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En este capituló conocerán a alguien nuevo, que pondrá las cosas un poco tensas entre la relación de Hange & Levi.

¡Espero que lo disfruten!

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Nuestra escapada romántica me vino que ni pintada. Sin ser consciente de ello, Erwin había tomado la mejor decisión al llevarme al sur, a la costa; el sol, el calor, el acento cantarín, el vino rosado fresco y mi traje de baño hacían que todo encajara a la perfección.

Esos cuatro días fueron un paréntesis encantador en el que no pude evitar tomarle más cariño. Se anticipaba a todos mis deseos; cada uno de sus actos, de sus gestos, era dulce; cada una de sus palabras, delicada. Quería que descansase, de modo que evitamos recorrer descontroladamente la región.

Redescubrí el sentido de la palabra «vacaciones» gracias a mis largas siestas, a los baños, a las cenas de restaurante. Nos tomamos el tiempo de no hacer nada, juntos, y era delicioso. Casi me olvidé de La Gente.

Nos marchábamos al día siguiente. Durante la comida, en una terraza, mi mente empezó a divagar y a preguntarse si Mike estaría arreglándoselas bien.

—¿En qué piensas, Hange?

—En Mike —respondí riendo.

—¿Te inquieta?

—Un poco...

—Llámale.

—No, puedo esperar veinticuatro horas más.

—¡Te mereces el premio mayor por no haber pensado en él hasta ahora! Me esperaba que sucediese antes. No te preocupes por mí.

—¡Gracias! Le llamaré desde la playa, ¡así se morirá de rabia!

Erwin se echó a reír.

—No conocía tu lado sádico.

—A él le encanta, no es culpa mía... ¡Dame otra!

Una hora más tarde, me tostaba al sol mientras Erwin se bañaba. Como los dos días precedentes, había tomado la precaución de localizar lugares inaccesibles para los niños, por lo que no había riesgo de crisis de ansiedad.

Sentía cómo mi piel se calentaba; me gustaba, y sobre todo me gustaba el color tostado que me daba un aspecto brillante; no había sentido nada parecido desde mis últimas vacaciones en familia.

Y una cosa me hacía particularmente feliz: la ausencia total de culpabilidad.

¡Todo era alegría!

—La Gente feliz no se empalma en el mes de julio, dígame.

Llevaba mucho tiempo sin escuchar aquellas variaciones del nombre de La Gente.

— Mike ¡si me vieras! Estoy dorada como una patata al horno, ligeramente achispada gracias a un fresco Côtes de Provence, y dentro de nada me iré a nadar con mi amorcito.

—¿Con qué desconocida estoy hablando?

—¡La única e irrepetible, tu jefa!

—Entonces, ¿qué tal? ¿Te lo estás pasando como una feliz?

—Sí. ¿Y tú? ¿La Gente sigue todavía en pie?

—He evitado un incendio, una inundación y un robo. Puede decirse que me las arreglo.

—En resumen, ha llegado la hora de que vuelva. Mañana por la tarde iré de inspección.

—Aprovecha hasta el final. Es bueno oírte así.

-Levihan- La vida vale la pena, ya verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora