Cap 18. LAS SOMBRAS DEL ANILLO

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XVIII


En una terraza de un edificio muy elegante de una zona exclusiva de Assam, un ramo de flores blancas adornaba la mesita donde un vaso con ron y un cigarro se consumían.

—No tardes en volver que me estoy aburriendo mucho —sonrió Kelram descansando sobre una hamaca con un libro en sus manos.

Las horas se hacían eternas para Rubí que se mantenía ansiosa afuera de la estación de policía, a su lado estaba Kaeme tratando de tranquilizarla.

—No se preocupe estoy segura que es un mal entendido —consoló Kaeme sujetando a la joven de los brazos.

—Ya tardaron mucho para un simple malentendido —respondió Rubí.

—El sultán ya está adentro, nada puede salir mal —añadió esperanzada— debe estar muy cansada si quiere vaya para la casa y duerma un poco si pasa algo le llamo inmediatamente.

—No Kaeme, me quedaré aquí hasta saber qué es lo que está pasando —dijo sentándose en uno de los escalones de la entrada, a su lado Kaeme se sentó a esperar noticias.

La joven recordaba el abrupto encuentro que había tenido hace tiempo con el sultán cuando la llevo a la mansión para pedir ayuda por la desaparición de Diego, a pesar de estar agradecida por la ayuda brindada algo le hacía desconfiar del tío de su marido,

Tal vez solo eran alucinaciones de ella a fin de cuentas desde que conoció a esa familia siempre se sentía incomoda, el aura que cubría a los Darshan era densa y los integrantes tenían algo que llamaba su atención; su cuñada Nirali le parecía buena persona, pero no se podía dar el lujo de confiar en ella pues siempre estaba junto a Celeste la cuñada que abiertamente se declaró su detractora y prometió tráele el infierno a su vida, por supuesto el tío Abbadon que además de su voz gruesa y el volumen alto con el que hablaba le dejaba en claro que era un ser con mucha autoridad en la familia, tal vez demasiada y eso le hacía sentir temor, sin embargo, también estaba él , quien le hacía sentir paz al mismo tiempo que provocaba el temblor en su corazón.

Dentro de las oficinas de la policía en uno de los cuartos con una mesa y un par de sillas donde solo estaban el comandante Yamil Kusan y el sultán una conversación se ponía intensa.

—Mire estoy seguro que mi sobrino no tiene motivos para matar a ese hombre, ni siquiera lo conoce —explicó Abbadon sentado en una silla con las piernas cruzadas.

—Usted es una figura muy importante en la política ¿No es así señor sultán? —pregunto el comandante.

—¿Eso que tiene que ver con mi sobrino? —respondió el sultán con la mirada y una sonrisa relajada como si se tratase de una plática ocasional y no de una declaración oficial.

—Incluso su nombre está sonando mucho como futuro candidato a la presidencia, tal vez su sobrino tenga mucho interés en la política más de lo que usted se imagina —insinuó Yamil levantando una ceja y mirando al hombre frente a él- no lo sé quizás quiera que usted llegue al poder para obtener beneficios de su gobierno, usted sabe condonación de impuestos, contratos con otros países etc...

—Lo que usted insinúa es totalmente alejado de la realidad —contestó tranquilo— mi sobrino no necesita de trucos sucios para sacar adelante su empresa, nunca en todos los años los Darshan han tenido problemas de corrupción y todos sus negocios son legales —sonrió Abbadon— y si vuelve a mencionarme en todo esto sabe que puedo demandarlo por difamación.

—No es para que se moleste solo digo —comentó Yamil— porque es muy extraño que su sobrino figure como principal sospechoso del asesinato de Rayman Fusher tal vez esté pensando quitar a todos sus adversarios para limpiarle el camino a la presidencia

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