33- Epílogo 4/4

107 3 1
                                    

Era ya muy pasada la noche cuando Kawasaki entró por la puerta con traje y corbata. Estaba cansado, pude notarlo. Su hermoso rostro blanquecino me observó atentamente aun estando tan demacrado. Aparentemente le gustaba lo que veía.

No entendí muy bien por qué.

Yo llevaba un pijama de tirantes tipo espagueti de cuello en V y unos shorts a juego. Ropa que él había escogido especialmente para mí. Era blanco, en contraste a mi piel oscura. Mi pelo estaba perfectamente engomado, dando brillo y vida a mis rizos, ya que a Kawasaki le gustaba que mi pelo estuviera así. Daba igual que me fuera a dormir y manchase la almohada de laca. Él lo llevaría a la lavandería al día siguiente.

Estaba escribiendo una nueva historia en mi portátil cuando él se acercó a mi lado y tranquilamente reposó su boca en mi hombro. No tardó ni medio segundo en besarlo con delicadeza y observar la pantalla del

ordenador antes de apoyar su cabeza sobre mis hombros. Su pelo estaba largo. Hacía más de dos años que no lo cortaba, quizá porque sabía que a mí me gustaba que lo mantuviera corto. Una forma para tentarme tal vez.

- Eres perfecta.- susurró.- No puedo dejar de mirarte.

- Gracias.- Digo lo que me había acostumbrado a decir siempre, como en un guion.- Pero no lo digas tan a menudo o podría empezar a creerlo.

Kawasaki sonrió gustosamente antes de agarrarme de la cintura y hacer cosquillas en mi cuello con la punta de su nariz.- ¿Te queda mucho trabajo por hacer?- preguntó, pero él sabía cuál sería mi respuesta. La aprendí después de mi primer año encerrada en aquel piso.

- No, siempre que me necesites no tendré nada de trabajo por hacer.- comenté cerrando los ojos. Sentí como me besaba el cuello con excitación. Así que hoy él querría hacerlo. Señal de que me estaba portando bien.

- Vamos a la cama.- Su mano empezó a subir lentamente de mi cintura hasta mí ceno. Sin querer dejé soltar un suspiro. Entonces él se alejó con rapidez.- Ven, no me hagas esperar.- musitó desabrochándose la corbata y yendo de camino a la habitación.

Yo le seguí obedientemente. No podía hacer nada más que seguirle el paso.

Después del primer año él había dejado de maniatarme, ya que yo me comportaba bien y le hacía

caso. Y aunque fuera en contra de él, ya era demasiado tarde. Kawasaki me había obligado a vender mi piso, tiró mis cosas, me alejó del mundo e hizo que el suyo empezara a ser el mío.

Me compró ropas nuevas y me encerró en su mundo sin posibilidades de escapar.

Después de un tiempo incluso perdí las ganas de hacerlo.

Tenía entendido que lo que sentía podría ser síndrome de Estocolmo, pero no pensé demasiado en el tema con profundidad. Tenía a Kawasaki las veinte y cuatro horas en mi cabeza, en mi piel, en todo mi ser.

Ya no me quedaba espacio para pensar en mi misma.

Y él lo sabía. Ambos lo hacíamos.

- ¿Por qué tardas tanto?- Oí su voz cansada resonar en mis oídos y apresé el paso. Él ya estaba con el torso desnudo, los pantalones aún puestos y a punto de quitarse los zapatos.- No quiero esperar para siempre.

- Yo tampoco.- hablé mirando su abdomen y él comiéndome con los ojos.

- ¿Por qué no te quitas el pijama ahora? Hace calor, deberías refrescarte.- apuntó hacía mi ropa y asentí con la cabeza haciéndole caso. Había adelgazado bastante desde que él empezó hacerme sus platillos japoneses y me prohibió comer chucherías, solo los fines de semana para mantenerme en forma. Para ser de su agrado.

Al principio me costaba estar desnuda ante él, pero ahora me había acostumbrado a ello. Kawasaki era lo

suficiente amable como para no ahuyentarme, al menos no ahora. No como hace dos años.

Cuando yo aún tenía libertad.

Quité lo que me quedaba de ropa y me acerqué a él, lentamente, noté como me miraba de arriba abajo.

A cada paso que daba comprendía con amargura que el hombre que tenía delante de mí no dejaría ir nunca.

Antes porque era incapaz de aceptar que la autora que se había obsesionado no era lo que esperaba, y ahora porque me había transformado exactamente en quien él quería que fuera.

Kawasaki no era una estrella en la oscuridad, nunca lo había sido. Él era las tinieblas que tragarían mi estrella por completo.

Un agujero negro.

Debería haberme dado cuenta antes, pero no. Ahora ya es demasiado tarde.

FIN.

- La verdad envuelta en cadenas.

Estrellas en la oscuridad [Sin corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora