El verano pasado fue el más emocionante y la vez el mas duro de mi vida. Pero nada comparado con lo que sería este invierno...
Ahora me doy cuenta de que igual, yo no era tan fuerte como creía.
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Abby💜
No tenía ni idea de por dónde empezar, no quería que Aaron pensase mal de mí. Hice algo malo, sí. Pero lo hice para poder vivir en paz, tranquila. Quería llegar a clase sin sentir miedo. Necesitaba dormir por las noches, y eso solo lo conseguiría si René Whiler, desaparecía de mi vida de una vez por todas.
El rubio me miraba impaciente.
-Vamos, rubia. Cuéntamelo, digas lo que digas o...Hicieras o que hicieras no va a cambiar nada de lo que siento por ti. Créeme, yo no soy ningún santo. Y después de haber visto que puede llegar a hacer esa hija de puta, seguro que hiciste bien.
Me acomodé en el asiento, tragué saliva y me dispuse a soltarlo todo.
-El año pasado antes de comenzar el curso, recé para que René se hubiese aburrido de mí. Quise creer que ya, por fin, dejaría de amargarme la existencia. Pero no fue así. Nada más empezar, al salir de la última clase del primer día me pilló en el baño y no se me quitan las palabras que me dijo de la cabeza:
¿Qué hay zorra Foster? Comenzamos el año. Y créeme cuando te digo que para ti no va a ser nada divertido. El miedo me invadió por completo y recuerdo que cuando llegué a casa, me encerré en mi habitación y no fui a clase en tres días. No comía, no hablaba, las lágrimas me salían sin hacer esfuerzo y lo hacían la mayoría del tiempo. Mi madre nunca estaba. Ni siquiera se dio cuenta de mis faltas de asistencia, y mi hermano más de lo mismo. Me preguntaba una y otra vez ¿Por qué a mí? ¿Qué le hice yo? ¿ser como soy? Me odiaba por ello. La noche del tercer día, fue diferente. No sé por qué, pero recordé las cosas que el psicólogo me había dicho de más pequeña.
¿Les vas a dar lo que quieren?
Tienes que defenderte, Abby.
Ese tipo de personas, se alimenta de la debilidad de su víctima. Cuanto más vea que sufres más querrá.
Así que pensé que tenía razón, esa asquerosa no iba a hundirme, pero defenderse con ella no servía. ¿plantarle cara? Tampoco, eso le divertía. Tenía que hacer algo, tenía que librarme de ella. Quitarla de en medio. Pero, ¿cómo? Necesitaba tiempo para pensarlo. Volví a las clases. Aguanté más insultos, y me libré de los golpes. Había cambiado, ahora le gustaba más humillarme en público. Eso de llevarme a la parte de atrás, a los baños para pegarme ya no le divertía tanto. Después de dos semanas, el instituto realizó un mercadillo para recaudar dinero para remodelar el invernadero. Fue todo un éxito. Ya que se recaudó más de lo necesario, con ese dinero comprarían materiales para clases que lo necesitaban. Entonces una bombillita se encendió en mi cabeza dándome una idea un tanto descabellada pero que podía funcionar. Después de tantos años si había alguien a quien conociese bien esa era a René. Sabía dónde vivía, que actividades hacía por las tardes, que era hija única y que sus padres eran muy estrictos. Gente que iba a la iglesia todos los domingos, los típicos que parecen ser perfectos. Muchas veces la recogían a la salida de clase y ella se transformaba. Pasaba de ser un demonio a un ángel delante de ellos. La noche después de la recaudación me colé en el instituto, sabía dónde guardaban ese dinero porque escuché como una de las profesoras de lo decía a la directora. Robé el dinero y lo guardé en mi cuarto. Al día siguiente llegué a clase como si tal cosa. Hubo un gran revuelo, aquello fue un escándalo. Nos dieron una charla a cada clase intentando hacer que el que lo hubiese robado tuviese remordimientos y acabase largando. Pero yo no iba a decir nada porque todo eso formaba parte de mi plan. Tenía que aguantar. Como ya te he dicho, sabía que es lo que hacía René todos los días. Sabía que los miércoles daba natación. Porque los jueves estaba más cansada de lo normal y se convertía en mi día libre de René. Sólo me quedaba saber si sus padres estarían en casa. Ese miércoles me quedé mirando la entrada durante un buen rato desde donde no me viese nadie. Su padre no estaba, pero la que si se encontraba era su madre. René vivía en una casa de una planta con grandes ventanales. Podía verse todo desde afuera y en un momento de la tarde aquella señora se tumbó en el sofá. Me acerqué a la casa y me colé por la ventana de la habitación de René.