26: Limpiando tormentos

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Yuri

Como prometió, luego de sacarme las fotos y utilizar mi cuerpo, Guillermo dejó que saliéramos del edificio. Dio las instrucciones desde sus empleados, el muy cobarde, así que otra vez le hemos perdido el rastro. La confesión de Clow ha sido como un balde de agua fría en un día caluroso. A pesar de que todo se ve en la total oscuridad para mí, lo que dijo me ha hecho sentir que mi sacrificio valió la pena. Algunos dirán que es un precio muy alto para una cosa tan pequeña, pero yo lo veo como una luz de esperanza.

Me quito la ropa. Gotas caen de la ducha de mi baño y dejo empapar mi piel mientras cierro los ojos sintiendo el agua. Necesito perderme un poco en la tranquilidad de la sensación, aunque está difícil porque los recuerdos me atormentan. Me sobresalto cuando oigo la puerta, así que abro los ojos. Mis mejillas se ruborizan al ver entrar a Clow desnudo.

―¿Qué haces? ―le pregunto mientras las palpitaciones de mi corazón se aceleran por culpa de su presencia.

Camina hasta mí, entonces retrocedo, así que mi espalda choca con el frío vidrio de la bañera, él apoya su mano allí, a un costado de mi cabeza y pone su rostro a centímetros del mío.

―Vine a limpiarte ―susurra en mi oído.

―E... eso lo puedo hacer sola ―expreso nerviosa.

Agarra el jabón del pequeño estante.

―Necesito asegurarme de que no quede ningún rastro de Guillermo en ti, tanto física como mentalmente ―Apoya el jabón rozándolo en su labio inferior ―¿Estás de acuerdo?

―S... sí.

Sonríe ante mi consentimiento y acerca el objeto hasta mi cuerpo desnudo. No tarda en hacer espuma, ya que la intensidad del agua es suficiente fuerte como para mojarnos a los dos. Refriega la sustancia sólida en cada parte de mi físico, pasa por los chupones y se frena ahí a limpiar, me da unos cuantos besos desde mi cuello hasta mi claviculada, luego restriega sobre mis senos y gimo, sigue descendiendo hacia mi ombligo y chillo cuando llega a meter el jabón entre mis piernas. Masajea mi zona intimida mientras me agarro de sus hombros, de hecho fricciona bastante tiempo allí con el objeto.

―Ouh ―Jadeo, la espuma llega hasta el fondo.

Me arde un poco y es excitante a la vez, todavía tengo lastimado de la última ocasión que he tenido sexo rudo con Clow. Al menos mis heridas me recuerdan cosas satisfactorias, el cobrizo ha conseguido que me olvidara de los momentos turbulentos de mi mente. Me ha llevado al éxtasis y no quiero salir de allí nunca.

―Clow ―Me muerdo el labio inferior ―hazme tuya ―pido totalmente perdida en el calor de mi cuerpo.

A diferencia de otras veces, que me ha dicho que no, porque decidía burlarse y hacer otra cosa, esta vez deja el jabón a un costado, agarra el preservativo que está en el estante, se lo pone, entonces me levanta la pierna.

―Lo que tú quieras, Chinita ―Introduce su miembro en mi feminidad, así que jadeo, acto seguido continuo con mis gemidos cuando comienza a moverse y empujarme contra el vidrio.

Me deleito con la suavidad de sus caricias y me pierdo en el calor de nuestros cuerpos. El agua de la ducha, no opaca la sensación, sino que la mejora. Gimoteo sin control mientras mi cuerpo sube y baja por la velocidad de sus arremetidas. Me embeleso con su órgano viril que entra y sale de mi interior sin compasión. Es un grato efecto que no quiero que acabe jamás. Su físico me aprisiona y me mantiene cautiva entre sus brazos, me sofoco entre el vapor y la excitación. Mis malos pensamientos ya no pueden destruir los buenos sentimientos que estoy disfrutando ahora.

Necesito que me lastime, que me someta, que me rompa, quiero alimentar mi adrenalina todavía más.

Me sobresalto cuando me gira de repente, hago un jadeo al sentir sus labios en mi nuca, sus dedos pasan a acaricias mi cola y siento un líquido grasoso en mi ano cuando introduce el índice allí, así que chillo. No sé cuándo metió todos esos objetos sexuales en mi baño, pero lo agradezco. Masajea mi orificio trasero con el lubricante y yo estoy encantada con el excelente trabajo que hace con mi cuerpo.

―Creí que no te gustaba usarlo ―le hablo de la sustancia grasa, mientras intento y veo como apoyar mis manos en el vidrio de la bañera.

―A veces hay excepciones ―Entra un segundo dedo.

―¡Oh! ―chillo alzando la cabeza.

Oigo el plástico de un nuevo preservativo, acto seguido siento el golpe sordo de mi vagina contra el vidrio y su pene dentro de mi trasero.

―¡Oh! ―vuelvo a chillar ―Oh, cielos ―Gimoteo ante las siguientes arremetidas ―¡Ah! ―Cada embestida es un deleite y no puedo evitar gritar.

Clow se corre dentro del preservativo, lo noto por el calor que emana desde allí, apoya sus manos en el vidrio y respira agitado, mientras el agua sigue limpiando todo lo que hemos ensuciado.

Cuando acabamos de enjuagarnos y bañarnos otra vez, nos vestimos, lavamos el desastre, entonces salimos del baño. Preparo unos cafés y como si fuéramos las personas más normales del mundo, nos sentamos en el sillón a beber de nuestras tazas.

―Que delicia ―Me sonríe él ―. Debes ser experta en café.

―No es para tanto, solo sigo las instrucciones del frasco.

―Pues a mí no me salen bien ―Se toma un sorbo.

Me río.

―Tonto.

Se forma un silencio agradable hasta que Clow lo corta.

―¿Tenemos sexo otra vez?

―¡No! ―digo en voz alta y hace una carcajada ―Me duele trasero.

―Sabía que dirías eso.

Me sonrojo.

―¿Lo dijiste a propósito?

―Sí ―Carcajea de nuevo.

Le pego un codazo.

―Malo.

―Auch ―Sonríe ampliamente y luego baja la vista ―Hola, gatita ―Deja su taza en la mesa de en frente y levanta al animalito que recogió aquella vez.

―Más te vale que le compres una caja de arena a esa cosa, porque me está ensuciando toda la casa ―Lo miro de mala manera.

―No es verdad, aparte ya la limpié ―Apoya al pequeño gato en su mejilla ―¿No es adorable?

―¿Lo dice el tipo que acaba de tirarme del cabello en el baño? ―me burlo.

―¿Ahora quién es la mala? ―bromea y baja al animal al suelo, se acomoda en el sillón, subiendo una pierna y apoyando el brazo en el respaldo, para luego acercar su rostro al mío ―Chinita ―susurra a centímetros de mi boca y me muerdo labio inferior.

El timbre suena interrumpiendo lo que casi pudo haber sido un beso. Dejo mi taza a un costado y voy a atender a ver quién nos visita. Abro la puerta y me encuentro con mi amigo lastimado, así que chillo.

―¡Kei! ―grito preocupada cuando cae al suelo y me agacho a ayudarlo ―Oh Dios ¿Quién te hizo esto?

Se acerca a mi oído para decírmelo, pero no logra formular nada, ya que termina por desmayarse. 

Perversa Oscuridad: Redención [#5.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora