Capítulo #6

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     Me desperté al lado de ella y lo primero que hice fue respirar su aroma tan delicioso tan propio de ella, le di un beso en el hombro y comenzó a despertar, era domingo y lo teníamos libre así que podíamos levantarnos tarde ese día y ojala nunca nos hubiéramos levantado de esa cama, hubiera permanecido mi cuerpo desnudo junto al de ella muchos años hasta envejecer, pero no pudo ser así. Bajamos a desayunar a las diez, por lo regular cocinábamos entre las dos pero esta vez yo hice sola el desayuno, pues Beatriz se puso a revisar que cosas hacían falta en casa para ir a comprarlas después de desayunar, para más tarde visitar a nuestros padres.

-Tengo hambre – dijo abrazándome por la espalda y me mordió la oreja.

-Espérate – le dije – ya está listo, siéntate.

- Te amó – me dijo – te amó mucho hermosa mujer.

   Sus palabras fueron el mejor desayuno para mi, comimos y una vez terminar salimos, ella condujo como casi siempre pero algo no sería como siempre.

  Cuando íbamos llegando al supermercado comenzamos a escuchar gritos poco después ráfagas de balas, Beatriz me cubrió con su cuerpo y me hizo casi botarme al suelo del auto quedando ella sobre mi, al principio pude escuchar su agitada respiración para luego sentirla casi inmóvil y algo caliente escurría sobre mi, como pude me enderece y me la quite de encima, fue entonces que descubrí que estaba herida, mi mundo se volvió oscuro pero no mi capacidad para tratar de salvarle la vida como la doctora que era, estaba herida con dos disparos de bala en su espalda, estaba perdiendo mucha sangre y estaba inconsciente, su pulso se estaba debilitando mientras yo trataba de parar su sangre con las mudadas de ropa que teníamos en el auto y al mismo tiempo pedía ayuda a gritos desesperadamente, mis manos temblaban y el miedo a perderla me consumía. Cuando llegó la ambulancia su pulso era muy lento, los paramédicos se percataron de que yo también estaba herida de una pierna la cual estaba cubierta de sangre pero yo en ningún momento sentí algo, subí con ellos y pedí que nos llevarán a la clínica del tío de Beatriz y el camino se me hizo eterno, ella se ponía cada vez peor y yo no podía hacer nada más, comencé a llorar mientras a mi me seguían revisando la pierna, la bala seguía adentro ese fue su veredicto y poco antes de llegar a la clínica llame para que estuvieran preparados. Bajamos y Elena mi amiga estaba allí acompañada de enfermeras, Beatriz fue puesta en otra camilla y fue llevada de inmediato a urgencias mientras que yo iba de tras y está vez sentí el dolor en mi pierna, cuando quisieron sacarme de la sala Beatriz entró en paro, mi reacción fue peor, mire como usaron el desfibrilador en dos ocasiones pero no hubo nada que hacer, Beatriz moría ante mis ojos y yo moría junto con ella porque perdí el conocimiento de todo.

    Cuando desperté me dolía la pierna, estaba en una cama de hospital y los recuerdos llegaron a mi como una cruel avalancha que me hicieron llorar y llevarme a la locura por perder a Beatriz, de pronto mi madre se acercó a mi, no me había percatado de su presencia hasta ahora que la tenía a mi lado, me refugie en ella y lloré hasta que me quedé fuera del mundo otra vez. Sabía que a Beatriz la estaban profanando ya, sacando sus órganos y la necropsia, eso era lo que ella había querido, yo estaba deshecha y mi dolor no tenía fondo en ese momento. Horas más tarde salí de la clínica, mis compañeros me dieron el pésame aún que yo sólo deseaba que todo aquello fuera una pesadilla y despertar para encontrarla dormida a mi lado pero no sucedió, en cambio tuve que dar declaraciones a la policía de los hechos ocurridos a ellos no les importaba mi dolor, luego vi a mis suegros quienes estaban igual o peor que yo, lloré de nuevo abrazada a ellos para luego de muchas horas de espera me entregaron su cuerpo pero dentro de una ataúd y yo ya no sabía que hacer, la mire, parecía estar dormida y me costaba imaginar no verla nunca más.

    Me quedé ausente de todo, mi madre estaba al pendiente de mi y de todo lo del funeral, me llevo a la cama con ayuda de mi padre cuando las pastillas que me recetaron habían surtido efecto en mi, me sentía tan cansada con sueño y demasiado triste que sólo quería dejarme llevar por el abismo y caí.

