24.- Sanar Heridas

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Jun no había podido dormir en toda la noche. No podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con su hija. Realmente nunca creyó que llegaría el momento en el que le tuviera que explicar a Momo su historia y, que ella, la quisiera escuchar. Tampoco contaba con que Momo se terminaría enamorando de la hija de su amante. Nunca fue una opción para ella.

Al no poder dormir, Jun salió a regar las plantas de su jardín para después ir a comprar para darle desayuno a Momo. Claramente su hija no había dormido en la casa principal.

-Disculpe... - una voz atrás de ella la hizo saltar del susto – yo... yo... - Jun miro a la chica. Tenía el cabello negro, largo. La piel blanca pero manchada de sangre.

-¿Quién eres?

-Yo... - Nayeon levantó la cabeza y miró a Jun por primera vez a los ojos. Tenía a la amante de su padre frente a ella – la hija de tu amante – Jun tragó en seco.

-¡Oh! – La pelinegra se dio cuenta de cómo la mujer la miraba - ¿Necesitas que te ayude con algo?, ¿Estas herida?

-Estoy herida pero no necesito que tú me ayudes.

-No sé si eres así de pálida normalmente pero claramente no estás bien.

-Necesito ver a Momo, necesito hablar con ella – La pelinegra se comenzó a acercar a Jun – y después hablar contigo – la coreana emanaba alcohol por sus poros.

-No creo que sea buena idea de que hables con Momo en este estado.

-¿Crees que la conoces? – era un golpe bajo – no es necesario hacerte la buena madre cuando no lo fuiste ¡Aush! – Nayeon se acarició el costado izquierdo, le dolía todo el cuerpo – necesito verla.

-Es por allá – Jun apuntó hacia la pequeña cabaña que estaba a 200 metros de la casa principal. Era una cabaña que habían creado con su ex esposo para su hija. Tenía un cuarto, una ducha, una pequeña cocina que pocas veces se ocupaba y un pequeño cuarto de baile con espejos – espero que puedan arreglar sus cosas. Momo te ha extrañado – Jun tomó la bolsa para las compras – nos vemos Nayeon.

La pelinegra se quedó mirando a Jun hasta que desapareció junto con su auto. Caminó hasta la pequeña cabaña y no podía dejar de preguntarse, porque Momo tenía algo apartado de la casa. O quizás si lo sabía pero, el alcohol en su cuerpo no la dejaba pensar. Cuando quedo frente a la puerta todo su cuerpo comenzó a temblar. Estaba nerviosa, no sabía que decirle. Simplemente había llegado por un impulso y ahora no sabía que hacer – a la mierda – abrió la manilla de la puerta y se sorprendió al notar que estaba abierta. Se sacó las zapatillas como pudo y entró descalza. Entro a la pequeña cabaña y lo primero que notó fue la decoración. Era muy Momo – bonito, muy bonito – continuó caminando hasta que encontró el cuarto de baile. Nayeon no pudo evitar sonreír al imaginase a una pequeña Momo bailando por todo este lugar. Siguió su camino hasta que llegó a la habitación. Momo estaba acostada sobre la cama sólo con una remera gigante que tapaba sus piernas hasta las rodillas. Tenía el cabello desordenado y la boca semi abierta. Nayeon pensó que Momo se veía muy bonita, muy bonita.

Nayeon dejó sus zapatillas en el suelo y, al momento de agacharse todo su mundo dio vuelta. Perdió el equilibrio y se fue hacia adelante chocando con la puerta.

-¡¿Quién anda ahí?! – Momo se despertó asustada.

-Tranquila, tranquila, soy yo – Momo miró a Nayeon de pies a cabeza – Hola – la pelinegra se arregló la ropa y le regaló una sonrisa.

-¡Oh mi Dios! ¿Qué te pasó en la cabeza? – Momo no lo pensó dos veces y se acercó a Nayeon. No le costó mucho darse cuenta que la chica estaba completamente borracha - dime que te pasó Nayeon – Momo acarició su barbilla.

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