23: El doctor y la paciente

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Yuri

No puedo rechazar a Clow cuando me ofrece sexo, menos en un cuarto de hospital, alimenta mis fantasías sexuales tener esta bata puesta. Es azul, tiene un estampado de puntitos, muy ligera y corta. Se siente el fresco entre mis piernas y tranquilamente se puede atacar mi feminidad. Noto sus dedos en mis bragas, frotan con la tela mi parte intima, lo que provoca que me excite. Podría deleitarme con esto todo el día.

Se escuchan dos golpes en la puerta y Clow me tapa la boca con su mano para que no se oiga el gemido que se está por salir.

―Señorita Tanaka ¿Se encuentra bien? ―Reconozco la voz de la enfermera ―¿Señorita? ―Vemos como se mueve la manija.

El cobrizo se aparta de mí, agarra una bata de médico y se la pone sobre su traje, luego abre la puerta de repente.

―En estos momentos estamos ocupados, son unos estudios muy importantes, así que no interrumpa ―Le cierra la puerta en la cara y acto seguido pone una silla para trabar la puerta.

Me sonrojo.

―¿Qué haces?

―Poniéndome en el papel de doctor ―Se ríe ―¿No es que acaso te gustan estos juegos?

―Bueno, sí, pero...

Me agarra de repente de la cintura.

―Que sea ilegal lo hace más placentero ―expresa acercando su rostro al mío entonces me besa, así que le correspondo ―. Sube la adrenalina ―Me empuja nuevamente y de manera brusca contra la pared ―¿Seguimos? ―Me alza la pierna ―Creo que tendré que revisar más a fondo tu zona intimida.

Me muerdo el labio inferior.

―¿Tiene una inyección para eso, doctor?

―Tengo justo lo que necesitas.

Saca un preservativo del bolsillo mientras mantiene mi pierna levantada, para luego bajar el cierre de su pantalón, entonces se lo pone. Estamos en un hospital, así que es más fácil conseguir condones, aunque sabiendo como es Clow, puede que también ya viniera preparado. Acto seguido me baja las bragas y de una estocada se hunde en mí, así que hago un jadeo.

―Auch ―Me río ―. Eres un agresivo.

―Así te gusta ―Me muerde el labio al darme un leve beso.

No puedo negarlo ¡Me encanta!

Clow se mueve dentro de mí y me agarro de su bata blanca de médico. Voy a desfallecer cuando mi intimidad se acostumbra a las embestidas. Apoyo mi cabeza en su pecho y dejo que la sensación me lleve al límite. No hubo tanta preparación previa, pero eso es lo que me tienta de más. Mis paredes se han humedecido de todas maneras, a pesar de la rapidez de la acción y la poca atención en mi zona erógena. Jadeos se escuchan en el cuarto hasta que baja mi pierna y solo oigo nuestras respiraciones agitadas.

―¿Qué haces? ―pregunto cuando se sube la cremallera, decepcionada de que solo haya sido un rapidito y nada más.

Sonríe de lado al ver indignación en mi gesto, pero luego toca mi barbilla para aclararme lo siguiente.

―Ponte en cuatro en la camilla, yo iré a buscar algunas cosas, para revisar mejor a mi paciente.

―Va... vale ―Mis mejillas se ruborizan.

Se queda esperando a que suba en la cama y me ponga en esa posición, entonces luego se acerca a la puerta, quita la silla que estorba, para después retirarse, oigo que pone algún tipo de seguro para que nadie abra.

Perversa Oscuridad: Redención [#5.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora