Capítulo #7

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   Mis padres, mis suegros y Elena se alegraron de que volviera al trabajo y de que fuera superando de a poco mi dolor el cual seguía allí como una espina clavada en mi pecho que no me dejaba de doler, otras parecía ser calmó y otras tan intenso como el sol de verano, tan intenso como el amor que aún sentía por ella, por Beatriz, no había momento en que no pensará en ella y que mi corazón se hiciera un puño y que de mis ojos no quisieran escapar lágrimas, la casa se sentía vacía inundada por un gran silencio y soledad. A la hora de dormir la cama ya no era la misma, ni yo era la misma, estaba triste y por eso trabajaba turnos de más en la clínica porqué quería estar de lo más cansada a la hora de dormir, comía poco, la comida últimamente no tenía sabor el café era lo único que se me antojaba en todo el día, sabía que no estaba bien alimentarse de café y leche pero mi estómago y yo no queríamos otra cosa. Cuando tuve mi primer día de descanso hice todos los deberes de la casa, limpie y lave toda la ropa que tenía sucia, después fui a visitar a mis padres quienes me observaron y dijeron que me veían más delgada y por esa razón me sentaron a comer con ellos pero sólo comí un poco a la fuerza.

   Alberto se fue de vacaciones y antes de irse me dejó el expediente de todos sus pacientes para que yo atendiera sus citas, revise cada uno con calma y entre ellos descubrí a Camila la prima de Beatriz quien ya había recibido un trasplante de corazón mientras que el mío comenzó a latir desaforadamente, su trasplante había sido poco días después de la muerte de Beatriz y aquello sólo me llevo a sacar una conclusión que no podría confirmar hasta que no tuviera a Camila delante de mi, me llene de cierta alegría y tristeza porque una parte de Beatriz aún seguía con vida pero sin ella.

   Eran casi las tres de la tarde cuando apareció ella me quedé atónita al verla, era tan idéntica a Beatriz que no hubo necesidad de preguntar su nombre con sólo verla supe que se trataba de Camila, la cual una vez pensé no se parecía a mi Beatriz y mucho menos igualaba su belleza, pero me había equivocado o es que mi amor era demasiado ciego como para ver a alguien más, me hice la fuerte para no llorar frente a la viva imagen de Beatriz que no era Beatriz sino Camila, ella me miro un tanto confusa por ver mi expresión la cual trate de relajar sonriéndole un poco y pidiéndole que tomará asiento.

- Yo le atenderé está vez – le dije – el doctor Alberto salió de vacaciones, pero ya estoy al tanto de su situación, acaba de recibir un trasplante de corazón.

- Si, así es –  respondió mirándome con esos ojos verdes que me estaban martirizando por recordármela.

-¿Cómo te has sentido? – le pregunté actuando lo más normal y profesionalmente posible.

-Muy bien, no me puedo quejar, por fin me siento bien – pero al final pareció entristecer.

- Me alegra escuchar eso. Muy bien, te haré un rápido chequeo para ver que todo siga bien.

    Camila asintió y yo hice lo que tenía que hacer, escuche latir su corazón tan vivo como siempre cuando lo escuchaba en el pecho de Beatriz cada que me apegaba o la abrazaba, aquel latido era y no era de ella, se me formó un nudo en la garganta y deje de escuchar, le dije que todo estaba prefecto, mire su antigua receta y le hice una nueva con los mismos medicamentos eliminando dos los cuales ya no necesitaba, cuando termine se la entregue y fue hasta ese momento que Camila se enteró quien era yo, su rostro fue de hito en hito, le pedí que se relajara y le serví un vaso de agua.

- Yo…yo…enserio que lo siento mucho, me siento triste y rara a la vez por tener su corazón, fuimos cercanas aún que no nos viéramos tan seguido cuando entró a su especialidad y se hizo tu novia – dijo y sus ojos se llenaron de lágrimas las cuales intentó detener – lo siento, no pude estar ahí.

- No te preocupes – dije yo al borde del llanto – ella seguramente está feliz de que tú tengas su corazón.

- Tal vez – dijo no muy convencida – pero tú estas triste.

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