3: Ella es Chinita

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Clow

Acomodo mi traje, agarro las pertenencias que tengo y me pongo un cigarro en la boca cuando me abren el portón de la cárcel. Al hacer unos pasos, visualizo al castaño esperándome.

―Siempre tan puntual mi hermano mayor ―Sonrío de manera burlesca.

Hermes me mira sin expresión, lo natural en él.

―¿Qué es lo que no entiendes de la palabra "ocupado"? No tengo todo el día, y lo sabes ―asevera fríamente. Me alcanza los documentos que consiguió sobre Guillermo Gallagher y yo los agarro de forma brusca, al estar enfadado ―. Si ya terminaste tus caprichos de niño pequeño, esta es mi advertencia, céntrate en lo que tengas que hacer, se cauteloso, no olvides que estas bajo la observación de las autoridades, ¿entendido?

―Sí, sí, libertad condicional y toda esa porquería de papeleo ―me quejo sobre sus aburridas aclaraciones, para luego bufar ―. ¿Me trajiste mi auto? ―exclamo más calmado.

―Está a media cuadra ―dice en seco.

―Adiós señor fiscal ―exclamo de forma burlesca y me río girándome en esa dirección.

―No hagas estupideces y mantén tu conciencia despierta ―dictamina aconsejando, entonces me volteo a mirarlo enfadado.

―¿Te crees mi madre o qué?

―No, pero te conozco, deberías escucharme o terminaras como Demián.

―¿Por qué? ¿Vas a matarme? ―expreso serio.

―No, solo pienso que la oscuridad de tu corazón puede llevarte a lugares peores si no la controlas ―Hace una pausa y luego repite ―cómo Demián.

―No existe nada peor que mi conciencia, Hermes ―entonces le aclaro ―. No tienes por qué preocuparte por cosas como esas, hermano mayor.

Terminamos la conversación y me voy rápidamente a mi vehículo. Uno de sus empleados me lo ha traído, hasta me ha dejado información, pero parece que realmente ni el Señor H puede encontrar a Guillermo.

Maldito pederasta escurridizo.

Arranco mi coche y cargo mi celular en la aplicación de mi cuenta bancaria. También le pago al estúpido policía que me ayudo, para que no hable más de lo debido. Para ello, me comunico con uno de mis contactos como le aclare esa vez y luego marco otro número.

―Michael ―le digo apenas me contesta, a un conocido, ya que no considero a nadie como amigo ―acabo de salir de la cárcel, necesito que me digas que ha pasado este último tiempo.

Tengo una larga conversación con este otro corrupto como yo y luego de saber lo que quiero, termino por cortarle de manera descarada, sin importarme que siga hablando solo.

Lo que me contó fue que Eiden se entregó a las autoridades, estúpido. Los prostíbulos de La Sociedad de las Letras están todos alertas, parece que puede haber un enfrentamiento en cualquier momento. Además Infierno, uno de los que me encargaba yo, mi madre ha tomado el control. Me quede en la cárcel un tiempo y todos se vuelven más locos que yo mismo.

Eso es decir mucho.

Estaciono frente a un hotel, todas mis propiedades están siendo vigiladas, debo mantener cautela como dijo mi hermano, así que bajo de mi vehículo y alquilo una habitación con mi tarjeta de crédito. Lo bueno de mis cuentas bancarias, es que no están a mi nombre, sino con uno falso, así que ni me preocupo por despilfarrar dinero.

Le llamo a uno de mis antiguos empleados que me consiga un traje nuevo, tiro el sucio al tacho y rápidamente entro a la ducha del cuarto que contrate.

―¡Uf! Como necesitaba esto ―Siento el agua caliente recorrer mi cuerpo mientras cierro los ojos.

Suelo bañarme muchas veces al día, para no sentirme sucio. No debo pensar mucho en ello, ya que termino lastimándome. Aunque no me molesta ver sangre en mi piel, por eso me consideran sádico. Me calma, es mejor, así no llego a la ira que muchas veces explota sin necesidad.

