No finjas que no existo

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Sal miraba estupefacto desde el suelo con los ojos clavados en Larry, quien seguía sosteniendo la puerta sin ser capaz de moverse o reaccionar si quiera.

El pequeño se sintió en una especie de deja vu, una escena que parecía repetirse. Cada vez que tenía problemas Larry aparecía y lo levantaba del suelo, sin embargo, fue él quien esta vez lo había hecho caer. Ahora su corazón dolía, ardía por dentro y sólo esperaba que el de greñas diera fin a todo este estúpido drama.

El trance en el que se había sumergido el castaño desapareció instántaneamente cuando notó que por debajo de la prótesis un hilo de líquido rojo goteaba, dejando pequeñas manchas en la polera del chico.

Estiró su brazo para darle la mano a Sal y ayudarlo a levantarse, pero en un torpe movimiento resbaló, haciendo que ambos perdieran el equilibrio.

El mundo les pareció un mal chiste en esos momentos. Sal miraba en pánico a Larry, mientras el castaño permanecía sobre él. Sintió como el rubor en sus mejillas se expandía, estaba a tan sólo centímetros de la boca del peliazul, agradeció a las fuerzas astrales y al dios del metal que Sal llevara puesta su prótesis. Su corazón latía con fuerza y las palabras no le salían, intentó separarse, pero su rodilla como si de una pésima coincidencia se tratase, pasó a llevar directamente la entrepierna del pequeño. Ambos pegaron un salto, el rostro de Larry ahora ardía en rojo, y de un impulso se echó hacia atrás. Sal por su parte se volteó, dándole la espalda, dejando un pequeño rastro rojo por el piso. Quiso disimular su vergüenza y su "vergüenza", sin querer su cuerpo tuvo una no muy favorable reacción.

<<Esto no me puede estar pasando, no ahora.>>  Se lamentaba el chico.

-M-me mandaron a buscarte. -dijo el castaño como un rápido recurso para romper esa incomoda tensión.

Sal no respondió, intentaba dejar su mente en blanco, estaba tan avergonzado que ni siquiera sentía el dolor en su frente.

-¿Aún... te duele la cabeza? -preguntó nervioso.

-U-un... poco. -respondió el pequeño.

Larry tragó saliva. -Sal... 

El peliazul aún no estaba preparado para darse la vuelta. Así que Larry arrastró las rodillas hasta llegar a él.

-Sal... -le dijo. -déjame ver... 

-No es nada. 

-Pero estás sangrando. 

-Estoy bien. 

El castaño apoyó sus manos en la espalda de contario, Sal dio un pequeño salto, volviendo su rostro hacia él.

-Sally... déjame ayudarte. 

-¿Ahora te importa? -respondió dolido el pequeño.

-¿Qué? -lo miró sorprendido.

-Dije... ¿Ahora te importa? -repitió el chico clavando su mirada en Larry.

-Sal, por favor, estás herido, no es el momento... 

-No Larry, ahora es justamente el momento. - le respondió serio. Dándose la vuelta.

-Sal, por favor, mira tu mano. 

El chico observó su palma, el sangrado se había detenido, pero ahora su mano, cuello y polera estaban manchados.

-Créeme que esto no duele nada comparado a tu indiferencia. -sentenció.

Aquellas palabras fueron el detonante. Larry frunció el ceño. -Oh, sí, claro, mi "indiferencia" -dijo irónico el castaño. -¿Y qué hay de ti? ¿Acaso yo soy el que oculta cosas? 

Because you didn't look away (Sally Face)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora