Tormenta parte II

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El tren se aproximaba a toda marcha iluminando el cuerpo de quien parecía ser Sal.

Todo ocurrió en menos de un segundo: Larry con la adrenalina corriendo por sus venas, se lanzó hacia donde estaba el chico y antes de que las ruedas pudieran pasar por encima logró agarrar al pequeño desde el cuello de su chaqueta, dejándose caer fuera de las líneas del tren. El cuerpo de Larry y la nieve amortiguaron el golpe. La máquina dio un estruendoso pitido final, y con el corazón en la mano el castaño observó los andenes pasar haciendo sonar cada peldaño en el camino.

Todavía en shock y temblando dirigió su mirada al peliazul quien yacía entre sus brazos tan quieto como un muñeco. Acercó dos dedos a su cuello sintiendo apenas unas débiles palpitaciones. -¿Sally?

(Sally Face)

-Oh mierda... no este lugar de nuevo. -dijo al darse cuenta que estaba en aquel tétrico pantano que solía invadir sus noches. -¡Aló! ¡Hola! ¿Alguien que me despierte..? -gritaba a todo pulmón.

-¡Con un demonio, lo que me faltaba! -exclamó cruzándose de brazos. -Aaahg, ya qué. -se quejó amargamente y siguió caminando. Conocía el lugar de memoria, tenía calculado cuántos pasos debía dar para llegar a la linterna, lo que no sabía era lo que vendría después.

-¿Una puerta? -dijo sorprendido. -¿Y una llave? ¡Se lucieron, chicos! -siguió avanzando y refunfuñando. -¿A quién veré hoy? ¿Satanás? ¿El gran oráculo? Como de costumbre no hubo respuesta, sólo su voz en un distante eco retumbando por todo el lugar.

-Ok. -se encogió de hombros y caminó hasta la llave. Pero al tocarla, un pequeño golpe de electricidad le hizo pegar un salto.

<<Nota para Sal: no volver a tocar la llave>> pensó para sus adentros mientras se acariciaba la mano.

La puerta se abrió detrás de él.

-Creo saber que es lo que quieren. -dicho esto, dio media vuelta y pasó a través del marco.

Una brisa fría envolvió su cuerpo de pies a cabeza, todo se volvió negro.

Apareció de pronto tendido en un sucio piso de baldosas blancas y frías. Se levantó apoyándose sobre sus codos. Los focos en el techo tintineaban, fue entonces cuando vio las camillas, incómodas camillas de sábanas blancas y ásperas fundidas con el color a plástico de los utensilios y el desinfectante. Una en especial llamó su atención, pues la almohada estaba adornada con una gran mancha de sangre en el centro, y a su lado, una mesa metálica con gazas sucias y alcohol. No le costó mucho tiempo asimilar en donde se encontraba.

No muy lejos de él escuchó unos pasos. Volteó el rostro y fue cuando:

-Mami no volverá, Papi ya no me quiere.
Un pequeño Sal Fisher, con la cabeza envuelta en vendas y una bata de hospital se paseaba descalzo por la sala de pediatría.

El mayor agachó la cabeza. -Papi si te quiere, sólo...
El pequeño caminó en su dirección, ignorando la voz del chico, luego y como si nada pasó a través de él. El peliazul quedó helado.

-Sólo soy un monstruo... -repetía el menor en voz baja, sollozando.

El de coletas llevó una mano a su prótesis, dando un largo suspiro. -no esperaba revivir esto.

De la nada las baldosas comenzaron a crujir, y pronto a remecerse, las luces se encendían y apagaban sobre su cabeza y las puertas se azotaban contra las paredes. Sal intentó cubrirse como pudo, pero antes de que cualquier cosa pasara aquella oscuridad volvió a invadirlo.

Because you didn't look away (Sally Face)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora