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Fui la primera en quitarme el cinturón cuando el avión quedó parado sobre la pista, y también la primera en salir de la cabina. Y la única que gritó un sonoro «¡mierda!» cuando me di cuenta de que tenía que atravesar todo el aeropuerto. Mi maleta de ruedas volaba por momentos, de lo mucho que corría. El sonido que producía suscitaba la curiosidad de los viajeros, que se apartaban a mi paso. Me negaba a admitir la razón que me obligaba a correr de esa forma. Por fin se abrieron las puertas de salida; Levi me esperaba al otro lado, apoyado en una pared, con un cigarro apagado en los labios.

Me detuve un instante, él se incorporó y avanzó hacia mí. Me acerqué a él tratando de calmar el latido que mi corazón enviaba como señal. Cuando estuvimos frente a frente, clavó su mirada en la mía.

— ¿Vamos? —me preguntó amablemente, quitándome el equipaje de las manos.

—Sí.

Dio el paso que nos separaba sin dejar de mirarme. Después me besó en la sien; contuve la respiración y cerré los ojos. Cuando se separó de mí para dirigirse al aparcamiento, necesité varios segundos para reaccionar y seguirle. Me invadió un frío mordaz.

El invierno había llegado con su viento punzante y sus gélidas gotas de lluvia. Aquello tendría que ayudarme a aclarar mis ideas. Mientras caminaba, Levi encendió su cigarrillo y me tendió el paquete, echándome un vistazo por encima del hombro.

Me obligué a no reaccionar al contacto de sus dedos rozando los míos. Sin perder tiempo, nos pusimos en camino en cuanto cargamos mi maleta, sin decir una palabra de más. Circular a través de aquella noche negra era embriagador, hasta el punto de hacerme pensar que Mike tenía razón: mi cabeza se haría un lío, a pesar de la razón de mi viaje. Seguía siendo una inocente a veces.

Miré a Levi, que sostenía el volante con una mano y conducía deprisa, seguro de sí mismo, ensimismado. Debió de sentir que le observaba, su mirada se desvió de la carretera y se hundió en la mía. Lo que estaba pasando era imposible, estaba prohibido.

¿Dónde estaba la distancia acordada hacía apenas unas semanas?

Inspiramos en el mismo instante. Mi móvil empezó a sonar y le devolvió a la carretera. Tragué saliva antes de responder.

— ¡Erwin, iba a llamarte! Ya estamos en camino.

—Mejor. ¿Va todo bien? No quiero entretenerte. Dale mi pésame a Levi.

—Yo se lo digo. Un beso.

— Hange ..., te quiero.

—Yo también.

Me sentí mal al pronunciar aquellas dos palabras. Cerré los ojos nada más colgar y apreté mi móvil en la mano con todas mis fuerzas. Levi encendió un cigarrillo e hice lo mismo. Miré fijamente a la carretera por mi ventanilla.

— Erwin te manda su pésame.

—Ya le darás las gracias... Isabel me ha dicho que estás viviendo con él.

—Nos mudamos dentro de cuatro días.

El silencio y la realidad se nos echaron encima. Me hundí en el respaldo de mi asiento, agotada por tantas emociones opuestas. Una hora después, Levi se detuvo en un área de descanso de la autopista.

—Necesito un café. No hace falta preguntarte si quieres uno...

Salió del coche subiéndose el cuello de su abrigo. Le seguí unos minutos después y lo encontré delante de las máquinas de café. Bostezaba como una morsa y se frotaba el pelo. Me tendió un vasito de café mientras se llenaba el suyo.

-Levihan- La vida vale la pena, ya verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora