Sana comenzó a sentir calor que emanaba de su cuerpo. Los rayos de sol que se filtraban a través de la delgada y fina tela que colgaba de la ventana del cuarto de la guarida que compartía con Jihyo y Nayeon, habían comenzado a despertarla lentamente.
En su subconsciente, no podía entender como ayer hacia tanto frío y ahora había tanto calor. Lanzo las frazadas hacia un lado y se sentó en la cama, miró la hora en su celular. Eran las 1 de la tarde. Miró hacia el mueble que había al lado de la cama y, sobre este, había un vaso de agua con dos pastillas y una nota. Era de Jihyo. "Traga esas pastillas con el vaso de agua, bébelo todo. Después baja a desayunar"
Sana decidió que bebería el agua y se tomarías las pastillas pero, no bajaría de inmediato. Se levantó de la cama y caminó hasta el espejo de la habitación. Podía notar las marcas en su piel. Tenía marcas en el cuello, sobre sus pechos y su vientre – maldita sea, debo tapar esto – habló en voz alta.
-No te preocupes, anda a ducharte – Jihyo había llegado con desayuno a la cama – supuse que no querrías verme – Sana solo la miraba – así que decidí subir. Ve a ducharte, Nayeon viene en camino.
-¿A qué hora despertaste?
-A las 12 – las dos amigas solo se miraban. Ambas sentían que debían decir muchas cosas pero ninguna lo haría – iré a ordenar las últimas cosas que pondré en nuestro bolso.
-¿Nuestro?
-¡Oh! Creí que sería buena idea llevar sólo un bolso. Después de todo iremos sólo por el fin de semana.
-Me parece una idea perfecta – Jihyo se quedó de pie mirando las marcas que había dejado su boca en la piel blanca de Sana. Sintió como todo el calor comenzó a apoderarse de ella nuevamente.
-Bajaré.
-¿Por qué? – preguntó Sana.
-Porque es lo mejor – las dos se miraron – no creo que necesites ayuda para tapar esas marcas - Jihyo se fue del cuarto dejando a Sana algo confundida.
Jihyo ordenó la cocina, los sofás, lavó la loza y se sentó a esperar a que llegara Nayeon. Trataba de mantener su mente en blanco pero era imposible, no después de lo que sucedió anoche. Los recuerdos del cuerpo de Sana encima de ella llegaban como fotografías a su cerebro. Recordaba todo, cada detalle. Cada gemido que se le escapó de la boca a ella y de Sana. No podía creer que no se hubieran acostado después de todo lo que hicieron – mierda – exclamó la rompecorazones con rabia. Se odiaba por haber caído nuevamente en los brazos de Sana. Había sido estúpido, ella era consciente de que la japonesa nunca la iba a amar, ella nunca estaría a la altura de Nayeon. Después de todo, Sana se encargaba siempre de recordárselo.
-¿Por qué estas enojada? – la voz de Sana la sacó de su transe.
-Por nada, ¿Estas lista? – Jihyo volteo y se encontró con una Sana que sólo llevaba puesto un short negro, una remera suelta transparente de color blanco en la que, se podía ver claramente, el color rojo de su traje de baño.
-Sí, ¿Has hablado con Nayeon? – Jihyo colocó los ojos blancos.
-No, supongo que viene en camino.
-¿Me dirás que es lo que ocurre?
-No ocurre nada – Sana se acercó a Jihyo y quedó a una distancia prudente.
-¿Por qué me mientes? – Jihyo la miró directamente a los ojos.
-¿En serio debo decirte que es lo que me pasa?, ¿No puedes adivinar?
-Está es una de las razones por las que no me quiero acostar contigo. Eres débil Jihyo – Jihyo sentía que quería llorar, sus rodilla se debilitaban – aprende a vivir con el hecho de que es lo único que obtendrás de mí. Somos amigas. Amigas.