Mi celular suena y salgo del baño completamente desnudo. Me pongo a leer el mensaje y sonrío. El estúpido de Michael no es tan tonto.

"Hay una dirección sobre el invisible Guillermo Gallagher".

Memorizo el número y tocan a la puerta, camino abriendo sin ningún pudor al no tener ninguna prenda. Visualizo a una señorita que se sonroja cuando baja la vista a mi pene y entonces sonrío.

―¿Qué necesitas?

―Me... enviaron a entregarle esto ―Estira los brazos entregándome el traje que mande a pedir.

―Gracias ―Le cierro la puerta en la cara.

Creo que le rompí la nariz.

Me la follaría, pero estoy apurado y encima debo mantener el control por mi libertad condicional, no puedo cometer ningún error antes de matar a Guillermo Gallagher.

Lo siento querido pene.

Termino de vestirme, acomodo mi corbata y me pongo unos lentes de sol antes de salir del hotel. En recepción visualizo a la chica rubia que está con un algodón en la nariz, entonces me le acerco sonriente.

―Siento mucho eso, no fue mi intención.

Que mentiroso, me encanta la sangre. Pero bueno, hay que mantener las apariencias, quién sabe que pase en el futuro.

―No hay problema ―asiente y termino por retirarme.

Subo a mi vehículo, y me dirijo a la dirección que me dio Michael. Al llegar, visualizo un edificio alto y me quito los lentes oscuros mirando hacia arriba. Trago saliva, oculto bien mi arma y entro en un intento de tranquilidad.

Se suponía que esto lo iba a hacer S.

A la mierda, olvídalo, no es hora de acobardarse por tu agresor, que ahora debe lucir totalmente diferente y ni siquiera debe ser más grande que tú. Quizás hasta se le encorvo la espalda, será tan viejo que hasta podría ser fácil de asesinar.

Observo que no hay nadie, es extraño como para que no lo haya. Me acerco hasta la mesa de la recepción de este y hay un hombre muerto en el suelo.

Esto no lo vi venir.

Miro un cartel y me fijo dónde está el área de seguridad. Voy hasta allí mirando cámaras, hay gente oculta, parece que llegue a un tiroteo. No encuentro a Guillermo, pero puede que haya una habitación secreta, así que debo pensármelo con cautela.

¿Dónde se escondería un violador?

Eres uno, estúpido. Piensa.

Pues no soy un pederasta, así que supongo que no lo puedo saber. Incluso aunque conozca a ese asqueroso, no estoy tan seguro de adivinar cada movimiento que hace.

Quizás ya no le gustan los niños.

Voy a vomitar si sigo pensando en esto. Niego con la cabeza y se me ocurre revisar en la oficina que me parece más obvia. Entro, es grande, parece una suite. Hay un escritorio, un baño a un costado y... cuando visualizo a un lado, en el sillón hay una mujer vestida de novia, pero aquel atuendo blanco está manchado de un rojo carmesí, sangre. Al acercarme, me doy cuenta que es una oriental.

¡Una china!

No jodas, ¿ahora le gustan las chinas a Guillermo? Fetiches raros de un loco, que encima no tienen sentido. ¿Por qué tanta sangre? No parece de ella. Tiene un cuerpo chiquito, bonitas curvas y hay que admitir, que para ser oriental, no está nada mal. Una china atractivamente pequeñita, ella es una chinita.

No es momento de que mi pene se ponga en acción, reacciono al escuchar un tiro en la cerradura, sin pensarlo, golpeo el sillón y este cae con la chica volteándose para el otro lado. Aprovecho para esconderme, entonces cuando bajo la vista, la mujer abre los ojos, así que sonrío.

―Hola Chinita. 

Perversa Oscuridad: Redención [#5.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora