31- Epílogo 3/4

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Eran las dos de la madrugada de una noche como otra cualquiera. Tenía el portátil apagado y la tele encendida aunque no viese nada en ella, con el volumen a tope.

Sentí como manos frías acariciaban todo mi cuerpo y no podía hacer más que temblar.

Nunca pedí que él me hiciera nada de aquello, pero Kawasaki lo hacía aun así. Hacerme cosas. Y yo... Bueno, dejé de rechazarlo después de un tiempo.

- ¿Qué quieres hacer hoy?- Susurró en mi oído con voz melodiosa. Acostado a mi lado, sin llevar la camisa puesta. No quería marcarla mientras estaba acostado, fue su excusa. Yo simplemente asentí con la cabeza.

- Quiero una escena de peli romántica.- Dije antes de sonrojarme. Ya hacía meses que hacíamos aquello, pero, no conseguía acostumbrarme.

Quizá porque Kawasaki siempre aparecía en mi casa cuando le apetecía a él, sin parar a preguntarme nunca que pensaba yo sobre el tema. Como si me vigilara siempre. Siempre constante.

Omnipresente en mi vida. Omnipresente en mis historias. Todas ellas.

A veces, yo me ponía a escribir puras tonterías a falta de ideas, hasta fanfics incluso. Y Kawasaki, siempre las leía. Como un lector voraz. Como mi fan number one.

Ese comportamiento suyo me ponía los pelos de punta, pero nunca llegué a decírselo.

No hablábamos, no realmente. Según él no era necesario que mantuviéramos conversaciones, que eso apenas me distraería de mi escrita. Que hablaríamos apenas si fuera necesario.

Para mí sí era necesario, y sin embargo nunca se lo dije en voz alta.

De vez en cuando me preguntaba qué hubiese pasado si aquel día cuando entré en su casa hubiese sido honesta con él y hubiera actuado como yo realmente soy. Demonios, ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiera tirado mi manuscrito y se lo hubiese regalado a él?

¿Habría cambiado algo si yo no hubiese insistido en sonsacar el porqué de Kawasaki vigilarme por tanto tiempo? ¿Habría terminado de forma distinta si hubiese insistido más?

No tenía la menor idea, y tampoco me gustaba pensar en ello.

Acabó como tenía que acabar, era mi motto. Y estaba a gusto con ello.

Por más que a veces me entraban ganas de preguntarle cosas sobre su vida, Kawasaki rápidamente cambiaba de tema con la excusa de que hablar de él era una tontería. Como tampoco me hablaba nunca qué tipo de trabajo hacía excusándose ser tan aburrido que con solo oírlo me caería dormida.

Yo inocente, en un principio creí que con el tiempo nos uniríamos más, pero, por muy físicamente que nos acercáramos, más lejos lo sentía de mí. El Kawasaki que conocí al principio como mi Coach, seguía siendo exactamente el mismo, con la única diferencia que ahora teníamos sexo.

Que por cierto, esta de muerte.

Gracias a ello mis historias ganaron más sensualidad y erotismo. Mi jefa todavía me pedía realizar cambios en algunos proyectos, pero no cabe duda de que ella estaba mucho más satisfecha con mis obras. Y yo conmigo misma.

De vez en cuando Kawasaki me recriminaba sobre mis hábitos alimentares, o mejor dicho, mi falta de uno decente, pero todo terminaba ahí.

Habré engordado una barbaridad comiendo comida recalentada, pero como a Kawasaki no parecía importarle mucho mi físico yo también dejé de importarme.

Él a cambio parecía estar más delgado a cada día que pasaba, lo que me hacía preguntarme si comía en casa. Pero nunca realmente tuve las agallas de cuestionarle.

Y no. Él, al igual que yo comía comida chatarra, solo que lo hacía en su casa y en mucha menos cantidad de

la que solía comerme yo. Kawasaki no predicaba con el ejemplo que digamos.

No tenía sentido hacer comida solo para una persona, es lo que él pensaba. Pero claro, eso yo nunca llegué a saberlo.

Él nunca me lo dijo.

Seguíamos tan distantes como completos desconocidos.

Y yo, por falta de experiencia quizá, pensé que era lo normal en una relación. Sin embargo, Kawasaki y yo realmente no teníamos una. Yo era su escritora, y él era mi misteriosa musa.

FIN.

- La verdad que la musa nunca reveló.

Estrellas en la oscuridad [Sin corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora