JungKook un imbécil tatuado, JiMin un tierno chico, amante del rosa y las leches de fresa.
Un chico rudo, lleno de piercings y tatuajes. Enamorado del pequeño chico que usa ropa color pastel e irradia ternura.
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— ¡Oh dios! — Pegue un gritito, aunque al segundo me arrepentí ya qué varias personas voltearon a mirarme.
¡JungKookie se había hecho otro piercing! ¡Y le quedaba hermoso!
— ¿Te gusta? — Rió, haciendo que en sus ojitos se formaran tiernas arrugitas alrededor y su nariz se frunciera un poco.
— ¡Si, si! — Sonreí de igual manera, mientras asentía con la cabeza. — ¿Cómo se llama? Podría hacérmelo...
—Se llama septum. — Me abrazó. — Si quieres podrías hacértelo, pero no creo que te guste le idea de que te pasen una aguja por la nariz, amor. — Beso la punta de mi nariz.
No pude evitar imaginarme una aguja en medio de mi pequeña naricita y.... no, gracias.
—N-no lo creo... — Negué horrorizado, la simple palabra "aguja" me erizaba los bellos.
JungKook sonrió dulcemente y volvió a darme otro besito. Esta vez le tomé por la nuca y le plante un rápido pico, aunque él volvió a besarme y nos quedamos así por unos largos segundos, mientras varios alumnos pasaban y nos lanzaban miradas.
—K-Kookie~ — Murmuré una vez que nos separamos.
— ¿Mmm...? — Apoyó su frente sobre la mía.
¿Hace calor o solo soy yo?
— ¿Quieres venir a la tarde a casa? — Mordí mi labio.
—Claro, ¿llevo leche de fresa? — Se separó, aunque aún mantenía sus brazos en mi cintura.
— ¡Claro que sí!
En realidad, Seok Jin me había ayudado a darle una sorpresa a JungKookie. Solamente rogaba porque le gustara, ya que esperaba que fuera algo especial.
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