases vivirás en casa de tus suegros —explicó la cabeza de familia— en lo que tu marido se hace de una casita para que formen su familia.

—Ya elegí unas telas muy bonitas para hacer tu lehenga y luzcas hermosa el día de tu boda, el brocado es precioso te va a encantar tiene flores doradas muy bien detalladas, el bordado es muy fino —comentó emocionada la madre de la chica con la boca llena de comida.

Las palabras de sus padres revolvían el estómago de la chica, en su cabeza no se formaba la idea de estar vestida de novia, era demasiado incómodo, nunca le habían gustado las ghagras esas faldas que desde siempre le hacía ponerse su mamá por ende no le entusiasmaba la idea de portar un lehenga. Una buena esposa, una buena nuera, una buena ama de casa y la culminación, una buena madre eran los títulos que le esperaban y debía ganárselos a pulso. Diego no se había parecido en su ventana últimamente y eso en parte la hacía mantener la esperanza de que solo fuera un mal sueño, pero los preparativos no se detenían y en algún momento llegaría el tan temido día.

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