Cap 17. EN EL OJO DE LA IRA

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XVII

El auto rojo de lujo esperaba enfrente del lujoso hotel donde la pareja había pasado los últimos días, frente al coche se encontraba un trabajador esperando entregar las llaves al dueño. El aire se percibía un tanto cálido y el cielo se coloreaba de tonos naranjas y rojos como si la sangre del propio Krishna se hubiera derramado por lo ancho de las nubes.

De pronto el joven Nadeem apareció por la puerta principal seguido del gerente del Madhur.

— Fue un privilegio tenerlos con nosotros, esperamos de nuevo su visita. —sonrió el hombre tratando de seguirle el paso al chico.

— Si gracias —contestó Nadeem deteniéndose en seco— siempre es confortable pasar el rato en el Madhur.

— De nuevo felicidades por su matrimonio, no se olviden de volver —agregó el gerente.

Detrás de ellos venia la joven Farash seguida de otro trabajador, un joven delgado y de estatura baja que traía en sus manos una canasta grande rellena de distintos manjares que le tapaban la vista.

— ¡Kamuk! —exclamó el gerente aplaudiendo las palmas de sus manos

— Aquí estoy señor —respondió rápidamente al tiempo que dio un paso en falso.

Rubí se movió rápidamente cuando Kamuk resbaló, su mano lo sujetó con fuerza del brazo impidiendo que cayera.

— ¿Estás bien? —preguntó antes de soltarlo.

—Si muchas gracias señorita —contestó nervioso— digo señora o señorita, ¡perdón! —dijo aturdido, desatando la risa de los presentes excepto de la joven que lo miraba aún más confundida.

—Bueno después de este pequeño incidente queremos agradecerle una vez más por su preferencia y entregarle este humilde presente en nombre del "Madhur royal" por motivo de su reciente matrimonio —explicó el gerente

—Muchas gracias —respondió serio el joven heredero.

—Gracias, son muy amables —sonrió la chica.

Después acomodar el equipaje el auto rojo salió con rumbo a Assam con una joven deseándoles la suerte que seguramente la pareja necesitaría, mientras tanto en una pequeña y modesta localidad descendiendo de un moto taxi unos jóvenes se abrían paso entre la gente.

— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Luz mirando los alrededores.

—Es una sorpresa —sonrió Diego.

Por otro lado, en una casita, la soledad de nuevo acompañaba a la mujer que tallaba su piel como si el jabón y el agua pudieran borrar la sensación de las manos del sultán.

—Es una maldita pesadilla —pensaba Inayat.

El sultán Brunéi había salido de improviso de aquel lugar y ahora mismo estaba en la oficina de la empresa Darshan en compañía de Caín.

—Tenemos que convocar una junta urgente con los inversionistas cuando Nadeem regrese —indicó Caín sentado frente al escritorio.

— Primero tenemos que revisar a detalle la situación y hablar con él antes de que juntemos a los inversionistas

—No tenemos tiempo si no hacemos un plan de acción podríamos perder los pozos petroleros de Arabia y los convenios que tenemos con Rusia podrían quedar cancelados y eso implicaría perder una fuerte cantidad de dinero.

— ¡Maldición! ¿Cómo podríamos ganarle a un gobierno? —maldijo Abbadon.

— ¿Cuándo vuelve Nadeem?, no he podido comunicarme con él —preguntó Caín

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