A la mañana siguiente Nayeon se despertó sintiendo como unos brazos rodeaban su cuerpo. Bajó la mirada y reconoció esas manos de inmediato. Eran de Sana. Por un momento comenzó a imaginarse su vida de casada al lado de la japonesa. Probablemente sería tan perfecta que se le hizo imposible imaginárselo en su totalidad.
-Hey – Nayeon volteo para quedar de frente a la pelirroja - ¿Qué haces acá?
-Hizo mucho frío anoche – las dos sonrieron – Jihyo salió así que me vine a acostar contigo.
-¿Pasó algo? – Sana odiaba mentirle a Nayeon.
-No, sólo conversamos de ciertas cosas.
-¿Tienes hambre?
-¿De ti? Siempre – Nayeon sonrió y dejó que Sana se subiera sobre sus caderas y la comenzara a besar. La pelinegra no entendía cómo se podía volver tan adicta a los besos y caricias de una persona. Sana besaba tan bien, la hacía sentir tan bien pero, por sobre todas la cosas. Sana sabía lo que le gustaba – quiero follarte mucho, no te haces una idea – Sana pasó su lengua por el labio inferior de Nayeon.
-Qué tal si me enseñas las ganas que me tienes – Sana sonrió.
-Con gusto.
Nayeon posó sus manos encima del trasero de Sana y comenzó a masajearlo haciendo que la chica japonesa comenzara a jadear sobre su boca. Mientras tanto, las manos hábiles de Sana comenzaron a desabotonar cada botón de la camisa de Nayeon. En cuestión de segundos. Las dos quedaron sólo en ropa interior. Nayeon se estaba volviendo loca por el calor que emanaba los cuerpos sudados.
Sus manos vagaron hasta la parte posterior de Sana y desabrocharon su sostén. Los pechos perfectos de la japonesa estaban frente a ella. Estaba a punto de perder el control pero entonces sintió como dos dedos se zambullían dentro de su ropa interior llegando hasta su centro.
-Estás muy húmeda – la cara de Sana era un poema. Nayeon era consciente de los posesiva que podía ser su futura esposa – eres mía – Nayeon comenzó a mover sus caderas por inercia. Sus manos soltaron su ropa interior de encaje y comenzó a masajear sus pechos – pervertida. Tienes mis dedos en tu centro y aun así te tocas – Nayeon cerró los ojos ante esas palabras.
-Fóllame, por favor.
-Amo que ruegues, que suenes tan necesitada – Sana se acercó al oído izquierdo de Nayeon – amo que te mojes tanto por mí.
-Joder Sana – Nayeon podía desesperarse con facilidad cuando de sexo se trataba – no juegues conmigo.
-¿Si no que? – Nayeon no lo pensó dos veces y de un solo movimiento fue ella quien quedo arriba de Sana. Nayeon sacó la última prenda que le quedaba en su cuerpo e hizo lo mismo con Sana. Ahora las dos estaban en la misma sintonía – mierda, puedo sentirte – Nayeon comenzó a moverse encima de la humedad de Sana. Los gemidos no se hicieron esperar y las dos chicas comenzaron a expulsar gemidos y gritos de placer. Sus caderas estaban completamente sincronizadas.
Sana estaba en la gloria mirando como el vaivén de los movimientos de sus caderas hacia que los pechos de Nayeon se movieran en una perfecta sincronía, como el rostro de Nayeon se volvía cada vez más rojo, como la primera capa de sudor comenzaba a aparecer sobre sus cuerpos. Sana se quería follar a Nayeon así que no lo pensó y sin avisarle, introdujo dos dedos en su centro. La respuesta de Nayeon fue llevar sus manos hasta la pared que tenía frente a ella y elevar sus caderas para que los dedos de Sana tuvieran mas espacios – me encantas, me encantas – susurraba Sana mientras la envestía con todas sus fuerzas.
-Mmm... si... Sana... no pares... no... mmm... yoo... fuck... Sana.
En cuestión de segundos, Nayeon había tenido un orgasmo encima del cuerpo de Sana. Podía sentir cómo la respiración de la pelinegra era inestable. Como, cada vez que le acariciaba la espalda Nayeon temblaba.