XI
La fiesta se prolongó más de lo que estaba pensado, pero no era problema ya que el dueño del hotel Anatolia era amigo del tío Abbadon.
Entre luces doradas y velos rojos el lugar parecía ser una escenografía de algún cuento de alguna princesa que ve realizado su mayor sueño romántico. Las mesas con manteles bordados en dorado que contrastaban perfectamente con la fina cristalería que en ella había, las flores blancas en grandes y finos jarrones se desbordaban en las orillas del salón.
Todos los invitados quedaron maravillados con cada detalle, sin embargo, alguien no la pasaba muy bien.
—Ya vámonos a la casa, tengo sueño —ordenaba una joven vestida de azul rey cruzada de brazos al extremo de una de las mesas.
—Celeste por favor comportarte, come algo —respondió Nirali ofreciéndole un pedazo de pastel de chocolate.
—No gracias —contestó tajante.
—Como quieras —dijo Nirali dándose por vencida— ¿Has visto a Ranjit? —preguntó.
— ¿Y yo por qué tendría que saber dónde está ese mozo? —Respondió molesta.
—Quiero ver si se puso lo que le traje, pero bueno yo no creo que quieras oírlo...
—Pues no —dijo enojada— no me interesa.
Lo único que le interesaba a Celeste era largarse de ese lugar y llevarse consigo a su hermano.
El padre de Rubí intercambiaba opiniones de política con el tío Abbadon, mientras Eiinar socializaba con las mujeres de alta sociedad que habían acudido.
—Sí, mi hija Alisha es muy inteligente y muy obediente también —platicaba Eiinar con otra mujer— ¿La ve? Está por ahí tiene su cabello largo por debajo del hombro ¿Verdad que es bonita?
—Sí, muy bonita —respondió la mujer regordeta con quien estaba hablando— sus hijas son muy hermosas.
A decir verdad, un evento como ese era visto como la oportunidad de crear lazos con otras familias y con eso el surgimiento de nuevos compromisos matrimoniales.
Mientas la música entretenía a los demás invitados.
—No Diego eso no se baila así —explicaba Luz a su marido.
—Te digo que sí, así siempre lo he bailado —contestó Diego— pero si tanto te molesta baila sola. —Añadió alejándose de la pista— mejor bebo algo fino en la barra —agregó.
—Grosero —susurró Luz Maharaní.
Alejada del bullicio sentada en la fuente del jardín Rubí asimilaba lo que acababa de pasar, acariciando las flores que colgaban en su cuello como señal de su unión.
—Dorso de tu mano izquierda. —interrumpió Nadeem.
— ¿Qué? —preguntó exaltada al percatarse de la presencia de él.
—Mi nombre. —respondió señalando la mano de la joven.
Ella miró detenidamente el patrón de henna que cubría su piel, instantes antes él se había levantado después que ella le confesara su intento de fuga, temiendo lo peor Rubí Aruni cerró los ojos y sintió dos manos colocándole el collar de flores. Era Nadeem aceptándola públicamente como su esposa, colocándole sobre su cabeza los polvos rojos que sellaban su unión.
—No lo tomes tan enserio es solo la tradición y ya la cumplimos —señaló Nadeem sacando a la joven de sus recuerdos— después de esto dejarán de molestarnos, no te preocupes no soy tu dueño y el que lleves mi nombre en tu piel no es importante, se borrará en unos días —dijo para darse la vuelta y entrar de nuevo al salón.
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TABÚ
RomansaEn la provincia de Assam una historia está por comenzar, una pasión prohibida ha desatado un infierno que consumirá a sus protagonistas en sentimientos inmorales. Rubí es una joven que ha sido comprometida con el hombre más importante de la India, m...