   Tras el entierro mi dolor fue más grande, lloré y lloré hasta desmayarme por haber pasado más de un día sin probar bocado, mis padres me llevaron a su casa aún que yo estuviese en contra yo quería quedarme en mi casa, en nuestra casa, quería estar lo más cerca posible de los recuerdos de Beatriz y de todo lo que me la recordará, pero no me dejaron estar sóla y aún así lloré cada noche sin poder dormir, no podía levantarme de la cama todo me daba igual, no tenía apetito por más que mi madre me instará a comer, mi estado anímico decayó rápidamente. Una  tarde Elena tubo que hacerme una visita como doctora y como amiga, aunque en el fondo de mi sabía que lo que estaba haciendo estaba mal pero yo sólo quería dejar de existir para dejar de sentir, Elena hablo conmigo de una manera desesperada y enojada, yo sólo me limite a verla no tenía ánimos de decir palabra, hacía dos días que había dejado de hablar o de hacer algo más como por ejemplo bañarme, estaba deprimida y cuando mi amiga terminó de sermonearme lloré y ella también lo hizo, diciéndome que a ella también le dolía verme así y el haber perdido a una colega y amiga pero que debía de seguir adelante como Beatriz me lo había pedido en alguna ocasión.
Cuando Elena se marchó mi madre entró a mi cuarto y me ayudo a entrar á la ducha, me dio el medicamento que Elena me recetó y sabía que ese medicamento me haría dormir por horas pero era lo que necesitaba y no opuse resistencia, al poco rato me perdí de todo. Dormí por casi tres días cuando desperté me sentía un poco más tranquila, relajada, pero no me olvidaba de lo ocurrido, tampoco tenía hambre ni ánimos de nada pero aun tenía a mis padres y hermano que se preocupaban por mi así que salí de la cama por ellos, ese mismo día que desperté mis suegros vinieron a visitarme por la tarde, los salude y evite no llorar aún que ellos ya sabían de mi estado por mis padres que habían estado en contacto con ellos que habían estado preocupando por mi  y yo les agradecí mucho el que aún tuvieran acercamiento conmigo.

   Los días que siguieron trate de hacerme a la idea de la ausencia de Beatriz y cada día era terrible pero debía seguir adelante, la herida de mi pierna era el menor de mis males, pasada tres semanas decidí sin más volver a mi casa, ya no podía seguir en casa de mis padres, extrañaba la mía y a mi compañera la cual sabía que jamás regresaría pero yo debía estar en esa casa en donde fui felíz.
Al cruzar el umbral de la puerta un golpe de tristeza y rabia se apoderó de mi por aquellos que me arrebataron a Beatriz, mientras mis padres estaban a mis espaldas esperando cualquier momento de debilidad mío para llevarme de regreso con ellos pero no le di la oportunidad de hacerlo, guarde mis lágrimas para cuando estuviera a solas,  saque mi valor para mostrarme lo más natural posible ante su presencia, me ayudaron a limpiar un poco para marcharse después de un rato y fue entonces que rompí en llanto abrazada a una de sus fotografías, la mire y me parecía mentira que ella hubiera muerto, me acosté en nuestra cama y lloré hasta quedarme dormida y por primera vez soñé con ella luego de que muriera, en sueños me abrazo y la abrace no me dijo nada pero me sentí felíz de verla porque parecía estar tranquila, su sonrisa me lo decía.

   A la mañana siguiente me sentía mejor, aún que ese mal sabor de su ausencia no desaparecería pronto, salí de la cama, me di una ducha y baje a tomar un café negro por que no había leche, tenía que ir de compras pero de pronto sentí un súbito miedo que me detuvo de hacerlo así que mejor decidí pedirlo todo por teléfono, poco después salí pero me dirigí solo a la clínica necesitaba volver a trabajar, pero antes de estar de regreso necesitaba hablar con el director y dueño del lugar quien me recibió atento, me escucho y me analizó, yo aguarde en silencio a que el tomará su decisión.

-¿Cómo te has sentido? ¿cómo va tu herida? – me pregunto.

-Pues un poco mejor, mi herida está bien ya no es casi nada.

- Te veo más delgada.

- Si, bueno…necesito trabajar, por más que me duela no puedo seguir así por siempre.

-Esta bien, entiendo – dijo él mostrándome una sonrisa – está bien Aileen puedes volver, no tengo problemas en que lo hagas, eres una excelente cardióloga y dentro de poco Alberto se irá de vacaciones así que tu tendrás  que cubrirlo.

- No hay problema ¿Cuándo puedo volver?

-Mañana mismo.

-Muchas gracias – le dije y sonreí por primera vez desde hacía muchos días.

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