25: Equivocación kármica

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Clow

Observo el lugar en donde estoy, no tiene ventanas, el piso es negro, allí deje tirada la bolsa con la que me cubrieron la cabeza con antelación, y hay unos barrotes que dan a otras partes del calabozo, pero son tan gruesos que me tienen atrapado aquí. Hay una cama en el suelo, que ni pienso tocar. Qué asco. También una mesa con algunos utensilios que no me sirven para nada. Camino hasta una esquina de la celda y me agacho a ver que hay un tubo saliente de la pared. Acerco mi rostro, entonces huelo el gas, así que dejo de agacharme. Parece que el lugar está especialmente preparado para matar a alguien. Eso me recuerda a la vez que encerré a Eiden en un cuarto con tóxicos y él rompió el vidrio. Esto es más inteligente de lo que yo hice, aquí no hay manera de escapar, es todo concreto.

Será el karma.

Oigo como se abre la puerta de la celda y me giro a ver quién es. La piel se me hiela cuando visualizo a Guillermo. El hombre canoso me sonríe tranquilo y yo intento mantener la compostura, así que frunzo el ceño.

―¿Dónde está Yuri? ―pregunto directo por mi preocupación.

Sonríe y trago saliva.

―Está muy bien, no te inquietes. Vine aquí a ver cómo estabas tú, tengo que asegurarme de que mis huéspedes se encuentren cómodos. También quería informarte que permanecerás a salvo y que no te va a pasar absolutamente nada. Quita ese gesto, pequeño.

―Ver tu cara me causa asco ―declaro ―y tus palabras de supuesta amabilidad nunca me han tranquilizado, son puras mentiras, disfrazas tus atrocidades con tus falsos modales.

―Que cruel, después de todo lo que hemos pasado juntos ―Apoya su mano donde está su corazón.

Hago una mueca de desagrado.

―Fue una puta semana, no entiendo cómo no te la has olvidado.

―Tú tampoco te has olvidado lo que pasó entre ambos ―expresa con satisfacción mientras a mí me agarran nauseas ―. Fue mágico.

―Cállate, pederasta, no es lo mismo ―Pongo una mano en mi cabeza por unos instantes al estresarme.

―Sé que te marqué para toda la vida, pero ambos lo disfrutamos, no tiene nada de malo el amor entre dos hombres.

―¡¡Era un niño!! ―grito indignado y furioso ―¡¿Qué es lo que no entiendes de ser un pederasta?! ¡¡Eres un maldito enfermo!!

―Bájame ese tono ―expresa molesto ―arruinas el momento.

―¿Qué momento? Déjame en paz.

Me siento estúpido. Aunque creo recordar esas palabras, las palabras de la Gatita pidiendo que me alejara. Esto es tan retorcido, maldita sea. Sé que soy como este tipo, pero estar en el lugar de la víctima, lo detesto ¿Cómo pude creer que alguna vez podría enfrentarme a este hombre? El trauma es más complicado de lo que parece. Lo necesito muerto y pronto.

―¿En qué piensas? ―expresa Guillermo mirándome detenidamente.

―En que no sé qué quieres, pero conseguiré la manera de matarte.

Se ríe.

―Cálmate, generaras arrugas en tu bello rostro. No te preocupes Clow, entiendo que no quieres nada conmigo, de hecho ya lo acepté. Eres un hombre adulto y solo te quiero cerca, como amigo. No hay nada de qué preocuparse. Además, como sabrás, mis gustos han cambiado. No es que no crea que seas atractivo y que pudiera resurgir el amor entre nosotros, pero ahora tengo otras prioridades, como mi querida flor de lirio.

Perversa Oscuridad: Redención [#5.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora