Sana había llegado a la guarida en la noche con la esperanza de encontrarse con Nayeon ahí pero no, la pelinegra no estaba. Trató de contactarse con ella todo el día, pero su celular sonaba apagado.
-¿Qué haces acá? – sintió la voz de Jihyo desde el segundo piso del departamento.
-Creí que nos veríamos, después de todo es viernes – Sana miró a Jihyo quien estaba solo en ropa interior - ¿Interrumpo algo?
-¿Quién es? – Sana sintió la voz de una chica.
-Sana – dijo Jihyo – necesito que te vayas. Tengo cosas que hacer.
Sana decidió quedarse callada y dirigirse directamente hasta el bar del departamento. Se preparó una copa de vino que no duró ni 5 segundos en su mano. Se la bebió de un sorbo. Volvió a servirse y se la bebió de inmediato. Se sentó en la terraza a observar la vista que tenía en frente. Seúl estaba de noche y todo se iluminaba. El cielo estaba arrebozado en estrellas.
-Lamento tener que echarte a esta hora.
-Ni siquiera son las 12 de la noche. Se supone que saldríamos – Sana volteo a ver la pequeña discusión que estaba teniendo Jihyo con su cita - ¿Hice algo mal?, si es así deberías decírmelo y no echarme como si sólo hubiese sido un pedazo de carne para ti.
-¿Es que acaso no quedo claro que solo sería sexo? – La vista de Sana se desvió hasta el rostro de Jihyo. La japonesa había visto como su amiga se follaba a innumerables mujeres durante toda su vida pero nunca, había visto tratar a una chica de esta forma – te dije que no me enamoraba, que lo único que tenía para ofrecer era mi cuerpo – A Sana no le gustó la forma en que esas palabras salieron de su boca – y si mal no recuerdo, lo recorriste por completo – la chica estaba a punto de llorar – Si salíamos íbamos a volver a este departamento y tendríamos sexo nuevamente. Es sólo sexo – la chica volteo a ver a Sana.
-¿Es por ella? – Sana le regaló una sonrisa irónica y levantó su tercera copa de vino.
-Es mejor que te vayas. No lo volveré a repetir – la chica tomó su abrigo y salió del departamento.
-Vaya, era una A. Tenía el cabello hermoso, le brillaba por si solo. Unas piernas que comenzaban desde sus axilas. Muy bonita Jihyo.
-¿Qué quieres?
-Nada, creí que Nayeon estaría acá.
-¿Por qué estaría acá?
-¿Por qué estás tú acá? – Las dos solo se miraban – no quiero discutir – Jihyo se sentó en el sofá mientras abría una cerveza. Sana no podía dejar de mirar las piernas desnuda de su amiga – vamos a bailar – Jihyo la miró a los ojos – tú y yo.
-¿Qué?
-¿Hace cuánto no lo hacemos?
-¿Cómo es que venías por Nayeon y ahora me quieres sacar a bailar?
-Quizás Nayeon necesite tiempo lejos de mí – Jihyo miró el rostro de Sana después de que dijera esas palabras – no han sido días fáciles.
-Tengo hambre.
-¿Qué?
-Eso. Iremos a bailar pero primero iremos a comer.
-Me apunto.
-Iré a cambiarme – Jihyo dejó su cerveza en el suelo y subió al segundo piso a cambiarse de ropa. Una parte de Sana agradecía que la chica de hace un rato se hubiese ido.
El día de Nayeon con Momo había sido duro. Después del almuerzo, habían ayudado en la huerta, en el invernadero, habían plantados flores y regados los árboles frutales. Ni siquiera se dieron cuenta cuando se hizo de noche y las llamaron a cenar. La cena era tranquila y graciosa. Nayeon escuchó con atención todas las historias que le contaban las abuelas y Momo estaba encantada. Nunca creyó que la pelinegra reaccionaría tan bien a este viaje. Ni siquiera estaba segura de que le iba a aceptar la invitación pero lo hizo.